viernes, 11 de julio de 2014
Lo que sentimos sobre situaciones, personas o lugares
son también anticipaciones… y son tanto algo físico como emocional.
Traé a tu imaginación una persona que te molesta. Imaginate
que está haciendo esa cosa que te saca de quicio, esa cosa que ya le pediste
más de una vez que no haga.
Ahora sentí la tensión en tu cuerpo. Te estás
anticipando.
Anticipamos nuestras reacciones emocionales todo el
tiempo. Basamos esta anticipación en nuestra experiencia previa de esa persona,
lugar o situación. Esto es tan normal y natural como el juego de anticipación
muscular al imaginar levantar un peso que hicimos la semana pasada.
Pero, al igual que en la anticipación de un esfuerzo
físico, en la anticipación de una reacción emocional tenemos que lograr poder
ajustar nuestra respuesta a las circunstancias tales como se presentan en el
presente. De nada nos sirve reaccionar a lo que ocurrió ayer, la semana pasada
o hace media vida atrás.
Con los temas emocionales, con las relaciones
interpersonales, lograr esta disponibilidad al ajuste no es tan fácil. Levantar
una pesa puede que no nos genere una gran reacción emocional. Pero algunas
situaciones, lugares o personas son capaces de desencadenar en nosotros unas
reacciones emocionales pre-programadas y fuertemente arraigadas. Estas
reacciones, una vez que ya estamos de cabeza en la mitad del arrebato, no se
desactivan fácilmente, ni se prestan para el reajuste consciente.
Estas situaciones requieren de tomarse tiempo para
alejarse del estímulo hasta que estemos listos para enfrentarnos a la
situación, lugar o persona desde una nueva perspectiva, parados desde otro
lugar. Este “time-out” puede ser tan corto como unos segundos (el tiempo que te
lleva respirar conscientemente un par de veces y recordar tus direcciones), o
tan largo como días, semanas, meses o años. Eso sólo lo sabrás tú en contacto
con tu sistema, midiendo su grado de reactividad y tu capacidad de ajuste.
En estos periodos de “time-out”, de alejarse del
estímulo por un tiempo, lo que estamos en verdad haciendo es encontrar nuestro
propio equilibrio, nuestra coordinación, nuestro sentido del orden y la
orientación, estamos ubicando dónde está nuestra cabeza y nuestros pies.
También estamos aprendiendo a organizar nuestros recursos de nuevas maneras, en
nuevas combinaciones. Podemos incluso tomarnos el tiempo para aprender a usar
nuestros recursos en situaciones parecidas
a las que nos afectan tanto, pero un poco menos demandantes.
Eventualmente llegamos a enfrentarnos al estímulo
original con “ojos nuevos”, viéndolo por lo que es y en lo que nos ofrece HOY.
Lo encararemos diferente entonces, abordaremos la situación con un sentido del
orden nuevo. Quizás simplemente confirmemos que ya no queremos a ese lugar,
situación o persona en nuestras vidas. Lo importante no es la decisión a la que
lleguemos, sino cómo llegamos a esa decisión: los medios son siempre más importantes
que los fines.
Puede que también nos demos cuenta que hoy podemos
lidiar con el estímulo tal como se presenta. Pero quizás mañana, si el estímulo
es particularmente fuerte o nosotros estamos teniendo un día particularmente
malo, nuestra vieja reacción emocional nos invada nuevamente.
Sin embargo, esta
vez estaremos mejor preparados, más conectados con nuestros cuerpos, y podremos
reconocer las primeras señales de tensión que nos indican que nuestra vieja
respuesta anticipatoria está activándose. Podremos entonces elegir una vez más
alejarnos del estímulo para encontrar nuestros pies, nuestro sentido de la
dirección, y desde allí tomar una nueva decisión respecto a nuestra relación
con el estímulo.
Así que esta semana te invito a jugar con esta idea de
que nos anticipamos en nuestras interacciones sociales. Fijate cómo se
manifiesta en tu cuerpo la idea de encontrarte con tus seres queridos y los no
tan queridos. Fijate cuánto tiempo necesitás alejarte de un estímulo particular
para encontrar tus direcciones internas, y así poder responder a la demanda
desde un lugar fresco, flexible y coordinado. Permitite sorprenderte con lo “nuevo”
en lo “viejo”.
Hasta la próxima
Victoria
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