martes, 23 de febrero de 2016
La semana pasada me
lesioné el pie derecho. Duele bastante, y me pasé tres días con el pie
inmovilizado. Como en general soy una persona sana y sin dolores corporales,
encontrarme invalidada (por leve que sea) me frustra terriblemente.
Casualmente, me llegó
al email un artículo sobre el dolor, de un fisioterapeuta americano.[1] Me
gustó tanto la metáfora que utiliza que la voy a tomar prestada para escribir
este blog.
La metáfora dice que vivir con dolor es como vivir en un cuarto oscuro del que
quieres escapar.
De todas las
estrategias para lograrlo, algunas no son muy sabias. Correr a ciegas ignorando
el ambiente, con la esperanza de milagrosamente aparecer del otro lado de la
puerta, seguramente acabe en un gran golpe a toda velocidad contra la pared, o
en un enorme tropezón y caída contra la mesa ratona. Por otro lado, quedarte
sentado en la mitad del cuarto sin moverte no te lleva a ningún lado.
En otras palabras,
ignorar el dolor puede acabar en una lesión peor, pero evitar todo movimiento
para no doler limita tu vida y no mejora la situación original.
Si querés salir de la
oscuridad vas a tener que explorar con cuidado, hasta encontrar el, o por qué
no ‘los’, caminos que te llevan a la puerta o al menos a un interruptor de luz.
O sea, tenés que explorar con conciencia los límites de tus movimientos posibles,
buscando oportunidades y estrategias para expandirlos.
Hay 2 situaciones en las que es crucial llevar a cabo esta
exploración.
1. Dolor Crónico
El dolor crónico es como un cuarto oscuro con la
puerta trancada y apagón permanente. Quizás la situación se revierta en un
futuro, pero de momento tenés que aprender a
manejarte en la oscuridad. Esto significa que debés aprender a conocer
el cuarto a tientas, hasta que tengas muy claro dónde están todos los muebles
para no llevarte ninguno puesto. En términos de tu cuerpo esto equivale a
explorar todas las estrategias de movimiento que no exacerban el dolor. Cuanto
más conocés el mapa de tu cuarto (mapa corporal) y todas las rutas dentro de él
(estrategias de movimiento), más libre te sentirás para poder hacer lo que
quieras… aunque las luces sigan apagadas.
2. Dolor Recurrente
Si tu dolor no es crónico,
pero en tu cuarto las luces tienden a apagarse cada tanto (episodios de dolor recurrente), lo mejor que podés
hacer es explorar tu cuarto mientras tenés luz.
Cuanto más conozcas el cuarto, mejor te vas a poder manejar cuando las luces se
apaguen repentinamente. De hecho, una vez que pasa el primer susto de quedarte
a oscuras, ya tendrás en tu mapa mental del cuarto una buena idea de dónde está
la puerta y el interruptor de luz… y la mesa ratona para no tropezarte.
Hasta aquí la brillante metáfora que comparte el fisioterapeuta americano en su artículo. Pero me gustaría agregarle mi granito de arena.
¿Por qué esperar a
que se apaguen las luces para explorar?
Es
cierto que mientras nada nos duele, creemos que nada nunca nos dolerá, y que
por tanto nuestras estrategias actuales de movimiento nos van a servir eternamente.
Sin
embargo, hasta los cuerpos más sanos, jóvenes y vigorosos se lesionan… a veces
sin razón aparente.
En
mi experiencia con mi lesión, contar con un bagaje de conocimiento previo de mi
mapa corporal y de diferentes estrategias de movimiento para lograr una misma
acción (principio básico de la Técnica Alexander:
los medios sobre los fines) me ha ayudado enormemente a desplazarme “en
una pata” sin exacerbar patrones de tensión general. Me encuentro también que
cuento con varias estrategias para caminar, y que no siempre la primera que
escoge mi cuerpo es la más eficiente.
- Victoria
[1] Para ver el artículo original en inglés: http://blog.forwardmotionpt.com/2015/03/the-dark-room-of-pain.html
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