viernes, 21 de marzo de 2014
En mi último blog planteé este
problema:
Ir de tu
postura actual a tu mejor postura es tan simple como dar un paso… pero ese paso
es tan monumental en su poder de transformación que quedamos paralizadas con el
pie en el aire.
¿Qué hacer
entonces?
Hoy te lo respondo:
Lo que
necesitás son 4 cosas básicas:
·
atención
·
una brújula
·
un mapa
·
un guía.
ATENCIÓN
Vivir desde una nueva postura (por más cómoda y
elegante que sea) es como mudarte de barrio. Al principio
estás un poco desorientada. Si no estás atenta mientras manejás tu auto del
laburo a tu casa, acabás en tu viejo barrio; por hábito, porque estás
acostumbrada a tomar el antiguo camino sin tener que pensar.
Ésta, aunque no lo parezca,
es la parte más difícil. Mientras
trabajamos con mis alumnos sobre su postura y movimiento, yo les recuerdo una y
otra vez antes de moverse que: 1) paren
(mantener la calma), 2) recuerden
su objetivo mayor (crear espacio para el movimiento), 3) aflojen la tensión habitual
en lugares clave (pies, isquiones, axilas, ojos, mandíbula). Recién entonces
comienza el movimiento, porque recién entonces estarán realmente atentos a lo
que ocurre en el camino.
UN MAPA
Si te mudaste a un nuevo barrio, vas a
necesitar una mínima noción del mapa del mismo. El mapa te permite saber dónde están los
lugares importantes para ti, y cuáles edificios o espacios pueden actuar como
mojones para orientarte.
En relación a tu postura, hay ciertas
estructuras óseas y zonas del cuerpo que vale la pena conocer y reconocer. Son
como mojones que te indican dónde están tus partes en relación a otras. Además
son zonas donde tiende a acumularse tensión sin que nos demos cuenta, afectando
terriblemente nuestras posibilidades de mantenernos erguidos con comodidad.
Las primeras que enseño a reconocer son:
-
los pies (tus dedos nacen de la mitad de tu planta,
soltalos desde ahí)
-
los isquiones (son los 2 huesitos sobre los que te
sentás, tienen que estar bien apoyados en la silla, y suave el espacio entre
ellos)
-
las axilas (es en verdad la articulación de tu
hombro, y necesita espacio. Chequeá esta entrada para
aprender a soltarla)
-
los ojos (recuperá tu mirada periférica, suavizá el
foco)
-
la mandíbula (nace justo delante de tu oído. Pensá en
soltar desde allí)
En próximos blogs voy a ir desarrollando
ejercicios para soltar cada una de esas partes. No te los pierdas.
UNA BRÚJULA
Si estás en un nuevo lugar, y querés ir de
tu casa al súper, tenés que saber en qué dirección está el súper. La brújula te
ayuda a definir la dirección que relaciona un punto con otro.
En relación a tu postura lo que necesitás
es aprender a percibir no sólo dónde está cada parte clave, sino sobre todo qué
relación de espacio hay entre ellas. A medida que aumenta tu reconocimiento del
espacio, aumenta tu sentido de la orientación en él, y podés reconocer las
direcciones de largo y ancho que unen los puntos clave.
UN GUÍA
Imaginate ahora que te mudaste al nuevo
barrio pero el mapa que te dieron está escrito en un idioma que no conocés y
que tu brújula (sin que lo sepas) está descalibrada. Ya
te mudaste, te gusta el nuevo barrio, pero no tenés ni idea cómo manejarte en
ese nuevo lugar. ¿Qué hacés
entonces?
Te buscás un vecino amigable, que hable tu
idioma y te pueda ayudar a navegar el nuevo lugar.
Un buen guía cumple funciones clave:
·
Te ayuda a reconocer mojones importantes del terreno para orientarte.
·
Puede darse cuenta que tu brújula está descalibrada, ayudarte a
ajustarla, y enseñarte a usarla.
·
Te da explicaciones claras y concretas sobre cómo llegar de un punto a
otro.
·
Si tu destino es imposible de explicar en palabras, te acompaña en el
trayecto para guiarte paso a paso. Y lo puede hacer varias veces, hasta que tú
te armás tu propio mapa mental del lugar, con tus propias referencias… Hasta
que un buen día te encontrás dando tú direcciones a algún nuevo vecino que se
mudó al barrio.
Lo mismo ocurre con un cambio de postura.
Es como estarte mudando a una nueva definición de ti. No es un lugar totalmente
desconocido, sigue siendo tu cuerpo (te mudaste de barrio, no de país ni de
planeta), pero se percibe lo suficientemente diferente y ajeno como para
tenerte desorientada por un rato. Lo que necesitás es poder recurrir
temporariamente a alguien que ya habita ese nuevo lugar al que te mudás.
En resumen, si estás con ganas de cambiar tu
postura, y hacer más elegante y disfrutable tu movimiento, vas a tener que
mudar ideas, aprender nuevas cosas sobre ti, y tener mucha paciencia contigo
misma, porque toda adaptación lleva tiempo.
No tenés por qué hacer esta transición
sola. El camino se disfruta mucho más acompañado. En ese nuevo lugar al que
querés ir, ya hay gente que puede ayudarte a instalarte más rápido en tu nueva
casa.
En el próximo blog, te voy a dar los tips
para reconocer y encontrar al vecino-guía ideal… porque no querés tocarle la puerta al
amargo del barrio en tu primer día y que te salga corriendo el perro.
¡Nos vemos!
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