domingo, 16 de noviembre de 2014

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Ayer dimos un taller con mi pareja Eduardo sobre el Misterio de Parar y Enraizar en el Cuerpo. Fue la culminación de un trabajo de varios meses, de idas y venidas, de largas discusiones del tema y largas sesiones de práctica.
Finalmente lo logramos, y para la tarde del sábado ya estaba todo terminado.

Lleva un tiempo llegar al reposo luego de un impulso. La inercia continúa un rato. Es un momento que tenemos que tomar a conciencia. Hay que parar conscientemente, dejar que se aquieten las aguas, y saborear ese dulce espacio en el que no se hace nada por un rato. Un espacio regenerativo.

No es fácil parar y saborear. La inercia del impulso anterior me hace creer que tengo que planificar más cosas, hacer más cosas, evaluar el proceso y tomar nuevas decisiones.

Ya habrá tiempo para eso… mañana. Hoy descanso. Hoy no hago nada. Hoy disfruto de lo logrado. Hoy no me fijo en lo que podría haber estado mejor, lo que se puede corregir, todo el camino que queda por recorrer. Ya habrá tiempo para eso… mañana.

Es tan difícil a veces parar y darnos permiso para simplemente disfrutar de lo logrado. Siempre estamos fijándonos qué faltó, que no fue perfecto, qué todavía queda por corregir.

Siempre habrá algo por hacer. Cada nuevo logro abre las puertas a un nuevo camino, a un nuevo proceso. Al llegar a la cima de un cerro nos encontramos que el camino sigue, que hay que bajar este cerro y subir al siguiente.

Pero disfrutar el camino implica saborear no solo del esfuerzo de subir al cerro, esos momentos en los que sentimos que “estamos haciendo algo productivo”. Caminar el camino implica también aprender a saborear los descansos, esos momentos en los que “no hacemos nada” más que disfrutar la vista de lo ya caminado.

Así que hoy… hoy descanso. Hoy disfruto. Hoy agradezco haber logrado.


Victoria

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