miércoles, 18 de octubre de 2017


3 consejos para mantener la motivación de salir a correr

Es un hecho que incluso las cosas que me gustan mucho, si las hago muy seguido se me vuelven rutinarias, y me aburro. Y si me aburro dejo de hacerlas, y luego me resulta más difícil retomarlas.

En invierno y primavera tengo que recurrir a la cinta del gimnasio para correr, ya que las lluvias y el frío atentan contra toda continuidad de mi práctica.

Al principio correr en la cinta es una novelería en sí misma. Luego de 6 meses de meter rambla sin parar y conocerme el trillo de memoria tanto en dirección este como oeste, subirme a la cinta y jugar a ganarle a los números, o probar los diferentes programas me mantiene entretenida por varios meses.

Pero, llegado el sexto mes de cinta, ya hace rato que se pasó la novelería, y con los amaneceres cada vez más tempranos y cálidos, me vuelve a llamar la rambla con su promesa de brisa fresca y cambio de paisaje. Y comienzan 6 meses más de idilio ramblero.

Más allá de la variación semestral que me ayuda a mantener el interés en correr todo el año, es importante mantener el sentido y el entusiasmo DURANTE los 6 meses de cada rotación. Para ello he comprobado que los siguientes tres factores son CLAVES a la hora de darle un sentido a levantarme al alba tres o cuatro veces por semana para correr.

1. Tener un plan que seguir.

Está todo bien con correr lo que uno quiera, cuándo uno quiera y cómo uno quiera. Pero si quieres volver del correr parte de tu rutina semanal, te aconsejo tener un plan semanal progresivo para darle sentido y dirección a tu proceso.

Hay miles de planes posibles para seguir según la meta que te propongas alcanzar (ver siguiente punto). Yo sigo los planes de Jeff Galloway para incrementar distancia (quiero llegar a la media maratón) y mejorar tiempos en los 5km y los 10km. Esto significa que hay días que salgo a correr distancias más largas, y otros que salgo a entrenar velocidad o correr cuestas.

Pero si recién estás comenzando a correr, tu plan no necesita ser más complejo que aumentar paulatinamente la cantidad que corres en relación a lo que caminas en una determinada distancia (por ejemplo 5km) o un determinado tiempo (por ejemplo 30 minutos). Sea lo que sea, lo importante es que sea significativo para ti.

Tener un plan que seguir te ayudará a mantener la motivación de varias maneras. Por un lado te da la medida de tu progreso a la fecha y por otro te indica el camino que te queda por recorrer hasta llegar a tu meta. Si confías en que quien diseñó el plan sabe lo que hace, puedes delegar la responsabilidad de tener que decidir cada día qué hacer y simplemente seguirlo para asegurarte variedad y progreso.

2. Tener una meta relacionada a tu progreso como corredor.

Las metas nos mantienen motivados, interesados, direccionados. Aunque soy una acérrima proponente de la filosofía de “disfrutar del camino que nos lleva a la meta”, en los hechos es la meta la que marca la dirección del camino. Si te gustaría ser parte del club de “esos locos que corren”, tener metas que vas alcanzando, y dejando atrás en pos de nuevas metas, es casi una necesidad.

Las metas tienen que ser significativas para ti, te tienen que entusiasmar, y tienen que estar relacionadas a correr. Esto último es vital. Ponerse a correr con la meta principal de “controlar el colesterol” o “bajar de peso” es casi una receta para el fracaso en tu carrera como corredor. Ambos objetivos están muy bien, pero son metas o beneficios no directamente relacionados a correr. Hay que correr por el placer de hacerlo para que la motivación para seguir corriendo perdure.

La meta más obvia como corredor es proponerte participar de alguna de las tantas carreras de calle que se organizan a lo largo del año. Pero si no te gustan las carreras, puedes elegir otra meta más personal como correr una cierta cantidad de kilómetros en un año, o acumular una cierta cantidad de horas, o correr el largo entero de la rambla, etc. Lo importante es que sea algo concreto y relacionado a correr, el resto que lo determinen tus ganas y tu imaginación.

3. Reclutar un compañero.

Esta la sabe todo el mundo, pero vale la pena remarcarla. Generarte un compromiso con alguien más te da ese impulso extra para atarte los cordones cuando te da pereza salir, y hace la actividad más llevadera.

Las relaciones saludables son la base de la felicidad, y acumular kilómetros de charla o silencio con alguien a tu lado genera un vínculo particular con tu compañero de carreras. Correr con mi hermana me permite simplemente estar con ella, ya sea que charlemos todo el rato o que corramos calladas; le da una cotidianeidad y una simpleza al vínculo que no tendríamos de otra forma.

Sin duda que tener un grupo entero de amigos para correr es muy divertido y motivador también. Sin embargo, yo me he encontrado que la motivación para ponerme los championes y salir a correr con pereza, sueño o aburrimiento es más fuerte cuando tengo un compromiso con una persona concreta. De esa forma no me puedo descansar en el grupo, en que alguien más ocupará mi lugar; si yo no estoy al firme mi falta de compromiso tiene consecuencias no sólo para mí, sino también para mi compañero de carreras.


lunes, 9 de octubre de 2017

On 18:17 by Unknown in ,    1 comment

Hace algo más de 4 años me até nuevamente los championes para unirme al club de “esos locos que corren”. Muchas veces en mi vida traté de ser parte del club, pero siempre desistía a los pocos meses o semanas. Correr no era un placer, era una tortura. Pero esta vez es diferente. Esta vez AMO correr, NECESITO correr, DISFRUTO correr. ¿Qué cambió?

En estos nuevos años de pasión corredora, varias personas me han preguntado cómo hacer para poder unirse al club de “esos locos que corren” sin pasarla mal. Los siguientes son los 3 factores que a mí me hicieron toda la diferencia.

1. Aprender a moverse de forma eficiente, económica y placentera.

Uno de los factores claves en hacer del correr un placer es no sentir que arrastrás un elefante con cada paso o que respirar pasa a ser una cuestión literal “de vida o muerte”. También influye el no sentir dolor antes, durante, ni después, en rodillas, caderas, cintura, espalda, hombros o cuello.

Para evitar dolores y tensiones innecesarias al correr me dediqué a aprender a usar mi cuerpo de una forma más eficiente, a re-educar mi movimiento para recuperar liviandad y economía de esfuerzo. Hay varias disciplinas somáticas que enseñan justamente eso. Yo tomé clases de Técnica Alexander, del Método Feldenkrais, de los programas de Movement Intelligence de Ruthy Alon, y del Método Pilates. Tanto me gustó lo que descubrí sobre el movimiento en estas técnicas que en tres de ellas me formé como docente.

Si lo que te está impidiendo disfrutar de tu correr es la tensión, el dolor, la sensación de pesadez o la incapacidad de respirar libremente al correr, te recomiendo tomar clases en cualquiera de estas disciplinas para re-educar tu movimiento hacia un uso de ti mismo más eficiente.

2. Adoptar un plan de corre-camina-corre.

Cuando comencé a correr hace 4 años, una de las barreras más infranqueables era la de aumentar la distancia sin agotarme, ni aburrirme.  Me sentía estancada en los 5km. Cada kilómetro por encima del quinto parecía una eternidad. Fue entonces que me encontré con el sistema de Galloway de corre-camina-corre (run-walk-run).

La premisa es simple, si no has corrido nunca, comienzas insertando breves segundos de correr cada tantos minutos de caminata. De a poco vas aumentando el tiempo que corres y disminuyendo el que caminas, pero siempre mantienes el ciclo de alternar correr con caminar. Eventualmente tus caminatas no pasan los 20 o 30 segundos, y los ratos que corres pueden ser mucho más largos, pero nunca necesitas abandonar tus micro-descansos si no quieres.

Desde que descubrí esta forma de administrar mi energía al correr pude superar ampliamente los 5km. De a poco me acerco a la media maratón, que ya no me parece una distancia imposible. Así que si lo que te impide disfrutar de tu correr es lo inconmensurable de la distancia y el aburrimiento de hacer lo mismo durante tanto tiempo y tantos kilómetros, te aconsejo probar con intercalar tu correr con regulares y breves “descansos físicos y mentales” caminando.

3. Invertir en calzado y vestimenta adecuados.

En el pasado uno de mis mayores errores al tratar de hacer del correr un hábito era no contar con la indumentaria apropiada. Nunca se me ocurrió que mis championes All Star, y mi jogging y remera de algodón fueran un problema. Sin embargo lo eran, y mucho.

El mayor problema con un mal calzado, vestimenta o accesorio, es que al incomodarte, impedirte un movimiento eficiente, o/y obligarte a adoptar posturas desalineadas, uno acaba corriendo con mala biomecánica y esto lleva a tensiones, dolores y molestias que hacen del correr algo poco placentero. Correr con vestimenta o calzado inapropiado es un camino seguro a paspaduras, ampollas, y lesiones. Y si correr se vuelve incómodo o doloroso, en seguida dejamos de hacerlo.


Lo bueno es que correr no es un deporte caro. Sólo necesitás la vestimenta adecuada. Por eso, para no pasarla mal, te recomiendo invertir en unos championes y medias apropiados para correr, ropa dry-fit (el algodón es el enemigo del corredor, ya que absorbe el sudor), y para las mujeres un buen sutién deportivo. No es necesario conseguir todo de última marca y modelo, pero te recomiendo hacer una mini inversión en ropa cómoda y apropiada para la tarea.

jueves, 10 de agosto de 2017


Las primeras dos semanas de julio estuve en Perú, caminando por las gloriosas montañas del Valle Sagrado. Fueron varios kilómetros de subidas y bajadas, escaleras y caminitos, y todo a más de 3000m de altura. En esos días pude experimentar en mí misma la utilidad o inutilidad de varias ideas sobre alineación y movimiento eficiente que he aprendido en mis más de 10 años de práctica de movimiento somático.
Esto es lo que saco en limpio de mi experiencia.

1. Las articulaciones comprimidas por una postura desalineada y sometidas al impacto repetido del peso total del cuerpo, son una vía segura al dolor.

Amo caminar en la naturaleza, pero a medida que se sumaban los kilómetros y los días, amagaban con aparecer dolorsillos.

Cuando la transmisión de la presión del peso del cuerpo desde la cabeza hacia los pies y de la contrapresión que sube de los pies hacia la cabeza, se veía interrumpida en articulaciones comprimidas y desalineadas, aparecía el dolor.

La compresión de las articulaciones podía deberse a factores externos como un zapato que apretaba demasiado o una mochila muy cargada y poco equilibrada; o a factores internos como mi propia desalineación postural sea por cansancio, apuro, hábito o pereza.

El problema con la compresión es que, de mantenerse en el tiempo, generaba dolor, y el dolor generaba a su vez otras adaptaciones de la alineación corporal que intentaban proteger la zona sensible de futuros impactos, lo cual distorsionaba aún más mi postura.

2. Caminar sin tensión requiere de un movimiento fluido alrededor de un eje alineado.

Cuanto más se desalineaba mi cuerpo de su eje más interfería con la coordinación de un movimiento armónico y fluido. Un movimiento fluido requería un eje estable que generara las condiciones para que mis piernas y brazos pudiesen moverse con soltura y generar la fuerza necesaria en el momento justo.

Cuando el peso de mi cabeza no estaba alineado sobre mi columna, mi cuello colapsaba hacia adelante, aumentando su curvatura. La musculatura posterior y lateral de mi cuello y de mis hombros se contraía para sostener el peso considerable de la cabeza (4,5kg) y así mantener los ojos alineados con el horizonte.

Por lo general trato de ser consciente de cuánto comprimo el cuello, acortándolo en mis movimientos cotidianos. La importancia de esta auto-observación es una de las primeras cosas que me enseñaron cuando comencé a tomar clases de Técnica Alexander… Y como ven es un trabajo de auto-observación que no acaba nunca.

3. Tendemos a olvidar que el cuello es parte de la columna.

Gran parte de la desalineación del eje del cuello tiene su origen en ideas inconscientes que tenemos sobre nuestra anatomía y su mecánica, y que poco tienen que ver con cómo son las cosas realmente.

Existe en casi todos nosotros una gran desconexión entre lo que pensamos que hacemos, lo que sentimos que hacemos y lo que realmente estamos haciendo mientras nos movemos.

Cuando pensamos en el cuello tendemos a focalizarnos en la parte visible que va de los hombros al mentón y a la nuca. Por consiguiente, todos nuestros esfuerzos por corregir la alineación de nuestro cuello o por solucionar sus molestias se centran en esa pequeña porción visible de su anatomía.

Lo que noté en mí fue que cuando recordaba que el cuello es una continuación de mi columna vertebral (que arranca en el cóccix y llega hasta la cabeza) percibía una mayor integración de todo mi cuerpo en cada movimiento.

4. El mayor problema del cuello no es la falta de flexibilidad sino la falta de estabilidad.

Para lograr que mi columna funcione como un eje estable que transmite las fuerzas que lo atraviesan sin colapsarse, tenía que poner atención en alinear mis vértebras de una forma orgánica, sin forzar pero con intención clara, y mantener esa alineación durante el movimiento.

Cuando las vértebras de mi cuello se alineaban con el resto de mi columna, el cuello podía transmitir efectivamente la presión que surgía del impacto de mi pie en el suelo, hacia mi cabeza sin colapsar su curva.

5. Para aliviar el cuello, la postura total del cuerpo necesita reorganizarse.

Corregir mi cuello desde el cuello mismo no me llevaba a ningún lado. Para solucionar mis tensiones de hombros y cuello tenía que mirar que estaba haciendo el resto de mi cuerpo, de la cabeza a los pies. Sobre todo, tenía que mirar qué partes no se estaban involucrando en el movimiento general del cuerpo, qué partes estaban rígidas y se movían en bloque sin dejar que la onda de la propulsión las articule secuencial y proporcionalmente.

Al final de cada caminata, o en los momentos de descanso, si notaba que me dolían cuello u hombros, hacía algunos movimientos suaves que buscaban devolverle movilidad a las zonas que se habían rigidizado, y la sensación de soporte a las zonas (como el cuello) que se sentían sobre exigidas. Luego de estos movimientos, y al volver a caminar, notaba una distribución del trabajo y del movimiento más equilibrada, más equitativa en todos los segmentos de la columna y las articulaciones de los miembros.

En resumen, para corregir efectivamente la alineación del cuello debemos tomar en cuenta a la columna en su totalidad.


lunes, 12 de junio de 2017


Pulsión de vida. Pro-pulsión. Pulsación. Pro-pulsarse. Pulso. No deja de sorprenderme cuán ligada está la palabra “pulso” tanto al corazón como al movimiento hacia adelante, el caminar. “El caminar es bueno para el corazón” dicen. El caminar es parte del ritmo de la vida, del ritmo del corazón mismo, del ritmo del fluir de nuestra sangre. El caminar es nuestro pulso.

En las condiciones de vida actuales no caminamos con suficiente asiduidad. Esto genera problemas en muchos niveles, pero en el nivel más básico genera un problema circulatorio (vascular).

El corazón bombea sangre con oxígeno fresco que llega a todo el cuerpo, desde el corazón hasta los extremos de las manos y los pies, ayudada por arterias musculares y la fuerza de la gravedad. La sangre con desechos metabólicos que vuelve de los pies al corazón no cuenta con venas musculares ni con la ayuda de la gravedad, y por tanto necesita de la ayuda de otra bomba que la impulse en su viaje.

Esta bomba extra la proveen los músculos de las pantorrillas. Sin embargo, a diferencia del corazón, esta bomba no tiene un funcionamiento automático, sino que requiere del movimiento dinámico para activarla.

Al caminar generamos la contracción de los músculos de las pantorrillas, que no sólo nos impulsan a hacia adelante, sino que además impulsan la sangre en las venas hacia arriba, devuelta al corazón.

Sin la ayuda del caminar, o de otro movimiento que reclute rítmicamente los músculos de las pantorrillas, la sangre que fluye hacia abajo con el latir del corazón no sube devuelta con la misma fuerza. Esto significa que el ritmo con el que nutrimos los tejidos con sangre oxigenada no es igual al ritmo con el que los limpiamos de sus desechos metabólicos. Esto no es bueno para la salud de los tejidos, y la debilidad de la bomba de los gemelos (los músculos de las pantorrillas) está a su vez relacionada al síndrome de insuficiencia vascular periférica.

Ahora bien, no siempre es práctico salir a caminar.

Lo bueno es que podemos contraer los músculos de las pantorrillas sin movernos de donde estamos. Al pararnos en punta de pie los estamos contrayendo. Si lo hacemos repetida y rítmicamente estamos en los hechos rebotando en el lugar. Y eso lo podemos hacer en cualquier lado, incluso sentados… aunque si nos paramos ganamos ciertos beneficios extra.

Ruthy Alon, creadora de los programas Bones for Life© y Walk for Life© - Movement Intelligence©, recomienda el acto de rebotar sobre los talones como una práctica diaria para limpiar, realinear y reactivar el cuerpo y la mente, si por algún motivo caminar se nos hace imposible.

Rebotar (o caminar) suavemente en el lugar nos sacude. Esta sacudida general no solo ayuda al bombeo sanguíneo, sino que también le permite a cada hueso apoyarse más plenamente en el hueso inferior inmediato, realineando así espontáneamente al esqueleto.

Esta realineación de los huesos hace posible que el estar de pie requiera menos esfuerzo muscular, ya que la estructura se apoya en la cadena de huesos alineados del esqueleto, en vez de depender de la fuerza de los músculos para mantener la estructura erguida.

La reactivación del bombeo sanguíneo devuelta al corazón y la realineación del esqueleto conspiran juntas para limpiar y reactivar la mente. A su vez mejorar el eje tiene una influencia directa sobre nuestro estado emocional y nuestra autoimagen.

En definitiva, el movimiento dinámico es necesario para nuestra salud física y mental general. Sin embargo si nuestra alineación postural deja mucho que desear, el movimiento dinámico puede poner en riesgo ciertas articulaciones.
Con cada paso o rebote el peso total del cuerpo atraviesa cada hueso y puede colapsar las articulaciones más proclives a estar fuera de eje (cuello, lumbares, rodillas). Por eso, es esencial aprender a organizar la postura conscientemente para sostener los movimientos dinámicos con eficiencia y confianza.


Aprender a alinear el esqueleto para que la fuerza atraviese ininterrumpida de pie a cabeza es vital para poder caminar largo, tendido y sin dolor. Vale la pena aprender a pulsar con el ritmo natural. Vale la pena aprender a pro-pulsarnos.

domingo, 4 de junio de 2017


La bendición y la maldición de los hábitos de movimiento

Los hábitos son respuestas aprendidas: secuencias pre-programadas de movimientos que se ejecutan tal cual fueron grabadas, más allá de cuán apropiadas sean para las circunstancias presentes.

Los hábitos son necesarios: ahorran tiempo y energía; sin ellos tendríamos que armar nuestras respuestas desde cero para cada situación. Los hábitos nos permiten anticiparnos a los cambios y por lo tanto estar listos para responder de alguna forma que ya probamos funciona.

Todas mis respuestas habituales fueron en algún momento respuestas nuevas que me solucionaron algún problema o desafío. Como funcionaron elegí repetirlas una y otra vez, cada vez que una situación o desafío parecido se me presentó. Con cada éxito (relativo o absoluto) mi sistema se fue convenciendo que a este comportamiento valía la pena grabarlo y cementarlo, hacerlo automático, y por tanto lo fue pasando de una respuesta consciente a una respuesta sub-consciente.

Este pasaje de comportamientos del plano consciente al subconsciente o automático, es vital para ahorrar energía y tiempo. Si no me crees, imaginate lo complicada que sería tu vida si todos los días tuvieses que pensar qué acciones seguir para lavarte los dientes, ponerte las medias o llevarte comida a la boca.

El problema es que una vez que una respuesta se vuelve automática por lo general dejamos de observarla. Al dejar de observarla dejamos de medir su eficiencia e incluso su efectividad. Y lo que comenzó como una posible respuesta ante una desafío particular, se vuelve la única respuesta en mi repertorio ante todos los desafíos similares.

Este constante repetición de ciertos movimiento (piensa nomás cuántas veces al día te paras, te sientas, caminas, levantas los brazos, etc.), que recluta los mismos músculos en las misma secuencia una y otra vez, acaba moldeando mi piel, mis huesos, mis músculos, mis tejidos conectivos, mi forma toda.

Mis respuestas automáticas se convierten entonces no sólo en los andamios ocultos sobre los que construyo mis acciones en el mundo, mis reacciones a la vida, mis rutinas diarias, sino también los andamios ocultos sobre los que se modela la forma con la que me presento al mundo.

Y el mundo responde a esta forma que proyecto, y su respuesta me confirma que esta forma es como soy, es quién soy: Moveo ergo sum.


El automatismo me vuelve ciega a mis hábitos, y por tanto me dominan y me definen.

¿Puedo ser de otra forma?

Quiero creer que sí. Los andamios de mis acciones son ocultos sólo mientras no me dedique a buscarlos y des-cubrirlos. Quizás entonces pueda aprender a elegir y construir nuevas respuestas…




viernes, 2 de junio de 2017

On 13:49 by Unknown   No comments
Hace ya más de un año que, junto con Eduardo, venimos desarrollando en el estudio de Beatriz Sagarra una modalidad diferente de practicar el método Pilates que integra la meditación y el trabajo con la alineación postural y el movimiento sin esfuerzos innecesarios. Lo que comenzó como un grupo experimental hoy es ya una modalidad establecida y en constante desarrollo.
Para quienes estén interesados en explorar una nueva forma de entender y practicar Pilates, los invitamos a participar de una clase el viernes 16 de junio de 8:30 a 9:45.

Hay sólo 5 cupos disponibles.


domingo, 28 de mayo de 2017


Es casi un chiste con mi pareja que cada vez que a él o a mi nos duele algo, físico o psíquico, invariablemente culpo al clima o a cualquier otro suceso atmosférico o estratosférico que esté ocurriendo en ese momento.
Ahora bien, no hago esto para liberarme de mi parte de responsabilidad en la situación doliente; es más un tema de poner mis problemas dentro de un contexto más amplio y reconocer como, en cierta medida, todo ejerce su influencia sobre todo lo demás y nada existe en un tupper aislado.
Reconocer la interrelación de todo me devuelve un poco de poder, ya que pone ciertas acciones a mi alcance. Quizás no pueda hacer nada por solucionar directamente lo que me duele, pero sí puedo jugar un poco con modificar mis circunstancias, mi contexto, mi ambiente interno o externo (ponerme un buzo, limpiar la casa, tomar agua, salir a correr, dormir una siesta, etc.) para acomodarme mejor a las condiciones “atmosféricas” presentes. A veces, es trabajando sobre algo aparentemente alejado y desconectado de mi problema actual que el tema en cuestión parece solucionarse “mágicamente” y por sí solito.
Algo parecido ocurre con los dolores o lesiones articulares.
Por ejemplo, cada tanto alguno de mis alumnos de re-educación postural viene con un problema de hombro… una tendinitis digamos. No soy ninguna experta en hombro, y por tanto asumo que para cuando llegan a mí ya han visto al especialista y tienen un diagnóstico y han seguido algún tratamiento convencional (si no han visto a un especialista y están con dolor los insto a consultar).
Pero en lo que a mi trabajo se refiere, no me focalizo tanto en trabajar directamente sobre ese hombro. Lo que a mí me interesa es ver cómo todo el resto del cuerpo está trabajando en relación al funcionamiento de ese hombro.
Es fácil asumir que si lo que duele es el hombro entonces el problema es del hombro y lo que debe ser tratado es el hombro… Pero esto no es necesariamente así. Es más, a veces el hombro está tan dolorido e inflamado que es mejor ni siquiera mover la articulación directamente, o totalmente, ya que hacerlo sólo aumentaría la irritación de los tejidos del área y por tanto el dolor en la zona.

Por lo tanto, generalmente comienzo mi trabajo evaluando el movimiento en otras articulaciones y cómo estos movimientos repercuten en la gran autopista de la comunicación de los movimientos del cuerpo: la columna vertebral.
En la Técnica Alexander, así como en muchas otras modalidades de movimiento somático, se trabaja desde la perspectiva del cuerpo como una unidad (también se trabaja desde la perspectiva de la unidad mente-cuerpo… pero eso es tema para otro artículo).
Por lo tanto, en cualquier evaluación de las capacidades o incapacidades de movimiento de una parte específica del cuerpo, se toma en consideración las capacidades e incapacidades de movimiento de todas las otras partes, y cómo esto afecta a la primera parte en cuestión.
En otras palabras, todas las articulaciones del cuerpo (articulación es dónde dos o más huesos se encuentran y relacionan) están relacionadas de alguna manera, son todas parientes cercanas o lejanas y forman una gran “familia de articulaciones”. Por eso, si un integrante de esta gran familia tiene problemas para cumplir sus funciones (por la razón que sea), todas las otras articulaciones van a compensar de alguna manera el desequilibrio funcional con tal de mantener a la familia unida y funcionando.
Tomemos a la columna vertebral como ejemplo.
Tu columna está formada por más de 24 vértebras (huesitos) apiladas una sobre la otra en una unidad funcional flexible y ondulatoria. O sea, que tan sólo en la columna hay por lo tanto más de 24 articulaciones. Una columna sana y coordinada puede doblarse hacia adelante, atrás, derecha, izquierda y torsionarse sobre sí misma. No todas las articulaciones de la columna pueden moverse la misma cantidad en todas las direcciones, pero pueden moverse un poquito al menos en cada dirección.
Cuando todas las articulaciones inter-vertebrales colaboran con la cantidad justa de grados de movilidad hacia la realización de cualquiera de las acciones de la columna, el movimiento resultante es percibido como elegante y armonioso, tanto por quien lo ejecuta como por quien lo observa.
Por otro lado, cuando una o varias de las articulaciones inter-vertebrales, por la razón que sea, pierde su capacidad de colaborar con sus grados de movilidad a las acciones de la columna, esta falta de movimiento es compensada por las otras articulaciones inter-vertebrales (y por todas las otras articulaciones del cuerpo claro). Esto significa que algunas articulaciones se mueven menos de lo necesario y otras pasan a moverse demasiado. El resultado es un movimiento que se percibe rígido y descoordinado.
El problema no es estético, ya que nos podemos acostumbrar a y habituar los movimientos más extraños, las coordinaciones más inverosímiles y las modas posturales más incomprensibles, incluso si estas al principio van en contra de nuestro sentido del ritmo, la armonía y el “flow”.
El problema es que cuanto más compensan con hiper-movilidad ciertas articulaciones la falta de movilidad en otras articulaciones, eventualmente llegamos al punto donde no hay más adaptación posible sin lastimarnos de alguna manera.
Quedamos entonces ante un escenario poco alentador: por un lado se arrestó nuestra capacidad de movernos en cierta dirección lo cual puede derribar nuestra fe en nuestra capacidad de progresar; por otro lado, si insistimos en avanzar a como sea e intentamos derribar el sano límite que nos está marcando el cuerpo, podemos llegar a lesionarnos… y seguramente nos lesionemos aquellas articulaciones que llegaron al límite de su capacidad de compensación.
Volviendo entonces al ejemplo del hombro lesionado: ¿es el hombro el problema?
Probablemente no.
¿Necesita tratamiento el hombro?
Sí, estoy 100% a favor de recurrir al fisioterapeuta para recibir tratamiento para los tejidos dañados, de forma que estos tengan las mejores chances de reconstituirse correcta y rápidamente.
Pero ¿se curará definitivamente el problema original con el tratamiento localizado?
Probablemente no. Si hay un problema de coordinación en la familia articular, el problema del hombro no es más que la punta del iceberg.
Sé que esto suena terrible. ¿Cómo podemos coordinar todas las articulaciones “correctamente”? y ¿quién tiene el tiempo para aprender a hacerlo?
No te preocupes, por suerte la coordinación de nuestras articulaciones no es algo con lo que tenemos que meternos directamente.
La coordinación es algo que nuestro sistema neuro-motor hace constantemente y por cuenta propia con lo que tiene disponible en cuanto a información sensorial (tanto externa como interna), información conceptual (nuestras ideas subconscientes sobre nuestros cuerpos y sus posibilidades de movimiento) y las capacidades reales de movimiento en todas nuestras articulaciones.
Lo que sí podemos hacer es darle a nuestro sistema información sensorial y conceptual más precisa y, dentro de lo posible, devolverle movimiento a las articulaciones que la han perdido.
En este proceso puede que te encuentres, así como yo descubro cuando trabajo sobre mi contexto y no sobre mi problema directamente, que al mejorar tu uso y el funcionamiento de otras partes de tu cuerpo, el problema de tu hombro (o de cualquier articulación que esté dando problemas) desaparece “milagrosamente”…  y con un poco de suerte, no vuelve ya más.

lunes, 22 de mayo de 2017

On 10:21 by Unknown   No comments

El Camino del Movimiento Consciente

Amo moverme; el movimiento es para mí una de las principales fuentes de placer y autoconocimiento. Practico varias formas de movimiento, coreografiado y libre, y estoy siempre ávida de probar formas nuevas.

No obstante, no siempre fue así para mí, esto es algo relativamente nuevo.

Dadas mis tendencias perfeccionistas, el movimiento no siempre fue una fuente de placer y asombro antes mis aparentemente ilimitadas posibilidades de movimiento. En los hechos, tendía (y si no me cuido siempre corro el riesgo de caer en esto) volver todas mis actividades y desafíos en una competencia contra otros y contra mí misma, donde el único gozo efímero venía de “ganar”, “llegar”, “lograrlo”… y hacerlo mejor que ayer. Todo mi foco estaba en la meta, nada quedaba para el trayecto.

El premio por “llegar” (vaya uno a saber a dónde) era la supuesta (y siempre corta) “admiración” de mis pares o superiores; el precio, por otro lado, era alto y perdurable. Jamás sentí verdadera felicidad después de conquistar uno de estos supuestos podios, ya que simplemente nunca era lo “suficientemente” bueno y no duraba más que unos instantes. Una vez pasado el primer entusiasmo de la conquista la victoria y sus efectos se desvanecían y me quedaba con nada del logro más que el recuerdo; pero la constante demanda por hacer más y mejor, ser más y mejor acabó corrompiendo mi confianza en la veracidad de la admiración externa. Lo que no podía darme a mí misma tampoco podía recibirlo de otros, sin importar cuán sinceros fueran en sus felicitaciones.

Pero, un buen día, me presentaron casi sin darme cuenta mi primera práctica de movimiento somático; y poquito a poco me fui enganchando con una perspectiva totalmente diferente de lo que significa moverse y ser movido.

Hoy en día, cuando practico cualquier tipo de movimiento, estoy más interesada en ser consciente de cómo estoy eligiendo moverme que en llegar a algún lugar en particular… y en los hechos eventualmente llego a muchos más lugares que antes.

Volverme consciente de cómo me muevo arroja luz sobre mis hábitos de movimiento: como siempre tiendo a elegir por default las mismas opciones de organización, incluso cuando no son las más adecuadas a la situación presente.

A través de los procedimientos de la Técnica Alexander y los procesos del programa de Movement Intelligence de Ruthy Alon aprendí a desafiar mis hábitos para abrirme nuevos caminos. La consigna es presentarme desafíos simples de movimiento en un ambiente seguro y controlado. Lo hago para enseñarme a mí misma cómo entrar y salir de estos desafíos de distintas maneras y no siempre con el mismo programa. Al descubrir nuevas posibilidades de enfrentar un mismo desafío, muchas de las cuales son mucho más placenteras y efectivas que mis hábitos, amplío el repertorio de opciones disponibles para mi mente consciente.

La consciencia aquí es clave, ya que es a medida que me vuelvo consciente de mi creciente número de opciones de enfrentar una acción que mis hábitos comienzan a perder su cualidad de ineludibles, pierden su lugar en el trono y se vuelven simplemente una opción más entre muchas otras, igualmente no importantes, entre las que puedo elegir conscientemente.

El movimiento se ha vuelta entonces una camino de auto-descubrimiento. Hoy en día, cuando hago prácticas de ejercicio físico (correr, Pilates, u otros deportes), mi foco no está ya principalmente en “ejercitar mis músculos” (ese es un beneficio que viene por añadidura) sino antes que nada mi foco está en el proceso cíclico de poner consciencia en cómo me estoy moviendo, evaluar si la elección actual es la mejor opción disponible, realizar ajustes (basados en mis investigaciones personales) y nuevamente poner consciencia para escuchar la calidad y cualidad del movimiento que brindó el ajuste.

Este proceso de “escucha”, de entrar en un diálogo nutritivo conmigo misma a través del movimiento, la sensación y la consciencia, a través del pensamiento y  la imagen, me ha brindado el único premio que vale la pena ganar: el GOZO por moverme, la ALEGRÍA de estar vivo y poder moverme.

Quizás te preguntes por qué pongo tanto énfasis en este aspecto del GOZO.

Para explicarlo, necesito ponerme un poco filosófica.

Mi maestra en Técnica Alexander cierta vez me contó que en la tradición Védica los tres atributos del SER supremo son “Sat, Chit y Ananda”, que en lenguaje criollo sería (muy esquemáticamente) algo así como: Eternidad (Conciencia), Omnisapiencia, y Gozo. También me dijo que para nosotros, meros mortales pero asimismo manifestaciones de la esencia divina, es difícil darnos cuenta y sentir que somos parte de la eternidad y la omnisapiencia, pero sí tenemos la capacidad de saber cuándo estamos conectados al Gozo puro y eterno: cada vez que sentimos ese gozo indescriptible que surge de las entrañas, nos llena y nos desborda.


Cuando el Gozo está presente, cuando experimentamos un destello de Ananda, estamos simultáneamente experimentando, aunque no nos demos cuenta, un destello de la Eternidad.

martes, 16 de mayo de 2017

On 16:47 by Unknown in    No comments


lunes, 8 de mayo de 2017

On 16:14 by Unknown in ,    No comments
La buena postura tiene más que ver con cómo te mueves que con cómo te quedas quieto.

Al salir de la adolescencia y entrar en mis veinte mi postura pasó de ser un “no-tema” a un tema recurrente. Una de mis abuelas tenía osteoporosis y una notoria joroba y entre mi familia es bastante común la postura de hombros caídos hacia adelante. Mi otra abuela, que goza de buena postura, huesos de acero y envidiable salud (será el gen escocés… espero haberlo heredado) jura que su secreto es que de chica caminaba media hora diaria con un palo de escoba atravesado en la espalda. Cuando mi hermana en su adolescencia ya mostraba indicios de seguir la línea familiar de hombros caídos, le recomendaron usar uno de esos arneses elásticos que se supone ayudan a corregir la postura.
Dado este panorama no sorprende que hasta no hace tanto creyese como muchos que la postura es algo que se corrige desde afuera, o sea que hay una tal “buena postura” que debe alcanzarse y luego mantenerse a base de entrenamiento muscular. Cuando en mis veinte empecé a ver señales que mis hombros iban por el descendiente camino familiar me compré uno de esos arneses fantásticos y lo traté de usar diariamente, ajustado al máximo obvio. Era horriblemente incómodo y doloroso; me dejaba los hombros y el cuello a la miseria. Lo más triste sin embargo era ver como cuando me sacaba el elemento de tortura mis hombros invariablemente rodaban para adelante, dolorosos pero agradecidos de volver a la “mala” postura que obviamente les quedaba más cómoda. En resumen, mi postura se desmoronaba siempre que no la estuviese fijando en una posición “correcta” por medios externos o por fuerza muscular.
Esta idea de lo que implica una buena postura y cómo lograrla es bastante común. Una rápida búsqueda en Google de “ejercicios posturales” arrojan un montón de resultados que se ajustan a esta idea: qué músculos necesitas fortalecer para mantenerte erguido (por lo general se habla de los músculos del “core” o “centro”, o sea abdominales y espalda) y cuáles músculos deberías estirar para sacarlos de su acortamiento crónico (principalmente los músculos que unen tus piernas y brazos a tu tronco como ser los pectorales, isquiotibiales y psoas).
Aclaremos, no tengo nada contra estos ejercicios ya que comparto en cierta medida la idea que la fuerza y flexibilidad relativa de ciertos grupos musculares juega un rol importante en lo que damos a llamar “buena” postura. Sin embargo, sí tengo un problema con el modelo de postura que los subyace e informa.
Desde la perspectiva de las técnicas somáticas de movimiento el término “postura” tal como es entendido habitualmente es un concepto irrelevante, por lo tanto, no tiene sentido aferrarse ni al término en sí ni a ninguna postura física que se considera “buena”. La palabra postura (etimológicamente emparentada con la palabra “poste”) implica algo estático, y la vida es todo menos estática.
Cuando admiramos a alguien que tiene “buena postura” lo que en realidad estamos admirando es su alineación ósea congruente y óptima para con la actividad que está realizando en ese momento. En inglés se usa la palabra “poise” que es algo así como “equilibrio dinámico”, o sea tener buen “poise” es tener la capacidad de adaptarse a las constantemente cambiantes demandas de equilibrio del cuerpo en el campo gravitatorio de tal forma que no parece haber esfuerzo visible. Esta “quietud” o “silencio” de esfuerzos innecesarios, este juego eficiente de pesos y contrapesos, es la verdadera definición de “buena postura” y se manifiesta en una actitud general del cuerpo y la persona más que en una forma en particular.
El mayor problema con la interpretación habitual del término postura es que nos lleva a pensar en formas fijas, estáticas, inmóviles. El problema con esta concepción es que no se ajusta a la realidad del cuerpo en el campo gravitatorio de la Tierra. Nos estamos moviendo siempre, incluso cuando creemos que estamos quietos. En todo momento hay alguna parte de nuestro cuerpo que está en movimiento (cómo mínimo el movimiento respiratorio), y todo movimiento localizado genera adaptaciones en todas las otras partes del cuerpo para mantener el equilibrio de la totalidad.
Es evidente entonces que mantener la ilusión de una “buena postura” es más una cuestión de administrar el equilibrio dinámico de partes en constante movimiento que una cuestión de mantener ciertas partes de nuestra anatomía en una posición fija (por ejemplo, “hombros bajos”). La postura es una danza, repleta de improvisaciones y micro y macro ajustes de tono y dirección. Dado que todas nuestras partes deben estar prontas para moverse en relación y respuesta al movimiento de todas nuestras otras partes, tratar de mantener una postura fija no es más que interferir con el acto de estar vivo.
Por ejemplo, los omóplatos necesitan moverse como parte del movimiento de rotación del tronco y por efecto del balanceo natural de los brazos. A su vez, los omóplatos necesitan adaptar su posición en respuesta al movimiento de las costillas al respirar. Al fijar los hombros en una posición única interferimos con nuestro caminar y con nuestro respirar. Todo esto interfiere en el movimiento y equilibrio de la columna, y cualquier cosa que interfiera con la columna automáticamente aumenta el esfuerzo que debemos realizar para mover nuestros brazos y piernas.
Obviamente cuando desequilibras tu columna, desequilibras tu eje, y pocas cosas son más angustiantes para tu sistema que la posibilidad de perder el equilibro y darte la cabeza contra el piso.  En respuesta tu sistema aumenta la tensión general del cuerpo. Como ves, un sistema desequilibrado en lo físico generará un desequilibrio en lo psíquico.

Por lo tanto te pregunto: ¿Y si en vez de tratar de mantener una postura fija te preguntas si todo se está moviendo como debería?

jueves, 9 de marzo de 2017

On 15:48 by Unknown   No comments