viernes, 6 de diciembre de 2013

On 18:39 by Unknown   No comments
Comprendo completamente esta pregunta. Dado que me encanta aprender nuevas cosas sea leyendo, mirando o escuchando, me he hecho esa misma pregunta varias veces. Para deleite de mi alumna-interna y frustración de mi profesora-interna, he encontrado 4 buenas razones para ir a clases que enseña otro profesor.

1.     Un profesor experimentado en lo que tú estás tratando de aprender puede percibir lo que tú no puedes… y eso te ahorra tiempo y frustración.

Aunque me encanta aprender por mi propia cuenta, tengo que reconocer que a veces puede resultar un proceso largo y tortuoso, en especial cuando me tranco y tengo que experimentar con miles de posibles variables antes de dar con la que necesita ajustarse. Así que ahora, cuando me encuentro trancada en mi progreso, busco a alguien que llene dos criterios básicos:

a.     Es bueno en aquello en lo que yo quiero ser buena (este criterio me ayuda a elegir una persona que ya ha caminado el camino que yo quiero recorrer y por tanto ya se ha encontrado y sobrepuesto a al menos algunos de los obstáculos que yo me estoy encontrando)

b.    Sabe enseñar aquello en lo que yo quiero ser buena (este criterio me ayuda a evitar a aquellos grandes ejecutantes cuya mejor explicación sobre cómo llegar a ejecutar como ellos es “bueno dejame mostrarte cómo lo hago”. No necesito que me muestres cómo tú lo hacés bien, necesito que me expliques lo qué yo estoy haciendo mal.)

En la jerga de la Técnica Alexander a la gente le gusta hablar de “falsa apreciación sensorial” en el alumno. No me gusta esa terminología , porque en mi mundo la palabra “falsa” implica que el profesor tiene la “verdadera” apreciación sensorial… y eso es simplemente ridículo.

Los profesores no tienen la verdad. Lo que los profesores tienen es experiencia en el camino que tú estás tratando de recorrer. Tener más experiencia es algo así como tener más perspectiva. Por eso, vas a un profesor para que te ayude a ampliar tu perspectiva.  Y con una mejor perspectiva, podés ver cómo es que encajan las piezas.

Una buena analogía sería la del puzle o rompecabezas. Imaginate que estás armando uno y te trancas porque tenés un montón de piezas azules que crean la imagen de un mar, y de repente te encontrás con una pieza verde que parece ser de una imagen con pasto. Aunque tratás y tratás, no encaja el pasto en el mar. Entonces, viene alguien que ya hizo ese mismo puzle antes que tú y te dice, “¡Uy no! La imagen total no es una paisaje marítimo, es un paisaje de un lago, y el pasto iba abajo a la izquierda.”

2.   Un profesor puede hacerse cargo de ciertas cosas para que tú te puedas hacer cargo de otras cosas… y eso te ahorra energía.

Siendo un poco demasiado orgullosa para mi propio bien, a veces me creo que “Yo me puedo encargar de todo”, o peor, “Yo debería poder encargarme de todo, porque si no, no soy lo suficientemente buena”. Bueno, esa es simplemente una actitud detestable.

La verdad es que todo es un sistema dinámico, y en todo sistema dinámico cada parte tiene su rol. Tú necesitas cumplir tu rol de la mejor manera que puedas, pero realmente no deberías tratar de cumplir el rol de todos los demás.

Imaginate si fueses a ver Romeo y Julieta de Shakespeare y la actriz que hace de Julieta decidiese de repente que en verdad no necesita al actor que cumple el rol de Romeo; ella puede cumplir ambos roles. Bueno, puede que de allí surja una adaptación interesante de la obra original… pero ya no sería el Romeo y Julieta de Shakespare.
En una situación de aprendizaje pasa algo similar. Por ejemplo, cuando yo
estoy en el rol de alumna de Pilates no quiero tener que gastar energía mental decidiendo cuál ejercicio hacer luego de que complete el que está en curso. Lo que quiero es poder concentrarme en mi ejecución, en mejorar mi performance y control corporal. Confío en que la instructora va a cumplir con su rol también, y por lo tanto ella sabrá tanto cómo darme una secuencia coherente de ejercicios a realizar, y cómo corregirme la ejecución de esos ejercicios.

3.   Un profesor puede hacerte re-evaluar tus preconceptos sobre lo que se está aprendiendo y enseñando… y eso te lleva al próximo nivel.

Esto es en verdad una variante del punto número 1, aunque una variante un tanto incómoda para ser honestos. No vayas a este tipo de profesor a no ser que estés buscando un sacudón que te saque de tu complacencia (o si sos un masoquista por naturaleza).

A veces me encanta que me desafíen y me saquen de mi complacencia. Esto me ocurre generalmente cuando me estoy volviendo demasiado confiada de mis conocimientos y progreso. Es entonces que busco un profesor cuyo encare o estilo es diametralmente opuesto al mío. El profesor entonces me sacudirá todas las ideas (probablemente me enoje un poco, pero puedo bancarlo) y me abrirá los ojos a nuevas posibilidades. Esto no quiere decir que yo tenga que adoptar toda su filosofía y abandonar la mía. Lo que ocurre es que se expanden mis horizontes.

Pero, a veces todo lo que necesito es aprender el tema o avanzar en el tema; no necesito que me sacudan y paren de cabeza cuando no estoy ni siquiera segura de dónde está mi cabeza en primer lugar. Si sé que el estilo de enseñanza del profesor es del tipo des-estructurador, entonces me aseguro que como alumna sé en lo que me estoy metiendo, que el profesor puede explicar satisfactoriamente sus razones para utilizar los métodos que utiliza, y que estoy de acuerdo con él en algún nivel. Si no… salgo corriendo, y rápido.

4.   Ir a clase te da una fuente regular de feedback sobre tu progreso… y eso te ayuda a mantenerte al firme en tu camino cuando la cosa se pone dura.

El aprendizaje se puede dar en forma individual o grupal. Sea cual fuere la forma, cuando me anoto para clases en algo con un profesor no estoy solamente aprovechándome de su experiencia en la materia, también estoy aprovechándome de dos importantes extras.

Para empezar, ir a clases me da una fuente regular de feedback. Todo lo que uno hace con regularidad se acaba volviendo un hábito (es parte de nuestra neurología), y por eso es bueno tener una fuente regular de feedback sobre lo que estás haciendo para no estar habituando patrones inadecuados. Esos pequeños ajustes que se realizan clase a clase me mantienen en un camino más recto hacia mi objetivo.

Además, el ir a clase significa que es más probable que haga uso de lo que aprendí entre clases. Esto ocurre por dos razones:

1) Me gusta tener algo nuevo para investigar en mi próxima clase, me gusta progresar;

2) Seamos honestos, está bueno tener una fuente externa de motivación… ¿a quién le gusta llegar a clase y tener que admitir que otra vez no hizo los deberes?

Y como un extra de extras, si las clases son grupales, tenés además todo el aspecto comunitario. Simplemente se siente bien formar parte de un grupo que comparte tu entusiasmo por algo. Cuando estás aprendiendo con otros, también estás aprendiendo de los otros (¿quién dijo que tu único profesor tiene que ser el que está a cargo del grupo?) y también estás construyendo relaciones (y este es uno de los componentes de una vida feliz).

Así que ahora andá, tomás esa cosa en la que querés mejorar, y buscate un profesor de Técnica Alexander. Es muy probable que te pueda ayudar a destrabarte (después de todo, usamos nuestro cuerpo para todo, ¿no es cierto?)

Como siempre, los comentarios, las preguntas y los contra-argumentos son bienvenidos. Sentite libre de compartir tus pensamientos en el espacio para comentarios que aparece abajo. Todos aprendemos de todos, y tu comentario bien podría ser el momento “¡a-ha!” del siguiente lector. ¡Comparte la riqueza! ;-)
Victoria J


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