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sábado, 1 de noviembre de 2014
Hola.
Acá estoy.
No
estaba segura si estar acá hoy. Estaba aburrida y sin ninguna inspiración. ¿Qué
podría ofrecerte hoy de valor?
Pero
la Vida se trata de estar presentes, incluso
(y quizás especialmente) cuando no todo es fuegos artificiales.
Algunas cosas se construyen un pasito a la vez. A veces es
el mismo pasito una y otra vez.
Cambiar hábitos funciona así. No es algo instantáneo. Es
algo que se contruye diciéndole no a
lo viejo y diciéndole sí a lo nuevo,
una y otra y otra vez.
Y
todo comienza con presentarse al trabajo que tenemos enfrente. Incluso si
aparentemente no tenemos éxito. Incluso si parece que el hábito gana la mayoría
de las pulseadas.
Igual te presentás, porque al presentarte el hábito no ganó por default.
Al presentarte, has ejercido tu poder de elección.
Si te presentás, cualquier cosa puede ocurrir. Cualquier
cosa incluye lo habitual, claro. Pero también incluye todas las otras
posibilidades, que ganan fuerza con cada vez que te presentás.
Así
que si estás pensando en darte por vencido, si estás demasiado aburrido,
cansado, o deprimido para que algo te importe ya… presentate igual. Simplemente ESTATE ahí, ABIERTO a lo que vaya a ocurrir.
Por
eso estoy yo hoy aquí. Sin expectativas. Simplemente aquí… para mí… y para ti…
Victoria
viernes, 9 de mayo de 2014
La semana pasada escribí sobre la importancia para nuestra salud de aprender el lenguaje que se hablan cuerpo y mente.
Sin embargo olvidé mencionar un dato importantísimo: cuando nos disponemos a aprender algo nuevo y totalmente ajeno a nosotros, necesitamos estar con una actitud abierta, de escucha con todo el cuerpo y la mente, sin pelearnos de antemano con lo que escuchamos. Quizás entendamos muy poco al principio, quizás algunas cosas que aprendamos sean tan diferentes a cómo las vivimos hasta ese momento que al principio las rechacemos instintivamente. Pero vale darse tiempo para escuchar, para aceptar que no entendemos todo, que algunas cosas se aclararán con el tiempo, y que puedo abrirme a la experiencia de a poco y hasta donde yo pueda manejar el nuevo estímulo.
Te cuento un ejemplo de mi semana pasada que ilustra esto bastante bien.
El martes pasado fui a una clase de CrossFit. Confieso que estaba con miedo. Hace años que no hago ningún tipo de ejercicio físico que no incluya la palabra “consciencia” en su descripción. Pero me han recomendado construir masa muscular para lograr un mejor enraizamiento, resistencia y fuerza de carácter. Si aceptamos la idea de la unión psicofísica, esto tiene sentido: tengo una constitución un poco etérea, con una tendencia a “volarme” a planos de abstracción mental. Digamos que “hacer tierra” no me viene nada mal; y aunque hago Pilates 4 veces por semana y tengo muy buen tono muscular, la filosofía y actitud detrás del Pilates es precisión, cuidado y consciencia… y lo que a mí me recomendaron es un poco de sangre, sudor y lágrimas.
Así que allí estuve en el Box el martes a las 9am, muerta de nervios y semi-convencida que no iba a aguantar ni 20 minutos. Pero fui abierta a escuchar; dispuesta a cuidarme a mí misma ante todo, pero igualmente abierta a experimentar el sistema sin juzgarlo negativamente de antemano. El entrenamiento es de tipo “militar” y encarado y dirigido desde esa mentalidad. Para realmente entrar en la experiencia y sostener la demanda sobre cuerpo y mente, tenía que entrar en el espíritu de la cosa e ir a ese lugar mío que tiene algo de guerrera y que avala lo que estaba escrito (literalmente) en la pared: “no parás cuando te cansás, parás cuando terminás”.
¿Qué tiene que ver todo esto con lo que veníamos hablando la semana pasada sobre aprender propiocepción y lenguaje psicofísico?
Mucho. Te enumero lo más importante.
Para realmente aprender un nuevo lenguaje es necesario:
1) Interiorizarse también con la cultura de la que es parte: Sólo así podremos entender las sutilezas del lenguaje, y entrar en cuerpo y mente en el estado anímico que produce. El lenguaje que se hablan tu cuerpo y tu mente tiene su cultura también: está basado en la homeostasis, en el equilibrio dinámico entre fuerzas opuestas, entre estímulos y reacciones automáticas. Para realmente comprenderlo y llegar a hablarlo hay que entenderlo dentro de esta cultura.
2) Saber escuchar, ver, sentir a los “nativos”, o sea percibirlos en su totalidad: Sólo así podremos realmente entender la actitud psicofísica (de cuerpo, mente y alma) que se requiere para vivir la experiencia como un “nativo”. El lenguaje que se hablan tu cuerpo y tu mente tiene sus ritmos, su vocabulario, sus tiempos y cadencias, su entonación: está basado en ese juego de equilibrios y para percibirlo tenemos que abrirnos a percibir el juego de reajustes y entrar en esa actitud de escucha abierta.
3) Estar abierto a la experiencia, sin creer que porque sabemos otros lenguajes, o porque somos expertos en gramática y lingüística, lo sabemos todo sobre todos los lenguajes: Cada lenguaje tiene su sabiduría, que sólo se puede conocer y adquirir si nos permitimos vivir la experiencia plenamente, sin pre-conceptos de cómo “deberían” ser las cosas. Claro que saber de gramática y lingüística ayuda a aprender más rápido, a entender la estructura subyacente de la nueva lengua, pero no nos hace fluidos en el habla.
Por ejemplo en mi caso, gracias a mi estudio de la Técnica Alexander, mi estudio y entrenamiento en Pilates, y mi fascinación por la anatomía, los procesos mentales y la interacción cuerpo-cerebro (neurociencia) cuento con cierto conocimiento de la lingüística del lenguaje psicofísico. Sin embargo eso no me hace una experta en todas las disciplinas corporales; tengo una ventaja a la hora de aprender, pero igual tengo que estar dispuesta a aprender.
Esta es la actitud con la que deberías acercarte al descubrimiento del lenguaje que hablan tu cuerpo y tu mente: dispuesto a dejarte sorprender por lo que descubras, tratando de no dar por sabido lo que aún no has experimentado en todas sus facetas, dándote tiempo para descubrir las cosas, probarlas, vivirlas.
La seguimos la próxima.
Victoria
viernes, 24 de enero de 2014
Así
que querés cambiar tus hábitos posturales…
¿Cómo
se hace eso?
Para empezar, dejemos lo básico claro.

Me gustaría contarte hoy de este cuarto espejo.
Tu experiencia de tu contexto está dictada
por tu estado de ánimo.
¿Qué
es una estado de ánimo?
Un estado de ánimo es una actitud hacia la experiencia que estás viviendo. Aunque nuestros estados de ánimo varían en el tiempo, tenemos una actitud fundamental de base a la que quizás podríamos llamarle tu estructura de carácter o tu personalidad.
Una de las características de mi estructura particular
es que tiendo a retraerme cuando me siento amenazada. En cuanto siento que tu
energía invade mi espacio personal puffff!
Me fui en espíritu a alguna otra parte y te quedaste hablando con lo que queda
de mi: una cáscara vacía pero muy educada que te va a decir “aham, ehem. Claro.
Muy interesante” y se va a reír en todos los lugares correctos… pero que no
está ahí.
Si te gustan las anécdotas, te puedo contar cómo
descubrí esta tendencia mía a escaparme energéticamente de las situaciones. [Si
no te divierten las historias, saltá a la parte que dice “¿Y qué tiene que ver
esto con cambiar hábitos posturales?” … no me enojo ;)]
El
día que tuve un atisbo de mi mentalidad…
Ocurrió durante una clase de Técnica Alexander hace
unos años. Mi profesor me estaba guiando con sus manos mientras yo me paraba y
me sentaba en una silla cuando de repente me di cuenta: “Me estoy retrayendo
del contacto”. Y no era sólo del contacto con las manos del profesor. Noté
la tensión en las plantas de mis pies… como si estuviera tratando de retraerme
del contacto con el piso. Mis isquiones (los huesitos sobre los que nos sentamos)
estaban apretados, como si me estuviese retrayendo del contacto con la silla.
Era como si estuviese succionando mi esencia lejos de mi periferia hacia donde
no pudiese ser tocada por nada ni por nadie.
Fue una de esos momentos de comprensión que te
cambian tu perspectiva completa sobre todo. “Me retraigo del contacto.” No era
una cosa simplemente física, era algo que hacía con todo mi ser. Me retraía en
mis relaciones con otros, me cuidaba, me daba miedo el contacto, me abrumaba
rápidamente la energía de la gente.
En el extremo opuesto del espectro, cuando me sentía
segura con alguien, acababa perdiéndome en el otro, me aferraba, perdía mis
referencias personales. Obviamente, tenía que trabajar con el tema de los límites.
Estas dos respuestas al contacto eran todo lo que
conocía, por lo que no hubiese podido responder diferente aunque quisiese. Eran
también automáticas y por lo tanto completamente inconscientes. Esto significa
que no sabía (hasta ese momento) que estaba reaccionando así.
La buena noticia es que cuando se tiene un momento
de “¡aha!”, como el que tuve durante esa clase, quiere decir que uno pudo salirse
del patrón, aunque sea por unos segundos, y verlo. Y cuando uno ve algo, uno
puede ver también las alternativas a ese algo, puede analizarlo, aprender sobre
él, jugar con él. Recién en ese momento pude descubrir de qué se trataba el
juego este.
¿Y qué
tiene que ver esto con cambiar hábitos posturales?
Bueno, primero que nada, analicemos cómo funciona un
hábito. [Si te interesa saber más del tema de hábitos y su funcionamiento te
invito a chequear esta entrada de mi otro blog].
Las primeras veces que te
enfrentás a un nuevo estímulo, tu cerebro entra a trabajar a toda máquina con
el fin de descubrir algún patrón reconocible en la situación. En cuanto
reconoce un patrón, el cerebro se tranquiliza porque ahora sabe qué respuesta
requiere la situación: el cerebro ejecuta la respuesta pre-determinada para ese
tipo de patrón y todo el sistema entra en piloto automático.
Tu cerebro tiene un depósito de patrones de respuesta
(hábitos) que ha construido (y sigue construyendo) durante toda tu vida. Estos
patrones son respuestas automáticas a estímulos determinados, y son los que te
permiten funcionar día a día ya que evitan que tengas que tomar decisiones a
cada paso. O sea, es algo bueno que hayas aprendido y automatizado la mecánica
de caminar cuando eras niño, para no tener que ahora estar pensando cómo
coordinar tus piernas para ir de la cama al living.
¿Pero
qué pasa cuando tus patrones de respuesta están desactualizados?
Si leíste mi historia, habrás deducido que en algún
punto de mi vida había habituado una respuesta de retracción al contacto. Esta
respuesta probablemente fue necesaria en el momento que la empecé a usar;
seguramente era lo mejor que podía hacer dados mis recursos en ese momento.
Sin embargo, la necesidad de retraerme del contacto expiró
hace tiempo; ahora yo cuento con más y mejores recursos. Pero, en algún momento
mi cerebro había automatizado la respuesta, por lo que NO estaba decidiendo
conscientemente usarla… simplemente se activaba ante cualquier situación de
contacto.
Este patrón de respuesta al contacto (que que estaba
actuando todo el tiempo porque, de hecho, estamos ‘en contacto’ con algo todo
el tiempo) creaba una mentalidad particular, una actitud hacia la vida en
general, y una postura o fisionomía particular que la acompañaba.
Había estado trabajando sobre mis hábitos posturales
por varios años (con diferentes grados de éxito) cuando por fin me llegó este
pedazo crucial de información. Recién ahora estaba realmente lista para el
cambio: recién ahora me daba cuenta que la postura surge de una mentalidad, y
lo que yo necesitaba no era sólo corregir mis hombros caídos… era cambiar mi
manera de ver el mundo.
¿Qué
podés hacer tú para empezar a cambiar tus hábitos posturales?
Necesitás descubrir cuál es tu actitud básica hacia
el contacto. ¿Te retraés? ¿Empujás? ¿Te aferrás?
¿Tenés una actitud ambivalente?
Si
realmente querés cambiar tu postura, este es un dato clave.
Victoria
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credits:
"Young
lady with reflection" by admr/freedigitalphotos.net
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