viernes, 4 de julio de 2014
Todos nos anticipamos; prejuzgamos en base a nuestra experiencia previa
de situaciones parecidas.
Esto no es algo malo. Es algo normal y biológico. Es la función de tu cerebro
anticiparse a las situaciones para asegurarse de que sigas con vida.
Sin embargo, si no estás atento y abierto a corregir tus pre-juicios,
puede que estés limitando tu desarrollo físico y mental-emocional.
Experimentemos con un ejemplo de cómo anticipa nuestro cerebro.
1. Sentado ahí donde estás, notá cómo está en este momento cuánta
tensión o activación muscular tenés en tu cuello, hombros, brazos, torso, y
piernas.
2. Ahora imaginate que frente tuyo hay una pesa de 15kg y la vas a
levantar con las manos.
3. Notá ahora el grado de tensión o activación muscular en tu cuello,
hombros, brazos, torso, y piernas.
¿Cambió algo? ¿Por qué ocurre esto si todo ocurrió en tu mente?
Tu cerebro guarda memorias de lo que es levantar un peso y lo que
necesitó activar muscularmente para lograrlo. Por lo tanto, cuando le diste la
orden de imaginar levantar un peso, tu cerebro toma la instrucción literalmente
y prepara tu cuerpo para el esfuerzo.
¿Es esto algo malo?
De ninguna manera. De hechos, esta anticipación te protege de lastimarte
la espalda al prepararte para la situación por venir.
Sin embargo, a veces no nos permitimos suficiente libertad para cambiar
nuestro pre-juicio de la situación, incluso cuando las circunstancias
contradicen nuestra anticipación.
Cuando yo te pido que imagines que vas a levantar un peso de 15kg tu
cerebro hace una estimación de lo que ese kilaje significa y anticipa acorde. Tu
cerebro no calcula pesos exactos, y por lo general tiende a sobre-estimar la
cantidad de esfuerzo necesario.
Si yo luego te doy una pesa real de 15kg, necesitás estar abierto a
percibir cuánto esfuerzo es realmente necesario y ajustar tu reacción para no
malgastar energía.
Esto aplica también a situaciones
mentales-emocionales.
Cuando tenemos una reunión que nos preocupa nuestro cerebro nos prepara
para defendernos u atacar. Si notas el grado de tensión en tu cuerpo por esta
pre-ocupación, te darás cuenta que te estás preparando para una situación
incierta con quizás más tensión de la que requerirá. Si la reunión es mañana, y
ya te estás pre-activando desde hoy, ¿qué tan efectiva es tu pre-activación
para las tareas del presente?
La pre-activación es algo natural, pero igual podemos aprender a
monitorear nuestro grado de activación muscular y estar dispuestos a ajustarla
según lo que la situación PRESENTE pide, y no lo que nuestra imaginación
anticipa.
APLICANDO ESTO EN TU VIDA:
Reconocé tus pre-activaciones
Para lograr notar cuándo estás usando más esfuerzo que el necesario
primero necesitás desarrollar más tu auto-conciencia corporal.
1. Un primer paso en esta dirección es realizar varias veces al día un
escaneo corporal y notar si habitualmente cargás tensión innecesaria en ciertas
zonas.
Fijate cuánto podés soltar, cúanto podés dejar de hacer, cuál es el
mínimo necesario de tensión que necesitás para mantenerte sentado o parado sin
colapsar.
2. Una vez que hayas soltado (hasta dónde te es posible) la tensión
innecesaria, imaginate la siguiente acción (física o mental-emocional) que
tenés que realizar. Notá cuánta pre-activación muscular generó este acto
imaginario y re-considerá si estás anticipando el próximo paso realmente, o 5
pasos más adelante.
Soltá nuevamente la tensión innecesaria y re-considerá qué es lo realmente
necesario para realizar el primer paso de la acción.
Por ejemplo, si tu próxima acción es mandar un email, no te adelantes al
momento de escribir si antes no levantaste los brazos y los colocaste sobre el teclado. O si tu
próxima acción es hablar con tu jefe de un problema, no te adelantes a imaginar
la mitad de la charla cuando ya estás defendiendo tu argumento. Quedate con la
siguiente acción inmediata y ajustá tu respuesta a lo que la situación presente
pide.
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Hasta la próxima.
Victoria
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