miércoles, 18 de octubre de 2017
3 consejos
para mantener la motivación de salir a correr
Es un hecho que incluso las cosas que me gustan mucho,
si las hago muy seguido se me vuelven rutinarias, y me aburro. Y si me aburro
dejo de hacerlas, y luego me resulta más difícil retomarlas.
En invierno y primavera tengo que recurrir a la cinta
del gimnasio para correr, ya que las lluvias y el frío atentan contra toda
continuidad de mi práctica.
Al principio correr en la cinta es una novelería en sí
misma. Luego de 6 meses de meter rambla sin parar y conocerme el trillo de
memoria tanto en dirección este como oeste, subirme a la cinta y jugar a
ganarle a los números, o probar los diferentes programas me mantiene
entretenida por varios meses.
Pero, llegado el sexto mes de cinta, ya hace rato que
se pasó la novelería, y con los amaneceres cada vez más tempranos y cálidos, me
vuelve a llamar la rambla con su promesa de brisa fresca y cambio de paisaje. Y
comienzan 6 meses más de idilio ramblero.
Más allá de la variación semestral que me ayuda a mantener
el interés en correr todo el año, es importante mantener el sentido y el
entusiasmo DURANTE los 6 meses de cada rotación. Para ello he comprobado que
los siguientes tres factores son CLAVES a la hora de darle un sentido a
levantarme al alba tres o cuatro veces por semana para correr.
1. Tener un
plan que seguir.
Está todo bien con correr lo que uno quiera, cuándo
uno quiera y cómo uno quiera. Pero si quieres volver del correr parte de tu
rutina semanal, te aconsejo tener un plan semanal progresivo para darle sentido
y dirección a tu proceso.
Hay miles de planes posibles para seguir según la meta
que te propongas alcanzar (ver siguiente punto). Yo sigo los planes de Jeff
Galloway para incrementar distancia (quiero llegar a la media maratón) y
mejorar tiempos en los 5km y los 10km. Esto significa que hay días que salgo a
correr distancias más largas, y otros que salgo a entrenar velocidad o correr
cuestas.
Pero si recién estás comenzando a correr, tu plan no
necesita ser más complejo que aumentar paulatinamente la cantidad que corres en
relación a lo que caminas en una determinada distancia (por ejemplo 5km) o un
determinado tiempo (por ejemplo 30 minutos). Sea lo que sea, lo importante es
que sea significativo para ti.
Tener un plan que seguir te ayudará a mantener la
motivación de varias maneras. Por un lado te da la medida de tu progreso a la
fecha y por otro te indica el camino que te queda por recorrer hasta llegar a
tu meta. Si confías en que quien diseñó el plan sabe lo que hace, puedes
delegar la responsabilidad de tener que decidir cada día qué hacer y
simplemente seguirlo para asegurarte variedad y progreso.
2. Tener una
meta relacionada a tu progreso como corredor.
Las metas nos mantienen motivados, interesados,
direccionados. Aunque soy una acérrima proponente de la filosofía de “disfrutar
del camino que nos lleva a la meta”, en los hechos es la meta la que marca la
dirección del camino. Si te gustaría ser parte del club de “esos locos que
corren”, tener metas que vas alcanzando, y dejando atrás en pos de nuevas
metas, es casi una necesidad.
Las metas tienen que ser significativas para ti, te
tienen que entusiasmar, y tienen que estar relacionadas a correr. Esto último es
vital. Ponerse a correr con la meta principal de “controlar el colesterol” o
“bajar de peso” es casi una receta para el fracaso en tu carrera como corredor.
Ambos objetivos están muy bien, pero son metas o beneficios no directamente
relacionados a correr. Hay que correr por el placer de hacerlo para que la
motivación para seguir corriendo perdure.
La meta más obvia como corredor es proponerte
participar de alguna de las tantas carreras de calle que se organizan a lo
largo del año. Pero si no te gustan las carreras, puedes elegir otra meta más
personal como correr una cierta cantidad de kilómetros en un año, o acumular
una cierta cantidad de horas, o correr el largo entero de la rambla, etc. Lo
importante es que sea algo concreto y relacionado a correr, el resto que lo
determinen tus ganas y tu imaginación.
3. Reclutar
un compañero.
Esta la sabe todo el mundo, pero vale la pena
remarcarla. Generarte un compromiso con alguien más te da ese impulso extra
para atarte los cordones cuando te da pereza salir, y hace la actividad más
llevadera.
Las relaciones saludables son la base de la felicidad,
y acumular kilómetros de charla o silencio con alguien a tu lado genera un
vínculo particular con tu compañero de carreras. Correr con mi hermana me
permite simplemente estar con ella, ya sea que charlemos todo el rato o que
corramos calladas; le da una cotidianeidad y una simpleza al vínculo que no
tendríamos de otra forma.
Sin duda que tener un grupo entero de amigos para
correr es muy divertido y motivador también. Sin embargo, yo me he encontrado
que la motivación para ponerme los championes y salir a correr con pereza,
sueño o aburrimiento es más fuerte cuando tengo un compromiso con una persona
concreta. De esa forma no me puedo descansar en el grupo, en que alguien más
ocupará mi lugar; si yo no estoy al firme mi falta de compromiso tiene
consecuencias no sólo para mí, sino también para mi compañero de carreras.
lunes, 9 de octubre de 2017
Hace algo más de 4 años me até nuevamente los
championes para unirme al club de “esos locos que corren”. Muchas veces en mi
vida traté de ser parte del club, pero siempre desistía a los pocos meses o
semanas. Correr no era un placer, era una tortura. Pero esta vez es diferente.
Esta vez AMO correr, NECESITO correr, DISFRUTO correr. ¿Qué cambió?
En estos nuevos años de pasión corredora, varias
personas me han preguntado cómo hacer para poder unirse al club de “esos locos
que corren” sin pasarla mal. Los siguientes son los 3 factores que a mí me
hicieron toda la diferencia.
1. Aprender a
moverse de forma eficiente, económica y placentera.
Uno de los factores claves en hacer del correr un
placer es no sentir que arrastrás un elefante con cada paso o que respirar pasa
a ser una cuestión literal “de vida o muerte”. También influye el no sentir
dolor antes, durante, ni después, en rodillas, caderas, cintura, espalda,
hombros o cuello.
Para evitar dolores y tensiones innecesarias al correr
me dediqué a aprender a usar mi cuerpo de una forma más eficiente, a re-educar mi
movimiento para recuperar liviandad y economía de esfuerzo. Hay varias
disciplinas somáticas que enseñan justamente eso. Yo tomé clases de Técnica
Alexander, del Método Feldenkrais, de los programas de Movement Intelligence de
Ruthy Alon, y del Método Pilates. Tanto me gustó lo que descubrí sobre el
movimiento en estas técnicas que en tres de ellas me formé como docente.
Si lo que te está impidiendo disfrutar de tu correr es
la tensión, el dolor, la sensación de pesadez o la incapacidad de respirar
libremente al correr, te recomiendo tomar clases en cualquiera de estas
disciplinas para re-educar tu movimiento hacia un uso de ti mismo más
eficiente.
2. Adoptar un
plan de corre-camina-corre.
Cuando comencé a correr hace 4 años, una de las
barreras más infranqueables era la de aumentar la distancia sin agotarme, ni
aburrirme. Me sentía estancada en los
5km. Cada kilómetro por encima del quinto parecía una eternidad. Fue entonces
que me encontré con el sistema de Galloway de corre-camina-corre (run-walk-run).
La premisa es simple, si no has corrido nunca,
comienzas insertando breves segundos de correr cada tantos minutos de caminata.
De a poco vas aumentando el tiempo que corres y disminuyendo el que caminas,
pero siempre mantienes el ciclo de alternar correr con caminar. Eventualmente
tus caminatas no pasan los 20 o 30 segundos, y los ratos que corres pueden ser
mucho más largos, pero nunca necesitas abandonar tus micro-descansos si no
quieres.
Desde que descubrí esta forma de administrar mi
energía al correr pude superar ampliamente los 5km. De a poco me acerco a la
media maratón, que ya no me parece una distancia imposible. Así que si lo que
te impide disfrutar de tu correr es lo inconmensurable de la distancia y el
aburrimiento de hacer lo mismo durante tanto tiempo y tantos kilómetros, te
aconsejo probar con intercalar tu correr con regulares y breves “descansos
físicos y mentales” caminando.
3. Invertir
en calzado y vestimenta adecuados.
En el pasado uno de mis mayores errores al tratar de
hacer del correr un hábito era no contar con la indumentaria apropiada. Nunca
se me ocurrió que mis championes All Star, y mi jogging y remera de algodón
fueran un problema. Sin embargo lo eran, y mucho.
El mayor problema con un mal calzado, vestimenta o
accesorio, es que al incomodarte, impedirte un movimiento eficiente, o/y
obligarte a adoptar posturas desalineadas, uno acaba corriendo con mala
biomecánica y esto lleva a tensiones, dolores y molestias que hacen del correr
algo poco placentero. Correr con vestimenta o calzado inapropiado es un camino
seguro a paspaduras, ampollas, y lesiones. Y si correr se vuelve incómodo o doloroso,
en seguida dejamos de hacerlo.
Lo bueno es que correr no es un deporte caro. Sólo
necesitás la vestimenta adecuada. Por eso, para no pasarla mal, te recomiendo
invertir en unos championes y medias apropiados para correr, ropa dry-fit (el
algodón es el enemigo del corredor, ya que absorbe el sudor), y para las
mujeres un buen sutién deportivo. No es necesario conseguir todo de última
marca y modelo, pero te recomiendo hacer una mini inversión en ropa cómoda y
apropiada para la tarea.
jueves, 10 de agosto de 2017
On 12:02 by Unknown in Anatomía, Aprender a hacer, Bones for Life, Caminar, Crear Espacio, Dolor, Ejercicio Físico, Técnica Alexander, Walk for Life 1 comment
Las primeras dos semanas de julio estuve en Perú,
caminando por las gloriosas montañas del Valle Sagrado. Fueron varios
kilómetros de subidas y bajadas, escaleras y caminitos, y todo a más de 3000m
de altura. En esos días pude experimentar en mí misma la utilidad o inutilidad
de varias ideas sobre alineación y movimiento eficiente que he aprendido en mis
más de 10 años de práctica de movimiento somático.
Esto es lo que saco en limpio de mi experiencia.
1. Las
articulaciones comprimidas por una postura desalineada y sometidas al impacto repetido
del peso total del cuerpo, son una vía segura al dolor.
Amo caminar en la naturaleza, pero a medida que se
sumaban los kilómetros y los días, amagaban con aparecer dolorsillos.
Cuando la transmisión de la presión del peso del
cuerpo desde la cabeza hacia los pies y de la contrapresión que sube de los
pies hacia la cabeza, se veía interrumpida en articulaciones comprimidas y
desalineadas, aparecía el dolor.
La compresión de las articulaciones podía deberse a
factores externos como un zapato que apretaba demasiado o una mochila muy
cargada y poco equilibrada; o a factores internos como mi propia desalineación
postural sea por cansancio, apuro, hábito o pereza.
El problema con la compresión es que, de mantenerse en
el tiempo, generaba dolor, y el dolor generaba a su vez otras adaptaciones de
la alineación corporal que intentaban proteger la zona sensible de futuros
impactos, lo cual distorsionaba aún más mi postura.
2. Caminar sin
tensión requiere de un movimiento fluido alrededor de un eje alineado.
Cuanto más se desalineaba mi cuerpo de su eje más interfería
con la coordinación de un movimiento armónico y fluido. Un movimiento fluido
requería un eje estable que generara las condiciones para que mis piernas y
brazos pudiesen moverse con soltura y generar la fuerza necesaria en el momento
justo.
Cuando el peso de mi cabeza no estaba alineado sobre
mi columna, mi cuello colapsaba hacia adelante, aumentando su curvatura. La musculatura
posterior y lateral de mi cuello y de mis hombros se contraía para sostener el
peso considerable de la cabeza (4,5kg) y así mantener los ojos alineados con el
horizonte.
Por lo general trato de ser consciente de cuánto
comprimo el cuello, acortándolo en mis movimientos cotidianos. La importancia
de esta auto-observación es una de las primeras cosas que me enseñaron cuando
comencé a tomar clases de Técnica Alexander… Y como ven es un trabajo de
auto-observación que no acaba nunca.
3. Tendemos a
olvidar que el cuello es parte de la columna.
Gran parte de la desalineación del eje del cuello tiene
su origen en ideas inconscientes que tenemos sobre nuestra anatomía y su
mecánica, y que poco tienen que ver con cómo son las cosas realmente.
Existe en casi todos nosotros una gran desconexión
entre lo que pensamos que hacemos, lo que sentimos que hacemos y lo que
realmente estamos haciendo mientras nos movemos.
Cuando pensamos en el cuello tendemos a focalizarnos
en la parte visible que va de los hombros al mentón y a la nuca. Por
consiguiente, todos nuestros esfuerzos por corregir la alineación de nuestro
cuello o por solucionar sus molestias se centran en esa pequeña porción visible
de su anatomía.
Lo que noté en mí fue que cuando recordaba que el
cuello es una continuación de mi columna vertebral (que arranca en el cóccix y llega
hasta la cabeza) percibía una mayor integración de todo mi cuerpo en cada
movimiento.
4. El mayor
problema del cuello no es la falta de flexibilidad sino la falta de estabilidad.
Para lograr que mi columna funcione como un eje
estable que transmite las fuerzas que lo atraviesan sin colapsarse, tenía que
poner atención en alinear mis vértebras de una forma orgánica, sin forzar pero
con intención clara, y mantener esa alineación durante el movimiento.
Cuando las vértebras de mi cuello se alineaban con el
resto de mi columna, el cuello podía transmitir efectivamente la presión que
surgía del impacto de mi pie en el suelo, hacia mi cabeza sin colapsar su curva.
5. Para
aliviar el cuello, la postura total del cuerpo necesita reorganizarse.
Corregir mi cuello desde el cuello mismo no me llevaba
a ningún lado. Para solucionar mis tensiones de hombros y cuello tenía que
mirar que estaba haciendo el resto de mi cuerpo, de la cabeza a los pies. Sobre
todo, tenía que mirar qué partes no se estaban involucrando en el movimiento
general del cuerpo, qué partes estaban rígidas y se movían en bloque sin dejar
que la onda de la propulsión las articule secuencial y proporcionalmente.
Al final de cada caminata, o en los momentos de
descanso, si notaba que me dolían cuello u hombros, hacía algunos movimientos
suaves que buscaban devolverle movilidad a las zonas que se habían rigidizado,
y la sensación de soporte a las zonas (como el cuello) que se sentían sobre
exigidas. Luego de estos movimientos, y al volver a caminar, notaba una
distribución del trabajo y del movimiento más equilibrada, más equitativa en
todos los segmentos de la columna y las articulaciones de los miembros.
En resumen,
para corregir efectivamente la alineación del cuello debemos tomar en cuenta a
la columna en su totalidad.
lunes, 12 de junio de 2017
On 17:03 by Unknown in Aprender a hacer, Bones for Life, Caminar, Ejercicio Físico, Postura, Ruthy Alon, Walk for Life No comments
Pulsión de vida. Pro-pulsión. Pulsación. Pro-pulsarse. Pulso. No deja de sorprenderme cuán ligada está la palabra “pulso” tanto al corazón como al movimiento hacia adelante, el caminar. “El caminar es bueno para el corazón” dicen. El caminar es parte del ritmo de la vida, del ritmo del corazón mismo, del ritmo del fluir de nuestra sangre. El caminar es nuestro pulso.
En las condiciones de vida actuales no caminamos con suficiente asiduidad. Esto genera problemas en muchos niveles, pero en el nivel más básico genera un problema circulatorio (vascular).
El corazón bombea sangre con oxígeno fresco que llega a todo el cuerpo, desde el corazón hasta los extremos de las manos y los pies, ayudada por arterias musculares y la fuerza de la gravedad. La sangre con desechos metabólicos que vuelve de los pies al corazón no cuenta con venas musculares ni con la ayuda de la gravedad, y por tanto necesita de la ayuda de otra bomba que la impulse en su viaje.
Esta bomba extra la proveen los músculos de las pantorrillas. Sin embargo, a diferencia del corazón, esta bomba no tiene un funcionamiento automático, sino que requiere del movimiento dinámico para activarla.
Al caminar generamos la contracción de los músculos de las pantorrillas, que no sólo nos impulsan a hacia adelante, sino que además impulsan la sangre en las venas hacia arriba, devuelta al corazón.
Sin la ayuda del caminar, o de otro movimiento que reclute rítmicamente los músculos de las pantorrillas, la sangre que fluye hacia abajo con el latir del corazón no sube devuelta con la misma fuerza. Esto significa que el ritmo con el que nutrimos los tejidos con sangre oxigenada no es igual al ritmo con el que los limpiamos de sus desechos metabólicos. Esto no es bueno para la salud de los tejidos, y la debilidad de la bomba de los gemelos (los músculos de las pantorrillas) está a su vez relacionada al síndrome de insuficiencia vascular periférica.
Ahora bien, no siempre es práctico salir a caminar.
Lo bueno es que podemos contraer los músculos de las pantorrillas sin movernos de donde estamos. Al pararnos en punta de pie los estamos contrayendo. Si lo hacemos repetida y rítmicamente estamos en los hechos rebotando en el lugar. Y eso lo podemos hacer en cualquier lado, incluso sentados… aunque si nos paramos ganamos ciertos beneficios extra.
Ruthy Alon, creadora de los programas Bones for Life© y Walk for Life© - Movement Intelligence©, recomienda el acto de rebotar sobre los talones como una práctica diaria para limpiar, realinear y reactivar el cuerpo y la mente, si por algún motivo caminar se nos hace imposible.
Rebotar (o caminar) suavemente en el lugar nos sacude. Esta sacudida general no solo ayuda al bombeo sanguíneo, sino que también le permite a cada hueso apoyarse más plenamente en el hueso inferior inmediato, realineando así espontáneamente al esqueleto.
Esta realineación de los huesos hace posible que el estar de pie requiera menos esfuerzo muscular, ya que la estructura se apoya en la cadena de huesos alineados del esqueleto, en vez de depender de la fuerza de los músculos para mantener la estructura erguida.
La reactivación del bombeo sanguíneo devuelta al corazón y la realineación del esqueleto conspiran juntas para limpiar y reactivar la mente. A su vez mejorar el eje tiene una influencia directa sobre nuestro estado emocional y nuestra autoimagen.
En definitiva, el movimiento dinámico es necesario para nuestra salud física y mental general. Sin embargo si nuestra alineación postural deja mucho que desear, el movimiento dinámico puede poner en riesgo ciertas articulaciones.
Con cada paso o rebote el peso total del cuerpo atraviesa cada hueso y puede colapsar las articulaciones más proclives a estar fuera de eje (cuello, lumbares, rodillas). Por eso, es esencial aprender a organizar la postura conscientemente para sostener los movimientos dinámicos con eficiencia y confianza.
Aprender a alinear el esqueleto para que la fuerza atraviese ininterrumpida de pie a cabeza es vital para poder caminar largo, tendido y sin dolor. Vale la pena aprender a pulsar con el ritmo natural. Vale la pena aprender a pro-pulsarnos.
domingo, 4 de junio de 2017
On 19:58 by Unknown in Anticipación, Cambio, El Uso de Sí Mismo, Hábitos, Memoria, Postura No comments
La bendición y la maldición de los
hábitos de movimiento
Los hábitos son respuestas aprendidas: secuencias
pre-programadas de movimientos que se ejecutan tal cual fueron grabadas, más
allá de cuán apropiadas sean para las circunstancias presentes.
Los hábitos son necesarios: ahorran tiempo y energía;
sin ellos tendríamos que armar nuestras respuestas desde cero para cada
situación. Los hábitos nos permiten anticiparnos
a los cambios y por lo tanto estar listos para responder de alguna forma que ya
probamos funciona.
Todas mis respuestas habituales fueron en algún
momento respuestas nuevas que me solucionaron algún problema o desafío. Como
funcionaron elegí repetirlas una y otra vez, cada vez que una situación o
desafío parecido se me presentó. Con cada éxito (relativo o absoluto) mi
sistema se fue convenciendo que a este comportamiento valía la pena grabarlo y
cementarlo, hacerlo automático, y por tanto lo fue pasando de una respuesta
consciente a una respuesta sub-consciente.
Este pasaje de comportamientos del plano consciente al
subconsciente o automático, es vital para ahorrar energía y tiempo. Si no me
crees, imaginate lo complicada que sería tu vida si todos los días tuvieses que
pensar qué acciones seguir para lavarte los dientes, ponerte las medias o
llevarte comida a la boca.
El problema es que una vez que una respuesta se vuelve
automática por lo general dejamos de observarla. Al dejar de observarla dejamos
de medir su eficiencia e incluso su efectividad. Y lo que comenzó como una
posible respuesta ante una desafío particular, se vuelve la única respuesta en
mi repertorio ante todos los desafíos similares.
Este constante repetición de ciertos movimiento
(piensa nomás cuántas veces al día te paras, te sientas, caminas, levantas los
brazos, etc.), que recluta los mismos músculos en las misma secuencia una y
otra vez, acaba moldeando mi piel, mis huesos, mis músculos, mis tejidos
conectivos, mi forma toda.
Mis respuestas automáticas se convierten entonces no
sólo en los andamios ocultos sobre
los que construyo mis acciones en el mundo, mis reacciones a la vida, mis
rutinas diarias, sino también los andamios
ocultos sobre los que se modela la forma con la que me presento al mundo.
Y el mundo responde a esta forma que proyecto, y su
respuesta me confirma que esta forma es como soy, es quién soy: Moveo ergo sum.
El automatismo me vuelve ciega a mis hábitos, y por tanto me dominan y me definen.
¿Puedo ser
de otra forma?
Quiero creer que sí. Los andamios de mis acciones son ocultos sólo mientras no me dedique a
buscarlos y des-cubrirlos. Quizás
entonces pueda aprender a elegir y construir nuevas respuestas…
viernes, 2 de junio de 2017
On 13:49 by Unknown No comments
Hace ya más
de un año que, junto con Eduardo, venimos desarrollando en el estudio de Beatriz
Sagarra una modalidad diferente de practicar el método Pilates que integra la meditación
y el trabajo con la alineación postural y el movimiento sin esfuerzos
innecesarios. Lo que comenzó como un grupo experimental hoy es ya una modalidad
establecida y en constante desarrollo.
Para
quienes estén interesados en explorar una nueva forma de entender y practicar
Pilates, los invitamos a participar de una clase el viernes 16 de junio de 8:30
a 9:45.
Hay sólo 5
cupos disponibles.
domingo, 28 de mayo de 2017
On 20:44 by Unknown in Auto Observación, Cambio, Dolor, Fisioterapia, Lesiones, Percepción, Principios, Técnica Alexander, Unidad Psicofísica No comments
Es casi un
chiste con mi pareja que cada vez que a él o a mi nos duele algo, físico o
psíquico, invariablemente culpo al clima o a cualquier otro suceso atmosférico
o estratosférico que esté ocurriendo en ese momento.
Ahora
bien, no hago esto para liberarme de mi parte de responsabilidad en la situación
doliente; es más un tema de poner mis problemas dentro de un contexto más
amplio y reconocer como, en cierta medida, todo ejerce su influencia sobre todo
lo demás y nada existe en un tupper aislado.
Reconocer la
interrelación de todo me devuelve un poco de poder, ya que pone ciertas
acciones a mi alcance. Quizás no pueda hacer nada por solucionar directamente
lo que me duele, pero sí puedo jugar un poco con modificar mis circunstancias,
mi contexto, mi ambiente interno o externo (ponerme un buzo, limpiar la casa,
tomar agua, salir a correr, dormir una siesta, etc.) para acomodarme mejor a
las condiciones “atmosféricas” presentes. A veces, es trabajando sobre algo
aparentemente alejado y desconectado de mi problema actual que el tema en
cuestión parece solucionarse “mágicamente” y por sí solito.
Algo
parecido ocurre con los dolores o lesiones articulares.
Por
ejemplo, cada tanto alguno de mis alumnos de re-educación postural viene con un
problema de hombro… una tendinitis digamos. No soy ninguna experta en hombro, y
por tanto asumo que para cuando llegan a mí ya han visto al especialista y
tienen un diagnóstico y han seguido algún tratamiento convencional (si no han
visto a un especialista y están con dolor los insto a consultar).
Pero en lo
que a mi trabajo se refiere, no me focalizo tanto en trabajar directamente sobre
ese hombro. Lo que a mí me interesa es ver cómo todo el resto del cuerpo está
trabajando en relación al funcionamiento de ese hombro.
Es fácil
asumir que si lo que duele es el hombro entonces el problema es del hombro y lo
que debe ser tratado es el hombro… Pero esto no es necesariamente así. Es más,
a veces el hombro está tan dolorido e inflamado que es mejor ni siquiera mover
la articulación directamente, o totalmente, ya que hacerlo sólo aumentaría la
irritación de los tejidos del área y por tanto el dolor en la zona.
Por lo
tanto, generalmente comienzo mi trabajo evaluando el movimiento en otras
articulaciones y cómo estos movimientos repercuten en la gran autopista de la
comunicación de los movimientos del cuerpo: la columna vertebral.
En la
Técnica Alexander, así como en muchas otras modalidades de movimiento somático,
se trabaja desde la perspectiva del cuerpo como una unidad (también se trabaja
desde la perspectiva de la unidad mente-cuerpo… pero eso es tema para otro
artículo).
Por lo
tanto, en cualquier evaluación de las capacidades o incapacidades de movimiento
de una parte específica del cuerpo, se toma en consideración las capacidades e
incapacidades de movimiento de todas las otras partes, y cómo esto afecta a la
primera parte en cuestión.
En otras
palabras, todas las articulaciones del cuerpo (articulación es dónde dos o más
huesos se encuentran y relacionan) están relacionadas de alguna manera, son
todas parientes cercanas o lejanas y forman una gran “familia de
articulaciones”. Por eso, si un integrante de esta gran familia tiene problemas
para cumplir sus funciones (por la razón que sea), todas las otras
articulaciones van a compensar de alguna manera el desequilibrio funcional con
tal de mantener a la familia unida y funcionando.
Tomemos a
la columna vertebral como ejemplo.
Tu columna
está formada por más de 24 vértebras (huesitos) apiladas una sobre la otra en
una unidad funcional flexible y ondulatoria. O sea, que tan sólo en la columna
hay por lo tanto más de 24 articulaciones. Una columna sana y coordinada puede
doblarse hacia adelante, atrás, derecha, izquierda y torsionarse sobre sí
misma. No todas las articulaciones de la columna pueden moverse la misma
cantidad en todas las direcciones, pero pueden moverse un poquito al menos en
cada dirección.
Cuando
todas las articulaciones inter-vertebrales colaboran con la cantidad justa de grados
de movilidad hacia la realización de cualquiera de las acciones de la columna,
el movimiento resultante es percibido como elegante y armonioso, tanto por
quien lo ejecuta como por quien lo observa.
Por otro
lado, cuando una o varias de las articulaciones inter-vertebrales, por la razón
que sea, pierde su capacidad de colaborar con sus grados de movilidad a las
acciones de la columna, esta falta de movimiento es compensada por las otras
articulaciones inter-vertebrales (y por todas las otras articulaciones del
cuerpo claro). Esto significa que algunas articulaciones se mueven menos de lo
necesario y otras pasan a moverse demasiado. El resultado es un movimiento que
se percibe rígido y descoordinado.
El
problema no es estético, ya que nos podemos acostumbrar a y habituar los
movimientos más extraños, las coordinaciones más inverosímiles y las modas
posturales más incomprensibles, incluso si estas al principio van en contra de
nuestro sentido del ritmo, la armonía y el “flow”.
El
problema es que cuanto más compensan con hiper-movilidad ciertas articulaciones
la falta de movilidad en otras articulaciones, eventualmente llegamos al punto
donde no hay más adaptación posible sin lastimarnos de alguna manera.
Quedamos
entonces ante un escenario poco alentador: por un lado se arrestó nuestra
capacidad de movernos en cierta dirección lo cual puede derribar nuestra fe en
nuestra capacidad de progresar; por otro lado, si insistimos en avanzar a como
sea e intentamos derribar el sano límite que nos está marcando el cuerpo,
podemos llegar a lesionarnos… y seguramente nos lesionemos aquellas
articulaciones que llegaron al límite de su capacidad de compensación.
Volviendo
entonces al ejemplo del hombro lesionado: ¿es el hombro el problema?
Probablemente
no.
¿Necesita
tratamiento el hombro?
Sí, estoy
100% a favor de recurrir al fisioterapeuta para recibir tratamiento para los
tejidos dañados, de forma que estos tengan las mejores chances de
reconstituirse correcta y rápidamente.
Pero ¿se
curará definitivamente el problema original con el tratamiento localizado?
Probablemente
no. Si hay un problema de coordinación en la familia articular, el problema del
hombro no es más que la punta del iceberg.
Sé que
esto suena terrible. ¿Cómo podemos coordinar todas las articulaciones
“correctamente”? y ¿quién tiene el tiempo para aprender a hacerlo?
No te
preocupes, por suerte la coordinación de nuestras articulaciones no es algo con
lo que tenemos que meternos directamente.
La
coordinación es algo que nuestro sistema neuro-motor hace constantemente y por
cuenta propia con lo que tiene disponible en cuanto a información sensorial
(tanto externa como interna), información conceptual (nuestras ideas
subconscientes sobre nuestros cuerpos y sus posibilidades de movimiento) y las
capacidades reales de movimiento en todas nuestras articulaciones.
Lo que sí
podemos hacer es darle a nuestro sistema información sensorial y conceptual más
precisa y, dentro de lo posible, devolverle movimiento a las articulaciones que
la han perdido.
En
este proceso puede que te encuentres, así como yo descubro cuando trabajo sobre
mi contexto y no sobre mi problema directamente, que al mejorar tu uso y el
funcionamiento de otras partes de tu cuerpo, el problema de tu hombro (o de
cualquier articulación que esté dando problemas) desaparece
“milagrosamente”… y con un poco de
suerte, no vuelve ya más.lunes, 22 de mayo de 2017
On 10:21 by Unknown No comments
El Camino del
Movimiento Consciente
Amo moverme; el movimiento
es para mí una de las principales fuentes de placer y autoconocimiento.
Practico varias formas de movimiento, coreografiado y libre, y estoy siempre
ávida de probar formas nuevas.
No obstante, no siempre fue
así para mí, esto es algo relativamente nuevo.
Dadas mis tendencias
perfeccionistas, el movimiento no siempre fue una fuente de placer y asombro
antes mis aparentemente ilimitadas posibilidades de movimiento. En los hechos,
tendía (y si no me cuido siempre corro el riesgo de caer en esto) volver todas
mis actividades y desafíos en una competencia contra otros y contra mí misma,
donde el único gozo efímero venía de “ganar”, “llegar”, “lograrlo”… y hacerlo
mejor que ayer. Todo mi foco estaba en la meta, nada quedaba para el trayecto.
El premio por
“llegar” (vaya uno a saber a dónde) era la supuesta (y siempre corta)
“admiración” de mis pares o superiores; el precio, por otro lado, era
alto y perdurable. Jamás sentí verdadera felicidad
después de conquistar uno de estos supuestos podios, ya que simplemente nunca
era lo “suficientemente” bueno y no duraba más que unos instantes. Una vez
pasado el primer entusiasmo de la conquista la victoria y sus efectos se
desvanecían y me quedaba con nada del logro más que el recuerdo; pero la
constante demanda por hacer más y mejor, ser más y mejor acabó corrompiendo mi
confianza en la veracidad de la admiración externa. Lo que no podía darme a mí
misma tampoco podía recibirlo de otros, sin importar cuán sinceros fueran en
sus felicitaciones.
Pero, un buen día, me
presentaron casi sin darme cuenta mi primera práctica de movimiento somático; y
poquito a poco me fui enganchando con una perspectiva totalmente diferente de
lo que significa moverse y ser movido.
Hoy en día, cuando practico
cualquier tipo de movimiento, estoy más interesada en ser consciente de cómo estoy eligiendo moverme que en
llegar a algún lugar en particular… y en los hechos eventualmente llego a
muchos más lugares que antes.
Volverme consciente de cómo me muevo arroja luz sobre
mis hábitos de movimiento: como
siempre tiendo a elegir por default las mismas opciones de organización,
incluso cuando no son las más adecuadas a la situación presente.
A través de los procedimientos de la Técnica Alexander
y los procesos del programa de Movement Intelligence de Ruthy Alon aprendí a
desafiar mis hábitos para abrirme nuevos caminos. La consigna es presentarme
desafíos simples de movimiento en un ambiente seguro y controlado. Lo hago para
enseñarme a mí misma cómo entrar y salir de estos desafíos de distintas maneras
y no siempre con el mismo programa. Al descubrir nuevas posibilidades de
enfrentar un mismo desafío, muchas de las cuales son mucho más placenteras y
efectivas que mis hábitos, amplío el repertorio de opciones disponibles para mi
mente consciente.
La consciencia aquí es clave, ya que es a medida que
me vuelvo consciente de mi creciente número de opciones de enfrentar una acción
que mis hábitos comienzan a perder su cualidad de ineludibles, pierden su lugar
en el trono y se vuelven simplemente una opción más entre muchas otras,
igualmente no importantes, entre las que puedo elegir conscientemente.
El movimiento se ha vuelta entonces una camino de
auto-descubrimiento. Hoy en día, cuando hago prácticas de ejercicio físico
(correr, Pilates, u otros deportes), mi foco no está ya principalmente en
“ejercitar mis músculos” (ese es un beneficio que viene por añadidura) sino
antes que nada mi foco está en el proceso cíclico de poner consciencia en cómo
me estoy moviendo, evaluar si la elección actual es la mejor opción disponible,
realizar ajustes (basados en mis investigaciones personales) y nuevamente poner
consciencia para escuchar la calidad y cualidad del movimiento que brindó el
ajuste.
Este proceso de “escucha”, de entrar en un diálogo
nutritivo conmigo misma a través del movimiento, la sensación y la consciencia,
a través del pensamiento y la imagen, me
ha brindado el único premio que vale la pena ganar: el GOZO por moverme, la
ALEGRÍA de estar vivo y poder moverme.
Quizás te preguntes por qué pongo tanto énfasis en
este aspecto del GOZO.
Para explicarlo, necesito ponerme un poco filosófica.
Mi maestra en Técnica Alexander cierta vez me contó
que en la tradición Védica los tres atributos del SER supremo son “Sat, Chit y
Ananda”, que en lenguaje criollo sería (muy esquemáticamente) algo así como: Eternidad
(Conciencia), Omnisapiencia, y Gozo. También me dijo que para nosotros, meros
mortales pero asimismo manifestaciones de la esencia divina, es difícil darnos
cuenta y sentir que somos parte de la eternidad y la omnisapiencia, pero sí
tenemos la capacidad de saber cuándo estamos conectados al Gozo puro y eterno:
cada vez que sentimos ese gozo indescriptible que surge de las entrañas, nos
llena y nos desborda.
Cuando el Gozo está presente, cuando experimentamos un
destello de Ananda, estamos simultáneamente experimentando, aunque no nos demos
cuenta, un destello de la Eternidad.
martes, 16 de mayo de 2017
On 16:47 by Unknown in Taller No comments
lunes, 8 de mayo de 2017
La buena postura tiene más que ver con cómo te
mueves que con cómo te quedas quieto.
Al salir
de la adolescencia y entrar en mis veinte mi postura pasó de ser un “no-tema” a
un tema recurrente. Una de mis abuelas tenía osteoporosis y una notoria joroba
y entre mi familia es bastante común la postura de hombros caídos hacia
adelante. Mi otra abuela, que goza de buena postura, huesos de acero y
envidiable salud (será el gen escocés… espero haberlo heredado) jura que su
secreto es que de chica caminaba media hora diaria con un palo de escoba
atravesado en la espalda. Cuando mi hermana en su adolescencia ya mostraba
indicios de seguir la línea familiar de hombros caídos, le recomendaron usar
uno de esos arneses elásticos que se supone ayudan a corregir la postura.
Dado este
panorama no sorprende que hasta no hace tanto creyese como muchos que la
postura es algo que se corrige desde afuera, o sea que hay una tal “buena
postura” que debe alcanzarse y luego mantenerse a base de entrenamiento
muscular. Cuando en mis veinte empecé a ver señales que mis hombros iban por el
descendiente camino familiar me compré uno de esos arneses fantásticos y lo
traté de usar diariamente, ajustado al máximo obvio. Era horriblemente incómodo
y doloroso; me dejaba los hombros y el cuello a la miseria. Lo más triste sin
embargo era ver como cuando me sacaba el elemento de tortura mis hombros
invariablemente rodaban para adelante, dolorosos pero agradecidos de volver a la
“mala” postura que obviamente les quedaba más cómoda. En resumen, mi postura se
desmoronaba siempre que no la estuviese fijando en una posición “correcta” por
medios externos o por fuerza muscular.
Esta idea
de lo que implica una buena postura y cómo lograrla es bastante común. Una
rápida búsqueda en Google de “ejercicios posturales” arrojan un montón de
resultados que se ajustan a esta idea: qué músculos necesitas fortalecer para
mantenerte erguido (por lo general se habla de los músculos del “core” o
“centro”, o sea abdominales y espalda) y cuáles músculos deberías estirar para
sacarlos de su acortamiento crónico (principalmente los músculos que unen tus
piernas y brazos a tu tronco como ser los pectorales, isquiotibiales y psoas).
Aclaremos,
no tengo nada contra estos ejercicios ya que comparto en cierta medida la idea
que la fuerza y flexibilidad relativa de ciertos grupos musculares juega un rol
importante en lo que damos a llamar “buena” postura. Sin embargo, sí tengo un
problema con el modelo de postura que los subyace e informa.
Desde la
perspectiva de las técnicas somáticas de
movimiento el término “postura” tal como es entendido habitualmente es un
concepto irrelevante, por lo tanto, no tiene sentido aferrarse ni al término en
sí ni a ninguna postura física que se considera “buena”. La palabra postura
(etimológicamente emparentada con la palabra “poste”) implica algo estático, y
la vida es todo menos estática.
Cuando
admiramos a alguien que tiene “buena postura” lo que en realidad estamos
admirando es su alineación ósea
congruente y óptima para con la actividad que está realizando en ese momento.
En inglés se usa la palabra “poise” que es algo así como “equilibrio dinámico”,
o sea tener buen “poise” es tener la capacidad de adaptarse a las
constantemente cambiantes demandas de equilibrio del cuerpo en el campo
gravitatorio de tal forma que no parece haber esfuerzo visible. Esta “quietud”
o “silencio” de esfuerzos innecesarios, este juego eficiente de pesos y
contrapesos, es la verdadera definición de “buena postura” y se manifiesta en
una actitud general del cuerpo y la
persona más que en una forma en particular.
El mayor
problema con la interpretación habitual del término postura es que nos lleva a
pensar en formas fijas, estáticas,
inmóviles. El problema con esta concepción es que no se ajusta a la realidad
del cuerpo en el campo gravitatorio de la Tierra. Nos estamos moviendo siempre,
incluso cuando creemos que estamos quietos. En todo momento hay alguna parte de
nuestro cuerpo que está en movimiento (cómo mínimo el movimiento respiratorio),
y todo movimiento localizado genera adaptaciones en todas las otras partes del
cuerpo para mantener el equilibrio de la totalidad.
Es
evidente entonces que mantener la ilusión de una “buena postura” es más una
cuestión de administrar el equilibrio dinámico de partes en constante movimiento
que una cuestión de mantener ciertas partes de nuestra anatomía en una posición
fija (por ejemplo, “hombros bajos”). La postura es una danza, repleta de
improvisaciones y micro y macro ajustes de tono y dirección. Dado que todas
nuestras partes deben estar prontas para moverse en relación y respuesta al
movimiento de todas nuestras otras partes, tratar de mantener una postura fija
no es más que interferir con el acto de estar vivo.
Por
ejemplo, los omóplatos necesitan moverse como parte del movimiento de rotación
del tronco y por efecto del balanceo natural de los brazos. A su vez, los
omóplatos necesitan adaptar su posición en respuesta al movimiento de las
costillas al respirar. Al fijar los hombros en una posición única interferimos
con nuestro caminar y con nuestro respirar. Todo esto interfiere en el
movimiento y equilibrio de la columna, y cualquier cosa que interfiera con la
columna automáticamente aumenta el esfuerzo que debemos realizar para mover
nuestros brazos y piernas.
Obviamente
cuando desequilibras tu columna, desequilibras tu eje, y pocas cosas son más angustiantes para tu sistema que la
posibilidad de perder el equilibro y darte la cabeza contra el piso. En respuesta tu sistema aumenta la tensión
general del cuerpo. Como ves, un sistema desequilibrado en lo físico generará
un desequilibrio en lo psíquico.
jueves, 9 de marzo de 2017
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