viernes, 2 de mayo de 2014
¿Sabías que tus dolores de espalda, tus contracturas y tu mala postura
son producto de tu desconocimiento de un idioma clave que se habla alrededor
tuyo sin parar y que sin embargo no lo percibís por no conocerlo?
¿Qué darías por aprender a entender y hablar esa lengua?
Doy clases de inglés hace muchos años. Por lo general los que más vienen a clases son
adolescentes que están, o bien tratando de no perder el curso en
el colegio, o tratando de pasar un examen internacional. Estos chicos vienen a clases individuales de una hora semanalmente, a
veces 2 o 3 veces por semana. A algunos ni siquiera les gusta el inglés
demasiado. Y sin embargo entienden (o sus padres les han hecho entender) que, en el mundo que vivimos hoy, es necesario
saber inglés.
Lo interesante es que
vivimos inmersos en otro lenguaje del cual la mayoría no sabe nada: el lenguaje
que se hablan nuestro cuerpo y nuestra mente. No es un lenguaje verbal; es un
lenguaje de estímulos neuronales y respuestas fisiológicas, y que percibimos a
través de sensaciones físicas y estados emocionales. Sin embargo, como nunca
nos han enseñado la gramática de este lenguaje, nuestras interpretaciones del
mismo, y nuestra capacidad de intervenir en esa comunicación para lograr
ciertos resultados, son limitadas, cuando no equivocadas.
No saber hablar esta lengua
es mucho más limitante para nuestro bienestar que no saber hablar cualquier
otro idioma. Y, sin embargo, pocos saben que existe, y menos aún se toman el
trabajo de aprenderla. El resultado son graves problemas de salud física
(hernias, contracturas crónicas, desgaste de las articulaciones, etc.) y
emocional/mental (estrés incontrolado, ansiedad, pánico escénico, etc.), y la
infelicidad de no lograr el desempeño físico y mental que deseamos.
Necesitás aprender a
escuchar y entender lo que se dicen tu cuerpo y tu mente, porque es esta
conversación la que está organizando tu forma física (postura). Tu postura (el
resultado de esta conversación en ese idioma que no conocés) tiene efectos
sobre tu salud física y emocional, y sobre cómo te perciben los otros, o sea,
en tus relaciones y vida social. Poder intervenir en la conversación
conscientemente, para redirigir su diálogo hacia el resultado que tú querés,
tendría que ser una prioridad en nuestra educación, tal como es aceptado hoy en
día que necesitamos saber inglés para mejorar nuestras chances laborales y
sociales.
Si aceptamos que para
corregir tu postura y mejorar tu desempeño físico necesitás aprender una nueva
lengua (llamémosla lengua psicofísica), es entendible que esto no puede hacerse
en una sola clase. Sin embargo, no necesitás eternos años de clases para
poderte comunicar en un nivel básico. Como con toda lengua, es posible
reconocer ciertas palabras y frases claves, y aprender a comunicarte con ellas
para lograr el mínimo indispensable de interacción.
Es por eso que me gustaría
enseñarte algunas de estas palabras y frases para que puedas empezar a entrar
en diálogo con tu cuerpo. Tu mente ya está dialogando con tu cuerpo, pero lo
hace en un nivel inconsciente para ti. Vamos a tratar de hacer algunas de estas
comunicaciones más conscientes, para que veas qué le está indicando tu mente a
algunos de tus músculos y decidas si quizás sea conveniente cambiar el tono o
el tema de esa conversación.
Empecemos por los pies. ¿Qué
te están diciendo tus pies?
Tus pies son la base de apoyo de todo tu cuerpo cuando estás parada, y de tus piernas cuando estás
sentada. Son una estructura con un montón de huesitos (26) y músculitos (38),
articulaciones (40) y tendones (más de 100). Con todas esas estructuras tus
pies pueden hablar el “lenguaje psicofísico” con un amplísimo vocabulario. Si les damos todo el espacio necesario, pueden
adaptarse a todo tipo de terrenos y ayudarte así a mantener tu equilibrio. Sin
embargo, tendemos a tenerlos apretados, comprimidos e inmovilizados dentro de
calzados que no les permiten comunicarte todo lo que tienen para informar sobre
dónde estás parada. Por lo general, sólo escuchamos la comunicación de nuestros
pies cuando se ponen a gritar que están doloridos.
En el blog anterior te conté
sobre la importancia de crearte un espacio y tiempo de práctica. Hacer a consciencia un poquito de
auto-observación todos los días es el equivalente a estudiar la gramática de
este lenguaje psicofísico. Cuanto más consciente te volvés del lenguaje de
sensaciones en el que hablan tu cuerpo y tu mente, más vas a poder percibirlo
en tu vida diaria. Y cuando empieces a escuchar esas conversaciones y
entenderlas, podrás unirte al diálogo y evitar así sólo enterarte de los temas
cuando ya son un problema de salud.
Así que esta semana te
invito a re-conectarte con tus pies. Te paso un par de ejercicios para irlos
descubriendo. Conviene hacerlos descalza, así que aprovechá a practicarlos
mientras te duchás.
1. Tendemos a tener las plantas
de los pies tensas y esto genera tensión en toda la musculatura posterior de las
piernas. Para aflojar tus pies pensá en el espacio que hay entre los dedos e
imaginate que corre agua tibia entre cada uno. Ahora bien, tus dedos de los
pies son mucho más largos de lo que te imaginás. Aunque están cubiertas por
piel, haciéndolos parecer una masa única, tus dedos nacen aproximadamente en la
mitad de tu pie. Necesitan el espacio entre cada uno para moverse con libertad
y poderse adaptar a las diferentes superficies y así equilibrarte.
2. Cuando estás parada el peso
de tu cuerpo debería repartirse equitativamente entre 3 puntos clave de tus
pies: el talón, la base del dedo gordo y la base del dedo chico. Es como estar
parada sobre un trípode, o un banco de tres patas. Fijate cuáles de esos puntos
tendés a favorecer, y cuál pie tendés a favorecer en general. Jugá pasando el peso por esos tres puntos y notando el efecto
que tiene sobre tu postura, la cantidad de tensión muscular que tenés que hacer
en tus piernas y espalda baja para no caerte.
3. Unamos ahora el ejercicio 1
y 2. Relajá las plantas de tus pies, recordando el espacio entre tus dedos, y
sentí el apoyo disribuirse entre los 3 puntos clave: centro del talón, base del
dedo gordo y base del dedo chico. Imaginate que en estos tres puntos tenés
ventosas que se adhieren al suelo conectándote con la tierra. Mové los deditos
abriéndolos y cerrándolos manteniendo suave la planta del pie y los 3 puntos
clave apoyados.
Practicá estos ejercicios
esta semana y contame luego qué descubriste sobre las conversaciones de tus
pies.
Nos vemos la próxima con más
lecciones de gramática y vocabulario del lenguaje psicofísico ;)
Victoria
P.D. La profesora de Técnica
Alexander Angela Bradshaw acaba de publicar un excelente libro sobre cómo
recuperar el equilibrio cuerpo-mente y liberar tensiones, con un montón de
ejercicios e ideas fácilmente aplicables. El libro está en inglés y se llama "Be In Balance: A Simple Introduction to The Alexander Technique". Es la perfecta introducción a los
conceptos de la Técnica Alexander para quienes les interese explorarla. Lo
pueden conseguir por Amazon.com en este link.
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Excelente Victoria!
ResponderEliminarA partir de una invitación a Talleres tuyos que me pasó Nuria, me leí al hilo, más de 6 artículos de tu blog. Realmente excelentes están escritos con una claridad meridiana, GRACIAS! Por trasmitir tan abiertamente tus aprendizajes!
Rita Poggi
Gracias Rita! Me alegro que te hayan gustado.
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