jueves, 20 de junio de 2013


Durante semanas estuve tratando de escribir un blog sobre el Canto de la sirenas, y no encontraba las palabras para hacerlo. 

Y de repente, Pedro de Alcántara vino a Montevideo y bang! él puso en palabras y ejercicios tan perfectamente lo que yo estuve rumiando durante días. Así que gracias Pedro, y acá va...

Todo había comenzado hace semanas durante una sesión de Experiencia Somática. En determinado momento pude sentir en todo mi SER (cuerpo, mente, emociones, todo) este tirón embriagante, este muy difícil de resistir deseo de tomar un camino conocido una vez más.

Era mi canto de la sirena y me llevó cada gramo de consciencia y fe que tengo el no entregarme a él, el quedarme donde mis pies seguían firmemente enraizados, el quedarme atada al mástil como Odiseo, mientras el dulce y atrayente canto resonaba. Fue tan vívida la experiencia que no pude evitar reírme a carcajadas, encantada de descubrir que lo podía oír, sentir, experimentar, pero no ser completamente atrapada por él.

Esta comprensión, (este saber porque lo experimenté con mi ser completo), ha quedado conmigo desde entonces, y lo he estado observando en su relación con la Técnica Alexander.

El Canto de la Sirena es mi hábito, es la razón por la que persigo-fines; es el siempre presente deseo de repetir una experiencia sensorial, una cantidad conocida. Tiene una inercia interna poderosa que me atrapa sin que me percate de ello la mayoría del tiempo. De hecho, gran parte del tiempo estoy viviendo en el mundo de las sirenas, ellas me han cantado y yo he escuchado, y al escucharlas me han embrujado y ya no me conozco a mi misma sino como ellas me definen

Las sirenas dicen: "Tratemos de alcanzar este fin de esta manera una vez más, quizás esta vez lo conseguiremos". Y, a pesar de tener más de treinta años de experiencia que avalan que esa manera no funciona, me rindo una vez más a lo que siento es "mi manera" de hacer las cosas (como lo llamaría F.M. Alexander en su libro Control Consciente y Constructivo del Individuo).

Pero a veces tengo suficiente poder como para resistirme. Puedo oír su canto pero lo reconozco por lo que es; así que inhibo mi deseo de vivir la vida hechizada. El hábito no me atrapa, me mantengo en mi espalda, en mi mástil, puedo sentir el tirón del hábito, pero lo reconozco por lo que es.

Habiendo resistido al canto aunque sea una vez, soy libre. Sí, es cierto, me pueden atrapar devuelta, pero ahora una parte de mí guarda la memoria del mástil, y ESA PARTE canta ahora también, atrayéndome devuelta a mi espalda, a mi SER. Las sirenas ya no pueden definir quién soy, incluso cuando estoy a medio atrapar en su hechizo, su manera ya no es mi (única) manera, y ahora lo sé.

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