domingo, 28 de mayo de 2017


Es casi un chiste con mi pareja que cada vez que a él o a mi nos duele algo, físico o psíquico, invariablemente culpo al clima o a cualquier otro suceso atmosférico o estratosférico que esté ocurriendo en ese momento.
Ahora bien, no hago esto para liberarme de mi parte de responsabilidad en la situación doliente; es más un tema de poner mis problemas dentro de un contexto más amplio y reconocer como, en cierta medida, todo ejerce su influencia sobre todo lo demás y nada existe en un tupper aislado.
Reconocer la interrelación de todo me devuelve un poco de poder, ya que pone ciertas acciones a mi alcance. Quizás no pueda hacer nada por solucionar directamente lo que me duele, pero sí puedo jugar un poco con modificar mis circunstancias, mi contexto, mi ambiente interno o externo (ponerme un buzo, limpiar la casa, tomar agua, salir a correr, dormir una siesta, etc.) para acomodarme mejor a las condiciones “atmosféricas” presentes. A veces, es trabajando sobre algo aparentemente alejado y desconectado de mi problema actual que el tema en cuestión parece solucionarse “mágicamente” y por sí solito.
Algo parecido ocurre con los dolores o lesiones articulares.
Por ejemplo, cada tanto alguno de mis alumnos de re-educación postural viene con un problema de hombro… una tendinitis digamos. No soy ninguna experta en hombro, y por tanto asumo que para cuando llegan a mí ya han visto al especialista y tienen un diagnóstico y han seguido algún tratamiento convencional (si no han visto a un especialista y están con dolor los insto a consultar).
Pero en lo que a mi trabajo se refiere, no me focalizo tanto en trabajar directamente sobre ese hombro. Lo que a mí me interesa es ver cómo todo el resto del cuerpo está trabajando en relación al funcionamiento de ese hombro.
Es fácil asumir que si lo que duele es el hombro entonces el problema es del hombro y lo que debe ser tratado es el hombro… Pero esto no es necesariamente así. Es más, a veces el hombro está tan dolorido e inflamado que es mejor ni siquiera mover la articulación directamente, o totalmente, ya que hacerlo sólo aumentaría la irritación de los tejidos del área y por tanto el dolor en la zona.

Por lo tanto, generalmente comienzo mi trabajo evaluando el movimiento en otras articulaciones y cómo estos movimientos repercuten en la gran autopista de la comunicación de los movimientos del cuerpo: la columna vertebral.
En la Técnica Alexander, así como en muchas otras modalidades de movimiento somático, se trabaja desde la perspectiva del cuerpo como una unidad (también se trabaja desde la perspectiva de la unidad mente-cuerpo… pero eso es tema para otro artículo).
Por lo tanto, en cualquier evaluación de las capacidades o incapacidades de movimiento de una parte específica del cuerpo, se toma en consideración las capacidades e incapacidades de movimiento de todas las otras partes, y cómo esto afecta a la primera parte en cuestión.
En otras palabras, todas las articulaciones del cuerpo (articulación es dónde dos o más huesos se encuentran y relacionan) están relacionadas de alguna manera, son todas parientes cercanas o lejanas y forman una gran “familia de articulaciones”. Por eso, si un integrante de esta gran familia tiene problemas para cumplir sus funciones (por la razón que sea), todas las otras articulaciones van a compensar de alguna manera el desequilibrio funcional con tal de mantener a la familia unida y funcionando.
Tomemos a la columna vertebral como ejemplo.
Tu columna está formada por más de 24 vértebras (huesitos) apiladas una sobre la otra en una unidad funcional flexible y ondulatoria. O sea, que tan sólo en la columna hay por lo tanto más de 24 articulaciones. Una columna sana y coordinada puede doblarse hacia adelante, atrás, derecha, izquierda y torsionarse sobre sí misma. No todas las articulaciones de la columna pueden moverse la misma cantidad en todas las direcciones, pero pueden moverse un poquito al menos en cada dirección.
Cuando todas las articulaciones inter-vertebrales colaboran con la cantidad justa de grados de movilidad hacia la realización de cualquiera de las acciones de la columna, el movimiento resultante es percibido como elegante y armonioso, tanto por quien lo ejecuta como por quien lo observa.
Por otro lado, cuando una o varias de las articulaciones inter-vertebrales, por la razón que sea, pierde su capacidad de colaborar con sus grados de movilidad a las acciones de la columna, esta falta de movimiento es compensada por las otras articulaciones inter-vertebrales (y por todas las otras articulaciones del cuerpo claro). Esto significa que algunas articulaciones se mueven menos de lo necesario y otras pasan a moverse demasiado. El resultado es un movimiento que se percibe rígido y descoordinado.
El problema no es estético, ya que nos podemos acostumbrar a y habituar los movimientos más extraños, las coordinaciones más inverosímiles y las modas posturales más incomprensibles, incluso si estas al principio van en contra de nuestro sentido del ritmo, la armonía y el “flow”.
El problema es que cuanto más compensan con hiper-movilidad ciertas articulaciones la falta de movilidad en otras articulaciones, eventualmente llegamos al punto donde no hay más adaptación posible sin lastimarnos de alguna manera.
Quedamos entonces ante un escenario poco alentador: por un lado se arrestó nuestra capacidad de movernos en cierta dirección lo cual puede derribar nuestra fe en nuestra capacidad de progresar; por otro lado, si insistimos en avanzar a como sea e intentamos derribar el sano límite que nos está marcando el cuerpo, podemos llegar a lesionarnos… y seguramente nos lesionemos aquellas articulaciones que llegaron al límite de su capacidad de compensación.
Volviendo entonces al ejemplo del hombro lesionado: ¿es el hombro el problema?
Probablemente no.
¿Necesita tratamiento el hombro?
Sí, estoy 100% a favor de recurrir al fisioterapeuta para recibir tratamiento para los tejidos dañados, de forma que estos tengan las mejores chances de reconstituirse correcta y rápidamente.
Pero ¿se curará definitivamente el problema original con el tratamiento localizado?
Probablemente no. Si hay un problema de coordinación en la familia articular, el problema del hombro no es más que la punta del iceberg.
Sé que esto suena terrible. ¿Cómo podemos coordinar todas las articulaciones “correctamente”? y ¿quién tiene el tiempo para aprender a hacerlo?
No te preocupes, por suerte la coordinación de nuestras articulaciones no es algo con lo que tenemos que meternos directamente.
La coordinación es algo que nuestro sistema neuro-motor hace constantemente y por cuenta propia con lo que tiene disponible en cuanto a información sensorial (tanto externa como interna), información conceptual (nuestras ideas subconscientes sobre nuestros cuerpos y sus posibilidades de movimiento) y las capacidades reales de movimiento en todas nuestras articulaciones.
Lo que sí podemos hacer es darle a nuestro sistema información sensorial y conceptual más precisa y, dentro de lo posible, devolverle movimiento a las articulaciones que la han perdido.
En este proceso puede que te encuentres, así como yo descubro cuando trabajo sobre mi contexto y no sobre mi problema directamente, que al mejorar tu uso y el funcionamiento de otras partes de tu cuerpo, el problema de tu hombro (o de cualquier articulación que esté dando problemas) desaparece “milagrosamente”…  y con un poco de suerte, no vuelve ya más.

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