jueves, 16 de mayo de 2013
Un colega profesor de la Técnica Alexander me pidió que explicara mejor el "cambio profundo" que atravesé gracias a la Técnica, y del cual he estado hablando en blogs anteriores. Trataré de honrar sus preguntas lo mejor que pueda, sabiendo de sobra que estos son temas difíciles de poner en palabras, y que mis palabras no serán comprendidas como yo pretendí, sino desde la perspectiva y experiencia de cada lector.
A pesar de esto, trataré de responder cada pregunta que se me hizo lo mejor que pueda. Puede ser que me lleve varios blogs cubrir todos los puntos.
Acá va...
Yo había estado tomando clases de Técnica Alexander durante varios años antes de decidir formarme como profesora. No había sido uno de esos alumnos que tienen experiencias que le cambian la vida en sus clases individuales (o al menos los cambios que ocurrían no se hacían notar en mi conciencia aún), pero me sentía poderosamente atraída por el trabajo de la Técnica en sí mismo.
Fue durante mi formación como profesora que mi perspectiva del mundo empezó a mutar.
Verán, yo había sido toda la vida una alumna ejemplar, la mejor de la clase vaya donde vaya. Pero de repente me encontré inmersa en un paradigma diferente de enseñanza y aprendizaje; todas mis nociones anteriores de lo que significaba ser un alumno o un profesor perdieron valor, y quedé en un estado de confusión total. No sabía cómo "ser la mejor" en esto. Entré en pánico: todos mis recursos anteriores parecían carecer de sentido en este nuevo paradigma de aprendizaje.
Lo que me mantuvo a flote fueron mis profesoras, en especial la directora de la Escuela: Carmen Tarnowski.
Con su "blend" personal de experiencia de vida, experiencia en la Técnica Alexander, pasión por citar a Shakespeare, filosofía Advaita Vedanta y conocimiento Ayurvédico, mantuvo encendido la luz del faro: una inspiradora visión del increíble potencial que yace dormido y latente en cada ser humano. Ella dijo que el objetivo de la Técnica era descubrir nuestros verdaderos talentos, aquellos que sabemos tenemos pero no podemos acceder, y aquellos que no sabemos tener pero que florecerán a su debido tiempo. Me gustó muchísimo esa definición.
Su fe en mí, su respeto por mi proceso, su profunda comprensión de la unidad psicofísica, y por sobre todo su profundo respeto por y aliento de aquellos talentos que veía en mí me ayudaron a tener fe en mí misma también. Y es sólo con fe que se puede dar el salto al vacío, ese salto de lo conocido hacia lo desconocido.
Así fue como ella mantuvo estables los límites del nuevo paradigma, esa nueva forma de ser en el mundo, mientras yo daba mis primeros y tentativos pasos hacia lo desconocido.
Desde entonces "lo desconocido" me ha volado la cabeza más allá de los límites de cualquier paradigma que hubiese imaginado anteriormente. Pero eso es material para un futuro blog.
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