lunes, 22 de mayo de 2017

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El Camino del Movimiento Consciente

Amo moverme; el movimiento es para mí una de las principales fuentes de placer y autoconocimiento. Practico varias formas de movimiento, coreografiado y libre, y estoy siempre ávida de probar formas nuevas.

No obstante, no siempre fue así para mí, esto es algo relativamente nuevo.

Dadas mis tendencias perfeccionistas, el movimiento no siempre fue una fuente de placer y asombro antes mis aparentemente ilimitadas posibilidades de movimiento. En los hechos, tendía (y si no me cuido siempre corro el riesgo de caer en esto) volver todas mis actividades y desafíos en una competencia contra otros y contra mí misma, donde el único gozo efímero venía de “ganar”, “llegar”, “lograrlo”… y hacerlo mejor que ayer. Todo mi foco estaba en la meta, nada quedaba para el trayecto.

El premio por “llegar” (vaya uno a saber a dónde) era la supuesta (y siempre corta) “admiración” de mis pares o superiores; el precio, por otro lado, era alto y perdurable. Jamás sentí verdadera felicidad después de conquistar uno de estos supuestos podios, ya que simplemente nunca era lo “suficientemente” bueno y no duraba más que unos instantes. Una vez pasado el primer entusiasmo de la conquista la victoria y sus efectos se desvanecían y me quedaba con nada del logro más que el recuerdo; pero la constante demanda por hacer más y mejor, ser más y mejor acabó corrompiendo mi confianza en la veracidad de la admiración externa. Lo que no podía darme a mí misma tampoco podía recibirlo de otros, sin importar cuán sinceros fueran en sus felicitaciones.

Pero, un buen día, me presentaron casi sin darme cuenta mi primera práctica de movimiento somático; y poquito a poco me fui enganchando con una perspectiva totalmente diferente de lo que significa moverse y ser movido.

Hoy en día, cuando practico cualquier tipo de movimiento, estoy más interesada en ser consciente de cómo estoy eligiendo moverme que en llegar a algún lugar en particular… y en los hechos eventualmente llego a muchos más lugares que antes.

Volverme consciente de cómo me muevo arroja luz sobre mis hábitos de movimiento: como siempre tiendo a elegir por default las mismas opciones de organización, incluso cuando no son las más adecuadas a la situación presente.

A través de los procedimientos de la Técnica Alexander y los procesos del programa de Movement Intelligence de Ruthy Alon aprendí a desafiar mis hábitos para abrirme nuevos caminos. La consigna es presentarme desafíos simples de movimiento en un ambiente seguro y controlado. Lo hago para enseñarme a mí misma cómo entrar y salir de estos desafíos de distintas maneras y no siempre con el mismo programa. Al descubrir nuevas posibilidades de enfrentar un mismo desafío, muchas de las cuales son mucho más placenteras y efectivas que mis hábitos, amplío el repertorio de opciones disponibles para mi mente consciente.

La consciencia aquí es clave, ya que es a medida que me vuelvo consciente de mi creciente número de opciones de enfrentar una acción que mis hábitos comienzan a perder su cualidad de ineludibles, pierden su lugar en el trono y se vuelven simplemente una opción más entre muchas otras, igualmente no importantes, entre las que puedo elegir conscientemente.

El movimiento se ha vuelta entonces una camino de auto-descubrimiento. Hoy en día, cuando hago prácticas de ejercicio físico (correr, Pilates, u otros deportes), mi foco no está ya principalmente en “ejercitar mis músculos” (ese es un beneficio que viene por añadidura) sino antes que nada mi foco está en el proceso cíclico de poner consciencia en cómo me estoy moviendo, evaluar si la elección actual es la mejor opción disponible, realizar ajustes (basados en mis investigaciones personales) y nuevamente poner consciencia para escuchar la calidad y cualidad del movimiento que brindó el ajuste.

Este proceso de “escucha”, de entrar en un diálogo nutritivo conmigo misma a través del movimiento, la sensación y la consciencia, a través del pensamiento y  la imagen, me ha brindado el único premio que vale la pena ganar: el GOZO por moverme, la ALEGRÍA de estar vivo y poder moverme.

Quizás te preguntes por qué pongo tanto énfasis en este aspecto del GOZO.

Para explicarlo, necesito ponerme un poco filosófica.

Mi maestra en Técnica Alexander cierta vez me contó que en la tradición Védica los tres atributos del SER supremo son “Sat, Chit y Ananda”, que en lenguaje criollo sería (muy esquemáticamente) algo así como: Eternidad (Conciencia), Omnisapiencia, y Gozo. También me dijo que para nosotros, meros mortales pero asimismo manifestaciones de la esencia divina, es difícil darnos cuenta y sentir que somos parte de la eternidad y la omnisapiencia, pero sí tenemos la capacidad de saber cuándo estamos conectados al Gozo puro y eterno: cada vez que sentimos ese gozo indescriptible que surge de las entrañas, nos llena y nos desborda.


Cuando el Gozo está presente, cuando experimentamos un destello de Ananda, estamos simultáneamente experimentando, aunque no nos demos cuenta, un destello de la Eternidad.

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