viernes, 31 de enero de 2014
On 20:06 by Unknown No comments
¿Por qué siempre reacciono de la misma manera cuando ya
me dije a mi misma mil veces que lo iba a hacer diferente la próxima vez?
¿Por qué es que a veces me
despierto al alba, me visto, desayuno, agarro mi cartera y las llaves y estoy a
medio camino a la parada del bondi cuando me doy cuenta que “Algo está mal, no
hay nadie en la calle… ¡Ay no! ¡Es sábado! ¡¡¡¡¡Podría haberme quedado en la cama!!!!!” ?
¿Por qué es que solo me acuerdo de hacer algo que pretendía
hacer diferente cuando estoy a medio camino de hacer lo mismo de siempre?
¿Te pasó alguna vez algo
como esto? ¿Te preguntaste si estás loca, fallada o sos simplemente inepta porque
no te podés acordar ni siquiera lo que decidiste que ibas a cambiar hace 2
minutos?
Bueno, no hay nada malo contigo, sos simplemente humana (a no ser claro, que creas que justamente ESE es el
problema contigo… y te hubiese gustado más nacer perro, pájaro, hada… o Dios).
Pero de todas formas, ¿por qué tiene que ser así?
Habitos. Tu
cerebro AMA los hábitos. Los hábitos le permiten poner a todo el sistema en
piloto automático, lo cual le ahorra un montón de energía. Pensar (pensar de
verdad… el tipo de pensar que transforma al cerebro al crear nuevas conexiones
neurológicas) es mucho trabajo para el cerebro… porque construir algo de cero
lleva mucho más tiempo que usar algo pre-hecho (y no te las agarres con el
cerebro… la próxima vez que llames al delivery por una pizza en vez de
cocinarte tu propia comida porque estás demasiado cansada para pensar qué hacer
para la cena, estás reaccionando igual que tu cerebro).
No todos los hábitos son malos. Algunos son duendecitos espléndidos que te ayudan a
realizar trabajos complejos rapidísimo sin que siquiera tengas que pensar en
ello.
Pero otros son molestos gremlins que, aunque hace rato pasaron su fecha de vencimiento,
se instalaron en tu cerebro y no tienen ninguna intención de mudarse hasta que
tú te decidas a perseguirlos en serio.
La Técnica Alexander te ayuda a luchar contra los molestos
gremlins del hábito.
La Técnica Alexander
trabaja ayudándote a mantener tu cabeza sobre tus hombros (literalmente) al
volverte consciente de cuándo los hábitos se activan en tu cuerpo… y por lo
tanto dándote la oportunidad de recordar lo que realmente querés hacer esta
vez.
¿Cómo
ocurre esto?
Tu cuerpo es una de las mejores puertas para acceder al
presente. A diferencia de tu mente,
que está constantemente saltando del pasado al futuro y vuelta para atrás, tu
cuerpo está siempre en el Ahora.
Si lográs conquistar el
hábito (del tipo duende ayudante) de rutinariamente escanear tu cuerpo para
encontrar tus tensiones escondidas (los gremlins), vas a poder tener un aviso
temprano de cuando un gremlin levanta una oreja. Entonces te va a dar el tiempo
de parar antes de zambullirte de cabeza y darle cuerpo a tu reacción habitual
(instigada por el gremlin).
En otras palabras, a medida
que te volvés más consciente de tu cuerpo, podés sentir cuando tus tensiones
habituales se activan antes de que te obnubilen por completo el pensamiento.
Esto es lo que te permite parar y pensar… convocar a tus capacidades de
pensamiento y de auto-regulación, y frenarte antes de zambullirte en tu
reacción de siempre.
Resultado: TÚ más FELIZ, porque TÚ decidís lo que TÚ
querés hacer (y no un gremlin
atrevido).
Hasta podés decider si
querés hacerte amiga del gremlin de todos modos y dejarlo pasar al medio del escenario…
porque es más fácil, y estás cansada y simplemente no tenés la fuerza de
voluntad en este momento para navegar la situación con más consciencia… Pero al
menos podés decidir eso, lo cual hace el lidiar con las consecuencias de las
acciones gremlinísticas un poco menos traumático.
Y eso nada más que para empezar.
A medida que te volvés más
ducha en esto de “parar antes de meter la pata”, y practicás tu reacción
elegida cuando tenés la fuerza cognitiva para hacerlo, gradualmente hacés que la acción preferida sea vuelva tu hábito (estás
educando al gremlin y transformándolo de a poco en un duendecito útil).
Y como también te está
volviendo más fáciles y disfrutables tus movimientos físicos… está aumentando
tu potencial en todo tipo de áreas (pensá en deportes, artes, hobbies…
cualquier cosa que te requiere mover alguna parte del cuerpo). Esto te hace
incluso más feliz… y cuanta más gente
feliz haya por ahí, más feliz será el mundo todo.
(Y por si acaso, también te ves mucho mejor… ¿y a quién no le gusta
eso? Y te hace más alta y elegante… lo cual, cuando apenas alcanzás el metro
cincuenta y nueve como yo, es definitivamente un plus).
Entonces, ¿qué estás esperando? ¡Vení a reclamar tu porción
del pastel feliz!
Si estás en Uruguay, unite a mi lista de correo (ahí arriba a la derecha tenés un lugar donde ingresar tu
nombre y email) y entérate cómo agendar tu primera clase para experimentar esta
magia por ti misma. Todavía quedan unos poquitos lugares disponibles para los
talleres de postura de febrero, si preferís arrancar con un taller temático. O simplemente mandame un email a vstanham@gmail.com y preguntame lo que
quieras del tema.
Si no estás en Uruguay,
entrá en AlexanderTechnique.com y ahí tenés información sobre dónde encontrar a
un profe de Alexander cerca de ti.
¡Abrazo! Y hasta la
próxima.
Victoria
viernes, 24 de enero de 2014
Así
que querés cambiar tus hábitos posturales…
¿Cómo
se hace eso?
Para empezar, dejemos lo básico claro.
La Postura es es un fenómeno psicofísico. No es solo tu cuerpo, es todo tú: cuerpo + mente
+ emociones. Sirve pensar que tu cuerpo, mente y emociones son en verdad UNA misma realidad
reflejada en TRES espejos diferentes. Existe incluso un CUARTO espejo que es tu
contexto, o mejor dicho, tu experiencia
de tu contexto.
Me gustaría contarte hoy de este cuarto espejo.
Tu experiencia de tu contexto está dictada
por tu estado de ánimo.
¿Qué
es una estado de ánimo?
Un estado de ánimo es una actitud hacia la experiencia que estás viviendo. Aunque nuestros estados de ánimo varían en el tiempo, tenemos una actitud fundamental de base a la que quizás podríamos llamarle tu estructura de carácter o tu personalidad.
Una de las características de mi estructura particular
es que tiendo a retraerme cuando me siento amenazada. En cuanto siento que tu
energía invade mi espacio personal puffff!
Me fui en espíritu a alguna otra parte y te quedaste hablando con lo que queda
de mi: una cáscara vacía pero muy educada que te va a decir “aham, ehem. Claro.
Muy interesante” y se va a reír en todos los lugares correctos… pero que no
está ahí.
Si te gustan las anécdotas, te puedo contar cómo
descubrí esta tendencia mía a escaparme energéticamente de las situaciones. [Si
no te divierten las historias, saltá a la parte que dice “¿Y qué tiene que ver
esto con cambiar hábitos posturales?” … no me enojo ;)]
El
día que tuve un atisbo de mi mentalidad…
Ocurrió durante una clase de Técnica Alexander hace
unos años. Mi profesor me estaba guiando con sus manos mientras yo me paraba y
me sentaba en una silla cuando de repente me di cuenta: “Me estoy retrayendo
del contacto”. Y no era sólo del contacto con las manos del profesor. Noté
la tensión en las plantas de mis pies… como si estuviera tratando de retraerme
del contacto con el piso. Mis isquiones (los huesitos sobre los que nos sentamos)
estaban apretados, como si me estuviese retrayendo del contacto con la silla.
Era como si estuviese succionando mi esencia lejos de mi periferia hacia donde
no pudiese ser tocada por nada ni por nadie.
Fue una de esos momentos de comprensión que te
cambian tu perspectiva completa sobre todo. “Me retraigo del contacto.” No era
una cosa simplemente física, era algo que hacía con todo mi ser. Me retraía en
mis relaciones con otros, me cuidaba, me daba miedo el contacto, me abrumaba
rápidamente la energía de la gente.
En el extremo opuesto del espectro, cuando me sentía
segura con alguien, acababa perdiéndome en el otro, me aferraba, perdía mis
referencias personales. Obviamente, tenía que trabajar con el tema de los límites.
Estas dos respuestas al contacto eran todo lo que
conocía, por lo que no hubiese podido responder diferente aunque quisiese. Eran
también automáticas y por lo tanto completamente inconscientes. Esto significa
que no sabía (hasta ese momento) que estaba reaccionando así.
La buena noticia es que cuando se tiene un momento
de “¡aha!”, como el que tuve durante esa clase, quiere decir que uno pudo salirse
del patrón, aunque sea por unos segundos, y verlo. Y cuando uno ve algo, uno
puede ver también las alternativas a ese algo, puede analizarlo, aprender sobre
él, jugar con él. Recién en ese momento pude descubrir de qué se trataba el
juego este.
¿Y qué
tiene que ver esto con cambiar hábitos posturales?
Bueno, primero que nada, analicemos cómo funciona un
hábito. [Si te interesa saber más del tema de hábitos y su funcionamiento te
invito a chequear esta entrada de mi otro blog].
Las primeras veces que te
enfrentás a un nuevo estímulo, tu cerebro entra a trabajar a toda máquina con
el fin de descubrir algún patrón reconocible en la situación. En cuanto
reconoce un patrón, el cerebro se tranquiliza porque ahora sabe qué respuesta
requiere la situación: el cerebro ejecuta la respuesta pre-determinada para ese
tipo de patrón y todo el sistema entra en piloto automático.
Tu cerebro tiene un depósito de patrones de respuesta
(hábitos) que ha construido (y sigue construyendo) durante toda tu vida. Estos
patrones son respuestas automáticas a estímulos determinados, y son los que te
permiten funcionar día a día ya que evitan que tengas que tomar decisiones a
cada paso. O sea, es algo bueno que hayas aprendido y automatizado la mecánica
de caminar cuando eras niño, para no tener que ahora estar pensando cómo
coordinar tus piernas para ir de la cama al living.
¿Pero
qué pasa cuando tus patrones de respuesta están desactualizados?
Si leíste mi historia, habrás deducido que en algún
punto de mi vida había habituado una respuesta de retracción al contacto. Esta
respuesta probablemente fue necesaria en el momento que la empecé a usar;
seguramente era lo mejor que podía hacer dados mis recursos en ese momento.
Sin embargo, la necesidad de retraerme del contacto expiró
hace tiempo; ahora yo cuento con más y mejores recursos. Pero, en algún momento
mi cerebro había automatizado la respuesta, por lo que NO estaba decidiendo
conscientemente usarla… simplemente se activaba ante cualquier situación de
contacto.
Este patrón de respuesta al contacto (que que estaba
actuando todo el tiempo porque, de hecho, estamos ‘en contacto’ con algo todo
el tiempo) creaba una mentalidad particular, una actitud hacia la vida en
general, y una postura o fisionomía particular que la acompañaba.
Había estado trabajando sobre mis hábitos posturales
por varios años (con diferentes grados de éxito) cuando por fin me llegó este
pedazo crucial de información. Recién ahora estaba realmente lista para el
cambio: recién ahora me daba cuenta que la postura surge de una mentalidad, y
lo que yo necesitaba no era sólo corregir mis hombros caídos… era cambiar mi
manera de ver el mundo.
¿Qué
podés hacer tú para empezar a cambiar tus hábitos posturales?
Necesitás descubrir cuál es tu actitud básica hacia
el contacto. ¿Te retraés? ¿Empujás? ¿Te aferrás?
¿Tenés una actitud ambivalente?
Si
realmente querés cambiar tu postura, este es un dato clave.
Victoria
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"Young
lady with reflection" by admr/freedigitalphotos.net
viernes, 17 de enero de 2014
On 13:11 by Unknown No comments
¿Cuál es la
primera pregunta que te hacés cuando el cambio se aparece por tu vida?
Cuando algún cambio
estresante ocurre en mi vida mi primera reacción es mirar al cielo y sacudir mi
puño gritando, “¿POR QUÉ?"
Tres respuestas posibles:
el mundo está mal, yo estoy mal, o la culpa es compartida entre el mundo y yo.
Al menos, puedo trabajar en la parte que me corresponde a mí (que el mundo se
arregle sólo… ya lo traté de cambiar y no me resultó).
La siguiente pregunta que
se me aparece es: “¿PARA QUÉ?” Esto ya marca un cambio de perspectiva, un
movimiento del pasado hacia el futuro. Ahora puedo elegir conscientemente una
dirección para este cambio que está ocurriendo.
Pero no es suficiente.
Aunque tengo la dirección para el cambio, no tengo los medios para embarcarme
en ese camino. Estoy atrapada en mis viejos hábitos y una vez que la tormenta del cambio (ese momento
paradójicamente maravilloso cuando el verdadero cambio es posible porque todos
mis puntos de referencia quedan patas para arriba por un rato) pasa, vuelvo a
todos mis viejos patrones, consciente e inconscientemente buscando mis viejos
asideros para re-instalar mis viejas rutinas.
“¿CÓMO?” Ese pasa a ser mi nuevo grito de batalla. El cómo es la
clave de todo, el cómo es la llave
del poder.
Tomemos como ejemplo tu
computadora.
Seguramente tengas alguna
idea de por qué fue inventada; y seguro
sabés para qué la usas.
Pero, si se rompe, ¿sabés cómo arreglarla para que continúe cumpliendo
su por qué y su para qué?
Reconozco que yo sé casi
nada sobre cómo funcionan la mayoría
de las cosas que tengo. Confío que si alguna se rompe voy a tener un experto
confiable a una llamada de distancia que me arreglará el problema. Incluso a
veces es más fácil tirar el aparato roto y conseguirme uno nuevo que funcione.
Pero si se te rompen tus
cuerpos (mental, físico, emocional) no pueden reemplazarse con uno nuevo. Tus
cuerpos fueron diseñados originalmente para que se hagan auto-mantenimientos y
duren un buen rato si los usás según
el diseño (hay que leer el manual de uso). Incluso cuando no los usas según el diseño,
tus cuerpos igual se las ingenian para que llegues al final del día de la mejor
manera posible, hasta que finalmente dicen basta
y hacen caput.
En otras palabras, es importante que tengas un mínimo de
conocimiento sobre cómo funciona tu
cuerpo, cómo fue diseñado y por ende dónde es que lo estás forzando más allá
de sus capacidades de auto-regulación. Es también muy importante que te vuelvas más sensible a las señales que
tu cuerpo de manda para que sepas cómo
ayudarlo a auto-regularse en vez de entorpecerle el funcionamiento.
Tu cuerpo es un universo vasto
y variado, imposible de aprehender en su totalidad por una sola persona.
Entonces ¿en qué pequeña área de ese
universo podés enfocarte que te dará los mayores beneficios para tu totalidad?
Dos áreas interrelacionadas
(que en los hechos son sólo una) son las más importantes en lo que se refiere a
ayudarte a ti mismo: la postura y la
propiocepción.
Si tu postura sigue los
lineamientos estructurales de tu diseño, todo lo que está contenido dentro de
tu cuerpo estará ocupando su correcto espacio y funcionando con mayor facilidad.
Si tu postura va a contrapelo del diseño de mamá-natura, bueno, todo lo que
está adentro del cuerpo estará estirado o comprimido.
Por ejemplo, pensá en tu
casa. Si su estructura está un poco torcida, con paredes en ángulo, techo
caído, y pisos cual penillanura-suavemente-ondulada, tus muebles y
electrodomésticos van a vérselas difícil para mantenerse en posición y
funcionar correctamente. Necesitarías atar tu heladera a la pared (o pegarla
con poxipol) para que no se vaya deslizando hacia el living.
Entonces ¿cómo se cambia la postura?
Necesitás trabajar en afinar tu propiocepción. Cuanto más puedas sentir dónde están en el espacio y en relación
entre sí las diferentes partes de tu cuerpo, tanto más vas a poder disponerlas
en una alineación armoniosa. Si no podés sentir que estás deformándote, si las
señales de tensión, deformación, y tirantez no se registran en tu conciencia
(¡o peor! ¡se sienten bien!), vas a tener pocas chances de hacer algo con el
relajo que esas tensiones están creando en tu cuerpo y tu vida. Podrás quizás
sentir sus efectos (altos niveles de stress, ansiedad, depresión, mala postura,
dolores de espalda y cuello, etc.) pero no podrás hacer mucho por cambiarlos.
El cambio requiere de reconocimiento de aquello que
necesita ser cambiado.
¿Querés cambiar
tu postura?
Si tu respuesta es sí, te
dejo unos breves recordatorios de lo que el cambio requiere:
1.
Conciencia/Reconocimiento
de lo que necesita ser cambiado.
2.
Conocimiento
de cómo es que funciona lo que necesita cambiarse (esto te puede dar una pista
de por qué hasta ahora no lo has arreglar).
3.
Alguna
idea del punto clave alrededor del cual gira el cambio.
4.
Referencias
externas que te permitan medir tu proceso (¡espejos!).
5.
Un
profesor o guía y un grupo de práctica (estos te proveen de conocimiento,
feedback, motivación, y una sensación de pertenencia)
6.
Un plan
detallado sobre cómo lidiar con obstáculos específicos, de forma que estés
preparado cuando los gremlins de la tentación te susurren al oído.
7.
La
disposición para experimentar, equivocarte y aprender (¡mandá el perfeccionismo
al diablo! Si total no tenés ni idea cómo se ve ni se siente lo “perfecto”).
8.
Un deseo
profundo de cambiar (esto signfica que tú sos consciente de los efectos
insidiosos que tiene en tu vida esto-que-querés-cambiar… y no tu mamá, tu
pareja o tu médico)
9.
La
capacidad de recordar (la necesitamos para muchas partes del proceso… empezando
por recordar por qué te metiste en esto de querer cambiar).
¿Seguís con ganas de cambiar tu postura?
Si tu respuesta sigue
siendo sí, y vas a estar en Montevideo
(Uruguay) en Febrero entonces te
cuento...
Voy a estar haciendo una series de talleres sobre Postura para grupos muy reducidos (sólo
tú y una o dos amigas tuyas… para que sea entre casa la cosa y estemos todas
más relajadas).
Si te interesa, ingresá tu nombre y email en el formulario
que aparece encabezando la columna derecha del blog. Voy a estar mandando
la información la semana que viene. ¡No te lo pierdas que son poquitos lugares!
Abrazo
Victoria
---
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credits:
"Confusion Meter" by Stuart
Miles /freedigitalphotos.net
viernes, 10 de enero de 2014
On 12:53 by Unknown 2 comments
¿Te hiciste una lista de resoluciones u objetivos para el
2014?
Yo sí. Una larga lista. Los escribí prolijamente en mi diario. Durante
la segunda mitad de diciembre del año pasado me las pasé agregando nuevos mini
objetivos a mi lista, a medida que se me iba acordando de todo lo que quiero
lograr en el 2014.
·
Dejar
de tomar Coca Light
·
Meditar cada mañana y noche
·
Hacer yoga cada mañana
·
Bloguear con mayor
asiduidad
Y la lista seguía y seguía…
Hoy es 10 de enero. ¿Cuántas de tus resoluciones u
objetivos siguen en pie?
Lamento informar que de los míos sólo uno se mantiene a
flote, y esto se debe a que es para el único que tenía un plan accionable y
detallado para seguir diariamente Y ADEMÁS me motiva mucho: puedo ver su valor.
¿El resto? Bueno, se hundieron como el Titanic cuando se
chocaron con el primer iceberg motivacional.
¿Qué tan familiar te resulta esta situación?
Para mí es un tema de cada año. Una parte mía incluso se
estuvo riendo socarronamente mientras escribía mis objetivos en diciembre. Me
decía, “Acá vamos devuelta como cada año. ¿Cuánto te va a durar esto Vicky? Le doy un día. Como máximo.” La otra parte mía se mantenía firme en su
planificación y listado de altos ideales (a esa parte le encantan las listas),
ignorando los comentarios sarcásticos de la voz dentro suyo. “Este año estoy
realmente motivada,” pensaba, “y realmente veo el valor de instalar estos
hábitos en mi vida.”
Pero ¿tenía yo un plan específico para lidiar con los
icebergs motivacionales?
Te explico lo que son estos icebergs motivacionales. La parte tuya
que hace la lista de objetivos y metas y se entusiasma toda con los beneficios
que logrará al conquistarlos NO ES la parte tuya que va a estar haciendo el
trabajo en última instancia. (Escribí ya sobre este problema de personalidades
múltiples en otro post.) La parte planificadora NO es la parte
ejecutante; y la mayor parte del tiempo a la parte ejecutante NO le entusiasman
los planes de la parte planificadora.
¿Por qué es que a la parte
ejecutante no le divierten los planes de la parte planificadora?
Porque la parte planificadora por lo general no deja
instrucciones precisas y concretas sobre cómo seguir ejecutando el plan cuando
aparecen los icebergs motivacionales. Cuando todo está lindo y soleado, a la
parte ejecutante le gustan (o al menos no le molestan) los planes de la parte
planificadora. Pero, pronto, aparecen los obstáculos: estás cansada, con sueño
o hambre o aburrimiento, tu motivación anda bajísima, no tenés ganas de hacer nada, etc. Estos obstáculos imprevistos podrían haber sido fácilmente
previstos (después de todo son bastante obvios) y se podría haber planificado
cómo sortearlos.
¿Qué hacer entonces?
Primero, reducí
el número de objetivos que te propusiste. Enfocarte en UN objetivo, UN
hábito a instalar, será más fácil de manejar y planificar. Esto también
mantendrá tu energía enfocada en un objetivo en vez de dispersa en demasiados,
con la consecuencia de que acabás no llevando a cabo ninguno.
Segundo, planificá cómo vas a manejar los icebergs
motivacionales relativos a tu objetivo. ¿Qué cosas son las que son
propensas a descarrilarte? ¿Qué necesitás preparar y planificar con antelación
para ayudarte a sobrellevarlas?
Una de las mejores maneras de hacer esto es manipulando
tus condiciones externas para que te estimulen hacia tu objetivo, en vez de
complicarte la ejecución. Por ejemplo, si yo me hubiese tomado en serio el
objetivo de hacer yoga cada mañana, tendría que haber dejado mi yoga mat lista
en el living la noche anterior, con el espacio preparado, mi compu con mi video
de yoga favorito listo para poner play, mi ropa de gimnasia prolijamente
dispuesta certa de mi cama de tal forma que sea la primera cosa que veo al
despertarme, mi despertador puesto para sonar a la hora correspondiente, etc.
Así que pensá, ¿cómo podés manipular tus condiciones
externas para que te ayuden a mantenerte enfocada en tu objetivo?
Tercero, encontrá
cómplices, o sea, un grupo. Esto
es importantísimo para poder sortear los icebergs motivacionales. Puede ser tan
sólo una persona con quien compartís el proceso, no es necesario involucrar a
todos tus amigos y toda la familia (aunque cuantos más te apoyen y compartan tu
camino, mejor, claro está).
Cuarto, adquirí el conocimiento necesario, o sea, encontrá
un profesor. Puede ser realmente frustrante el tratar de
cambiar algo o hacer algo nuevo si no tenés el conocimiento necesario para
realmente progresar en tu camino. ¡Podrías incluso estar trabajando con
información equivocada para tu objetivo en particular! Por ejemplo, si yo
tuviese una hernia lumbar o estenosis de columna, o alguna otra patología de la
columna vertebral, realmente necesitaría conseguir un muy buen profesor de yoga
que supiese del tema antes de largarme a hacer las poses (y claro, ¡antes
debería consultar a un médico!). Mi profesor puede entonces diseñarme un
programa de posturas que se ajuste a mis objetivos y condiciones particulares.
Mejor aún, puedo retornar regularmente a clases con ella para medir mi
progreso, recibir nuevo conocimiento, y corregir cualquier desviación o mal
hábito que haya adquirido al practicar sola.
¿Es corregir tu postura uno
de tus objetivos para el 2014?
¿Te gustaría que lo fuese?
Si tu respuesta es sí, y estarás en Montevideo (Uruguay) en Febrero, te dejo la siguiente invitación.
Voy a estar haciendo una
serie de talleres de 3 horas sobre Postura,
Propiocepción y Respiración para grupos muy reducidos (sólo tú y una/o o dos e tus amigas/os).
Si te interesa, ingresá
tu nombre y tu dirección de email en el formulario que aparece en la esquina
superior derecha de este blog, y recibirás toda la información relevante en
las próximas semanas.
Nos vemos la próxima semana.
Abrazo.
Victoria
--
Image credit: "Titanic Ship Sinking At Night" by Victor
Habbick /freedigitalphotos.net
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