viernes, 20 de diciembre de 2013
On 10:55 by Unknown No comments
El domingo pasado tome mi última clase de Técnica
Alexander del año con mi mentora. Ella se estará volviendo para Inglaterra pronto,
y no volverá a Uruguay hasta tarde en el 2014. Así que decidí que tenía que aprovecharla lo más posible
antes de que se vaya.
Ese fue mi error.
Cuando funciono desde una mentalidad de escasez
no aprovecho las cosas. Estoy simplemente siendo una glotona, tratando de
ingerir todo lo posible con la esperanza de que se digerirá solo a su tiempo, y
que podré utilizar los resultados luego. ¡Suerte en pila! Generalmente, NO se
asimila en absoluto.
Me di cuenta de mi error cuando mi profesora
me pregunta (dándome una buena dosis de mi propia medicina) “Bueno Vicky, ¿qué
es lo que TU querés investigar hoy?”Un poco nerviosa de que me hayan atrapado
sin una pregunta energizada, dije algo vago sobre lograr más apreciación
sensorial en mi lordosis lumbo-sacra.
En seguida me di cuenta de lo no-específico
de mi pedido, y cuán desconectado estaba de una función real… y sobre todo,
cuán apagada sonaba mi voz al hacer el pedido. Esa pregunta simplemente no
tenía vida dentro mío.
Verás, en mi última clase con mi profe
habíamos estado investigando esta área en particular. Pero no la habíamos
investigado porque sí, habíamos llegado a ella por una pregunta muy específica
que yo le hice sobre otra cosa… Investigar la mecánica de la lordosis
lumbo-sacra fue el resultado de la investigación de mi pregunta original, y no
el origen de la cosa.
Al terminar aquella clase (hace más de un
mes) me había llevado un montón de información nueva, con la que estuve
trabajando sola, investigando, jugando.
Pero, (como dije la semana pasada), a esta
altura del año estoy un poco cansada. Definitivamente he dejado todas las
investigaciones intricadas de mis cuerpos físicos, mentales y emocionales para
después de las fiestas, cuando esté un poco más descansada y lista para
zambullirme dentro de alguna jugosa pregunta sobre el uso de mis cuerpos. Pero
en este momento… en este momento honestamente la lordosis lumbo-sacra me es
absolutamente indiferente.
Pero mi “mentalidad de escasez” me atrapó
cuando pensé que no estaré viendo a mi mentora por más de nueve meses. Así que
insistí en arrastrarme a mí misma y a ella por una clase de Técnica Alexander
en un día de calor extremo. Y tengo que asumir que yo ni siquiera estaba dando
mi 50% correspondiente al encuentro.
Entonces me pregunta mi profe luego de
ayudarme a soltar la bendita zona lumbo-sacra, “¿En qué actividad querés mirar
ahora a la mecánica de esta zona? Porque ya lo sabés Vicky, que las cosas sólo
cobran sentido en función, si no, es pura abstracción.”
Segundo foul.
Acá es donde mi cuenta que mi propio karma me
está persiguiendo. Yo me he pasado el año entero blogueando sobre cómo es
necesario mirar a las cosas en su contexto, de lo importante que es tener una
pregunta que te apasiona sobre algo específico, de forma de poder extraer la
lección universal desde un lugar de interés personal; y sólo así es que puedes
anclar firmemente la lección en tu experiencia personal.
Y aquí estaba yo, balbuceando de que no tenía ni la más pálida idea de en qué función
quería investigar a la mecánica lumbo-sacral; sintiéndome además como una
completa idiota y dándome cuenta que la lordosis lumbo-sacra en ese momento ME
IMPORTABA UN BLEDO.
Mi profe dijo un montón de cosas interesante
durante la clase. Yo, claro está, no me puedo acordar de casi nada en este
momento, porque no estaba 100% presente en mi lección. Eventualmente decidimos
terminar la clase e ir a almorzar y bañarnos en la piscina… ¡Ah! ¡Eso sí que
estaba bien vivito para mí!
¿Qué tiene que ver todo esto contigo?
Es ESE momento del año. Estamos todos
corriendo como pollos sin cabeza tratando de hacer todo lo que podamos antes de
que lleguen las fiestas y el fin de año. De repente nos acordaos de TODO lo que
tendríamos que haber hecho antes del final del 2013, y estamos como
enloquecidos tratando de apretar todo lo que podamos en las últimas semanas y
días antes de la Noche Vieja.
Así que
pará. Respirá. El mundo NO SE ESTÁ ACABANDO. Todo lo que
tenés que hacer va a seguir en tu lista de todos modos en la mañana del 1ero de
Enero del 2014; y seguramente puede esperara a que hayas descansado y acomodado
tu cabeza antes de que encares esos temas.
Así que
pará. Respiraá. Pensá en qué preguntas ESTÁN REALEMNTE VIVAS
en ti en este momento. ¿Qué te apasiona AHORA? Quizás sea descansar, o
reconectar con seres queridos para las fiestas, o comprar regalos de Navidad, o
disfrutar del ambiente festivo (y la rica comida).
Deshacete de la mentalidad de escasez que te
tensa, te arruga, te aprieta. Cambiate a la mentalidad de la abundancia que te
abre, te libera, de ensancha y te elonga, y te expande en todos los sentidos.
Yo sé que hubiese sido más productivo el
pasar mi tiempo con mi mentora simplemente ESTANDO allí con ella, disfrutando
de su compañía. Después de todo, es a ELLA que voy a extrañar. Empaparme en su
presencia (y en su piscina) era lo que estaba vivo en mí ese día. (…Porque ¿a
quién le importa la lordosis lumbo-sacra?)
¡Feliz Navidad a todos y un Muy Feliz Año
Nuevo!
¡Así que andá a amar a alguien, descansar y
disfrutar de la buena comida de las fiestas!
Victoria
--
"Cloud Question
Mark" courtesy of Ventrilock / FreeDigitalPhotos.net
"Christmas Greeting Card11"courtesy
of gubgib / FreeDigitalPhotos.net
sábado, 14 de diciembre de 2013
On 16:15 by Unknown No comments
“No me siento con
ganas de hacer esto hoy.”
¿Has tenido este pensamiento alguna vez?
Se te aparece justo cuando
sabés que deberías estar haciendo algo que es “bueno” para ti. Y no estoy
hablando de la típica excusa haragana. Hablo de esas veces cuando aparece el
pensamiento más como un pedido físico a la no-acción; y se crea una gran
batalla dentro tuyo. Si lo ignorás y hacés la cosa de todas formas, es como si
hubieses traicionado uno de tus anhelos más profundos sólo por seguir tus supuestos
“principios”. Si le prestás atención y no hacés lo que deberías hacer, la culpa
viene rápidamente a aplastarte con su peso.
Esa era mi situación ayer
mientras rumiaba la decisión de escribir o no mi blog. “Es fin
de año. Estoy cansada. Nadie lo está leyendo,
al menos no a esta altura del año que están todos en otra…” Mi lista de excusas
era larga, pero no tenían validez alguna; la única verdad era que, “Simplemente
no me siento con ganas de escribir
hoy”, y eso a pesar de que ya tenía el blog a medio-escribir, y era sobre un
tema que me apasiona: fines, medios y espejos.
Pero, “No me siento con ganas hoy.”
Entonces paré y escuché lo
que me estaba diciendo a mí misma. “No me siento con ganas de escribir hoy.” Interesante elección de palabras. Eran
ciertas, no me sentía con ganas para
nada en ese momento. Sentía ganas en verdad de dormir una siesta (lo hice),
comer porquerías (admito que lo hice también) y leer una novela para no pensar
en nada por un rato (lo hice). Me fui a dormir de noche sintiéndome culpable,
pero prometiéndome que escribiría el blog al día siguiente.
Sábado. Me desperté e hice
un montón de nada por un rato. Y todavía el pensamiento me perseguía
insistente, “Tendrías que escribir tu blog hoy Vicky”. “No me siento con ganas hoy tampoco,” me dije
airosa, y aplasté el pensamiento molesto bajo la lectura de un par de capítulos
más de la novela que había empezado ayer. Pero, el pensamiento apareceía una y
otra vez, así que decidí finalmente mirarlo de frente.
Verás, es que soy de esas
personas que se toman en serio eso de escuchar a sus voces internas. Estas
voces se las pasan discutiendo entre ellas, pero trato de encontrar cuál es la
que está defendiendo mis mejores intereses en ese día en particular… y cuáles
son simplemente viejos hábitos queriendo instalarse.
Ayer era verdad, estaba realmente cansada, me sentía mal,
mi mente estaba completamente fuera de servicio… necesitaba un descanso urgente
(y cuando duermo una siesta de varias horas, sé que mi cuerpo necesitaba un descanso…
porque no soy de dormir siestas). Así que ayer era cierto, no me sentía con ganas de escribir mi blog, y
era una sensación de todo mi cuerpo,
una especie de mensaje de mi ser completo que gritaba “PARÁ O TE VAS A QUEBRAR”.
Pero hoy, hoy era otra
cosa. La sensación de no querer
escribir mi blog era más una reacción
habitual, una resistencia típica a realizar trabajao que estaba
aprovechándose de mi muy honesta capitulación al descanso de ayer. Así que
agarré al mocoso gremlin de la oreja y le dije que se comportara o lo iba a
tener escribiendo blogs todos los días por un mes. Se fue ofuscado a un rincón
y me sentí libre de prender la computadora y sentarme a escribir.
¿Qué tiene todo esto que ver con la Técnica Alexander?
Todos tenemos sensaciones y
sentimiento, y son guías fantásticas para tener en cuenta. Sin embargo, las
sensaciones y sentimientos pueden ser gremlins tramposos, y tendrías que tomar
sus consejos con un grano de sal. Es por eso que ayuda el tener claros tus principios,
algo hacia lo que referirte cuando tus sentimientos se transforman en gremlins.
Tus principios son como un
espejo o un maestro; te harán saber inmediatamente cuando te estás yendo de
rumbo. Claro que sos libre de irte a donde quieras, pero ellos estarán allí
para recordarte cuál era tu intención original; y mantendrán alta esa bandera
todo el tiempo que necesites. Son tu faro que te guía de vuelta al curso que te
habías planteado cuando estés listo para ello. Sin juicios, solo recordatorios
de lo que tú dijiste que tú querías.
En mi caso era claro. Ayer,
mis sensaciones y sentimientos estaban siendo los campeones de mis principios:
yo creo fielmente en cuidar de mí misma, en cuidar de mi cuerpo, mente y alma,
y eso a veces quiere decir tomarme un DESCANSO. Hoy mis sensaciones y
sentimientos estaban comportándose como gremlins: yo creo en la
auto-disciplina, en ser fiel a mis compromisos; y luego de una noche de
descanso y un día entero de ocio no tenía ya ninguna excusa valedera para
justificar mi haraganería.
Entonces, ¿cómo distinguir una sensación confinable de
un gremlin?
Tres opciones para manejar:
1.
Escuchate a ti mismo. No escuches, las
excusas en tu cabeza: tu mente es excelente justificadora de cualquier acción
que decidas tomar emocionalmente; así que no puedes tomarte tus pensamientos
demasiado en serio. Lo que quiero decir es que escuches a tu ser completo. Es la sensación que tienes algo de todo
tu ser, un sentimiento sobrecogedor o simplemente un molesto gremlin?
2.
Recuerda tus principios fundamentales. ¿Qué tan alineada está esta sensación sobrecogedora con
tus ideales? Recuerda que una adicción puede hacerte sentir que realmente
necesitas algo que en verdad va en contra de tus principios fundamentales.
3.
Busca ayuda externa. Es difícil a veces decidir por ti mismo entre
sensaciones que compiten entre sí, porque estás atrapado en tus hábitos de
pensamiento, movimiento y emoción, y no puedes percibir la cuestión en su
contexto más amplio. Así que encuentra a alguien que pueda ayudarte a arrojar
luz sobre áreas que no estés viendo.
Ya es casi fin de año, y
estamos todos cansados y sobregirados (al menos así parece aquí en Montevideo).
Así que recuerda escuchar a tu cuerpo cuando te pide que pares, mantener tus
principios en mente cuando sentís que querés mandar a todo y todos al demonio,
e irte a tomar un té o café con una amiga cuando ya no puedes manejar tu propia
confusión existencial.
Y si los gremlins no me
atrapan la semana que viene, estaré escribiendo el prometido blog sobre fines,
medios y espejos.
¡Felices fiestas!
Victoria
viernes, 6 de diciembre de 2013
On 18:39 by Unknown No comments
Comprendo completamente esta pregunta. Dado
que me encanta aprender nuevas cosas sea leyendo, mirando o escuchando, me he
hecho esa misma pregunta varias veces. Para deleite de mi alumna-interna y
frustración de mi profesora-interna, he encontrado 4 buenas razones para ir a
clases que enseña otro profesor.
1. Un profesor experimentado en lo que tú estás tratando de
aprender puede percibir lo que tú no puedes… y eso te ahorra tiempo y
frustración.
Aunque me encanta aprender por mi propia
cuenta, tengo que reconocer que a veces puede resultar un proceso largo y
tortuoso, en especial cuando me tranco y tengo que experimentar con miles de
posibles variables antes de dar con la que necesita ajustarse. Así que ahora,
cuando me encuentro trancada en mi progreso, busco a alguien que llene dos
criterios básicos:
a. Es bueno en aquello en lo que yo quiero ser buena (este
criterio me ayuda a elegir una persona que ya ha caminado el camino que yo
quiero recorrer y por tanto ya se ha encontrado y sobrepuesto a al menos
algunos de los obstáculos que yo me estoy encontrando)
b. Sabe enseñar aquello en lo que yo quiero ser buena (este
criterio me ayuda a evitar a aquellos grandes ejecutantes cuya mejor explicación
sobre cómo llegar a ejecutar como ellos es “bueno dejame mostrarte cómo lo hago”.
No necesito que me muestres cómo tú lo
hacés bien, necesito que me expliques
lo qué yo estoy haciendo mal.)
En la jerga de la Técnica Alexander a la
gente le gusta hablar de “falsa apreciación sensorial” en el alumno. No me
gusta esa terminología , porque en mi mundo la palabra “falsa” implica que el profesor
tiene la “verdadera” apreciación sensorial… y eso es simplemente ridículo.
Los profesores no tienen la verdad. Lo que
los profesores tienen es experiencia en el camino que tú estás tratando de
recorrer. Tener más experiencia es algo así como tener más perspectiva. Por eso,
vas a un profesor para que te ayude a ampliar tu perspectiva. Y con una mejor perspectiva, podés ver cómo es
que encajan las piezas.
Una buena analogía sería la del puzle o rompecabezas.
Imaginate que estás armando uno y te trancas porque tenés un montón de piezas
azules que crean la imagen de un mar, y de repente te encontrás con una pieza
verde que parece ser de una imagen con pasto. Aunque tratás y tratás, no encaja
el pasto en el mar. Entonces, viene alguien que ya hizo ese mismo puzle antes
que tú y te dice, “¡Uy no! La imagen total no es una paisaje marítimo, es un paisaje de un lago, y el pasto iba abajo a la izquierda.”
2. Un profesor puede hacerse cargo de ciertas cosas para que
tú te puedas hacer cargo de otras cosas… y eso te ahorra energía.
Siendo
un poco demasiado orgullosa para mi propio bien, a veces me creo que “Yo me
puedo encargar de todo”, o peor, “Yo debería
poder encargarme de todo, porque si no, no soy lo suficientemente buena”.
Bueno, esa es simplemente una actitud detestable.
La
verdad es que todo es un sistema dinámico, y en todo sistema dinámico cada
parte tiene su rol. Tú necesitas cumplir tu rol de la mejor manera que puedas,
pero realmente no deberías tratar de
cumplir el rol de todos los demás.
Imaginate
si fueses a ver Romeo y Julieta de
Shakespeare y la actriz que hace de Julieta decidiese de repente que en verdad
no necesita al actor que cumple el rol de Romeo; ella puede cumplir ambos
roles. Bueno, puede que de allí surja una adaptación interesante de la obra
original… pero ya no sería el Romeo y
Julieta de Shakespare.
En una situación de aprendizaje pasa algo
similar. Por ejemplo, cuando yo
estoy en el rol de alumna de Pilates no quiero
tener que gastar energía mental decidiendo cuál ejercicio hacer luego de que
complete el que está en curso. Lo que quiero es poder concentrarme en mi ejecución,
en mejorar mi performance y control corporal. Confío en que la instructora va a
cumplir con su rol también, y por lo tanto ella sabrá tanto cómo darme una
secuencia coherente de ejercicios a realizar, y cómo corregirme la ejecución de
esos ejercicios.
3. Un profesor puede hacerte re-evaluar tus preconceptos sobre
lo que se está aprendiendo y enseñando… y eso te lleva al próximo nivel.
Esto
es en verdad una variante del punto número 1, aunque una variante un tanto
incómoda para ser honestos. No vayas a este tipo de profesor a no ser que estés
buscando un sacudón que te saque de tu complacencia (o si sos un masoquista por
naturaleza).
A
veces me encanta que me desafíen y me saquen de mi complacencia. Esto me ocurre
generalmente cuando me estoy volviendo demasiado confiada de mis conocimientos
y progreso. Es entonces que busco un profesor cuyo encare o estilo es
diametralmente opuesto al mío. El profesor entonces me sacudirá todas las ideas
(probablemente me enoje un poco, pero puedo bancarlo) y me abrirá los ojos a
nuevas posibilidades. Esto no quiere decir que yo tenga que adoptar toda su
filosofía y abandonar la mía. Lo que ocurre es que se expanden mis horizontes.
Pero,
a veces todo lo que necesito es aprender el tema o avanzar en el tema; no necesito
que me sacudan y paren de cabeza cuando no estoy ni siquiera segura de dónde
está mi cabeza en primer lugar. Si sé que el estilo de enseñanza del profesor
es del tipo des-estructurador, entonces me aseguro que como alumna sé en lo que
me estoy metiendo, que el profesor puede explicar satisfactoriamente sus
razones para utilizar los métodos que utiliza, y que estoy de acuerdo con él en
algún nivel. Si no… salgo corriendo, y rápido.
4. Ir a clase te da una fuente regular de feedback sobre tu
progreso… y eso te ayuda a mantenerte al firme en tu camino cuando la cosa se
pone dura.
El aprendizaje se puede dar en forma
individual o grupal. Sea cual fuere la forma, cuando me anoto para clases en
algo con un profesor no estoy solamente aprovechándome de su experiencia en la
materia, también estoy aprovechándome de dos importantes extras.
Para empezar, ir a clases me da una fuente
regular de feedback. Todo lo que uno hace con regularidad se acaba volviendo un
hábito (es parte de nuestra neurología), y por eso es bueno tener una fuente
regular de feedback sobre lo que estás haciendo para no estar habituando patrones
inadecuados. Esos pequeños ajustes que se realizan clase a clase me mantienen
en un camino más recto hacia mi objetivo.
Además, el ir a clase significa que es más
probable que haga uso de lo que aprendí entre clases. Esto ocurre por dos
razones:
1) Me gusta tener algo nuevo para investigar
en mi próxima clase, me gusta progresar;
2) Seamos honestos, está bueno tener una
fuente externa de motivación… ¿a quién le gusta llegar a clase y tener que
admitir que otra vez no hizo los deberes?
Y como un extra de extras, si las clases son grupales, tenés además todo el aspecto comunitario. Simplemente se siente bien formar parte de un grupo
que comparte tu entusiasmo por algo. Cuando estás aprendiendo con otros, también estás aprendiendo de los otros (¿quién dijo que tu único
profesor tiene que ser el que está a cargo del grupo?) y también estás
construyendo relaciones (y este es uno de los componentes de una vida feliz).
Así que ahora andá, tomás esa cosa en la que
querés mejorar, y buscate un profesor de
Técnica Alexander. Es muy probable que te pueda ayudar a destrabarte (después de todo, usamos nuestro cuerpo para todo, ¿no es
cierto?)
Como siempre, los comentarios,
las preguntas y los contra-argumentos son bienvenidos. Sentite libre de
compartir tus pensamientos en el espacio para comentarios que aparece abajo. Todos
aprendemos de todos, y tu comentario bien podría ser el momento “¡a-ha!” del
siguiente lector. ¡Comparte la riqueza! ;-)
Victoria J
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