sábado, 13 de abril de 2013
On 21:04 by Unknown in Cambio No comments
En el blog de la semana pasada escribí sobre conscientemente elegir usar mi patrón habitual de respuesta psicofísica
cuando, por alguna razón, no me sentí lista para cambiar; y cómo eso, en sí
mismo, comenzó el proceso de cambio de todas formas. Es el simple acto de tomar
una decisión consciente, de despertarme y asumir responsabilidad por mis
acciones, que me ha zarpado nuevamente en el viaje a territorios desconocidos.
¿Qué pasa luego de ese primer acto de
auto-consciencia?
La poeta
y facilitadora Pathwork Kim Rosen, a quien tuve el privilegio de conocer en un
taller de Pathwork hace ya muchos años, lo expresa hermosamente en su poema “En
una oscuridad imposible”
¿Sabes cómo
la oruga
se transforma?
¿Te acuerdas
qué ocurre
en el capullo?
Te licúas.
Allí en el espeso negro
del vientre que te has tejido,
vacía como la luna antes del creciente,
te disuelves
(como lo hizo Cristo
por tres días
en la tumba)
concibiendo
en una oscuridad imposible
la absoluta
inevitabilidad
de la alas.
La semana pasada me
encontré nuevamente parada en el umbral del cambio, enfrentada a la elección de
responder habitualmente una vez más o dar un paso hacia lo desconocido. La
cuestión con finalmente hacerte responsable por de tus acciones y aceptar que
tu situación es, cómo mínimo absoluto, 50% de tu propia creación, es que ya no
puedes hacerte el ciego. Cada vez que elijo usar mi respuesta habitual ahora sé
que estoy reforzando un sistema que ya no me sirve, que me está haciendo daño.
Un profesor de TA, John S. Hunter, cuenta en su blog cómo, según Erika
Whittaker, cuando uno de sus alumnos se quejaba de algo que le estaba
ocurriendo en su vida, la respuesta de F.M. Alexander era siempre:
“¡Pero si sos tú! Sos tú
que los estás haciendo.”
Así que hice una nueva
elección, decidí inhibir mi respuesta habitual, di el salto al vacío.
Verás, algunos cambios/elecciones son pequeños,
causan sólo un desplazamiento menor en el sistema establecido, por lo que el
sistema completo puede rápidamente adaptarse e integrar la nueva información.
Algunos otros cambios/decisiones son
enormes. Yo llego a ellos transitando un largo camino empedrado de pequeños
cambios que me han preparado para el salto. Y el salto es inevitable; es un
salto al vacío, un acto de fe. Estas
elecciones cambian radicalmente mi comprensión de la vida, de quién soy en
relación al sistema en cuestión. Es una metamorfosis
completa si tengo el coraje de
mantener la inhibición de la vieja respuesta a lo largo de todo el proceso.
Es un proceso que me
asusta. La referencias pasadas ya no sirven, un sistema entero de creencias y
una forma completa de ser en este mundo se hace añicos atrás mío, a medida que
doy ese paso más allá del punto sin retorno. El miedo me apuñala el corazón y
la mente mientras ansío desesperadamente que mi bote deje de moverse para poder
orientarme. Me encantaría poder decir que soy una surfista profesional de las
olas del cambio, siempre como en casa y a gusto sin importar las circunstancias.
Pero esa no soy yo, al menos no por ahora. Aún tengo un ego que necesita
definirse, establecer un límite a esta inmensidad que es el ser verdadero.
Este espacio tan inmenso
y abierto me asusta, y me hace dudar. Y la inercia del sistema resiente mi
cambio y amenaza con arrastrarme hacia mi viejo lugar. Tiene mucha fuerza,
engendrada por años de alimentarla en una misma dirección.
Entonces, ¿cómo es que
uno se aferra al coraje para mantener la inhibición de la vieja respuesta en
medio de tanta incertidumbre?
Dos
cosas me dan fe.
Primeramente, aunque es
cierta que hoy no sé ya quién soy, sé
que no quiero ser más lo que era antes. Elegí cambiar porque mis decisiones
pasadas se han vuelta demasiado limitantes para este ser en expansión
constante. Estoy lista para algo diferente.
Y entonces, en medio de
mi angustia de ahogado, una pequeña vos en mi interior dice “Ya has estado aquí antes”. Por un
momento dejo de agitarme en mis emociones y le permito al aluvión de recuerdos
de experiencias pasadas de muertes y resurrecciones de mi auto-definición emerger
desde lo más hondo de mi ser hasta llegar a mi consciencia. Y lloro y sonrío recordando
lo asustada que estuve cada vez que di el salto al vacío antes, pensando que no
sobreviviría, que nunca sabría cómo vivir desde este nuevo lugar. Y sin
embargo, aquí estoy, mirando con cariño hacia atrás y viendo el camino
recorrido, una persona cambiada que sigo cambiando.
Entonces lo desconocido
ya no me asusta tanto, esta oruga se rinde a la absoluta inevitabilidad de sus
alas.
¿Nos rencontramos del
otro lado?
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