domingo, 27 de diciembre de 2015
On 18:38 by Unknown in Hábitos 2 comments
¿Vale la pena hacerse la lista de objetivos 2016?
Se acerca
fin de año. Hago evaluación de lo logrado. Me marco nuevos objetivos.
Sin embargo,
año a año noto que ciertos objetivos vuelven a estar en mi lista, son como yuyos
duros de eliminar. Algo me dice que no tiene sentido seguir haciendo esto, es
como “empezar la dieta el lunes”… y dejarla el miércoles.
Con todo, en
mi evaluación de logros me encontré con un yuyo que no tengo que volver a poner
en la lista. Aunque nada parece tener que ver con la postura y el movimiento corporales
(temas oficiales de este blog), tiene mucho que ver con el cambio de hábitos (tema
secundario de este blog) y por tanto comparto lo que descubrí.
5 lecciones aprendidas
este año al tratar de cambiar un hábito aparentemente incambiable
1.
Que no lleve mucho tiempo
Si es un
gran cambio, partilo en pedacitos manejables, acciones concretas que puedas
realizar en poco tiempo. Un gran hábito está formado de mini-hábitos.
Este año logré
finalmente tener mi baño siempre pronto para visitas. Para mantener el ímpetu,
a pesar de mis increyentes obligaciones laborales y de estudio, definí pequeñas
tareas que puedo realizar en 3 minutos, y no hago más que eso… pero las hago sí
o sí cuando las tengo asignadas.
La utilidad
de esta estrategia no está en tener un baño inmaculado, sino en generar el
hábito de limpiarlo diariamente. Al ajustar el logro al tiempo establecido,
evité la trampa de querer hacer una limpieza profunda un día, y no hacer nada al
siguiente. Me importa más el hábito de limpiar que lograr la perfección cada
vez.
En definitiva,
si realizar la acción no te “quita” demasiado tiempo, es más probable que la
hagas. A su vez, si la acción es algo fácil y accesible, tenés menos excusas al
momento de tener que realizarlas.
2.
Repetirlo fielmente sin esperar
resultados durante un período prudente, y luego revaluar estrategia
Cuando el
objetivo mayor está compuesto de pequeñas etapas consecutivas, tenés que
cumplir las etapas y establecer los hábitos correspondientes, antes de decidir
si vas bien orientado.
En mi lucha
contra los hongos del duchero opté por rociar el duchero diariamente con una
solución leve de agua jane. Aunque al principio no vi grandes cambios, al cabo
de unas semanas noté que las juntas de las baldosas estaban blancas nuevamente.
Mantener la
práctica durante un período previamente decidido, tuvo el buscado fruto de
establecer un hábito, y la feliz sorpresa de lograr un resultado.
En definitiva,
para establecer un hábito hay que poner la energía en el proceso, y no en el
resultado. Pasado un tiempo racional, recién allí evaluar efectos y recalibrar
estrategias.
3.
Adjuntarlo a una rutina ya
establecida
Esto cumple
la doble función de recordatorio y de facilitar el “cuándo hacerlo”.
Siguiendo
con el ejemplo de mi baño, decidí hacer una limpieza rápida de lo indispensable
al salir de la ducha. Un poquito todos los días evita que se acumule mugre, y deja
gran parte del camino andado para cuando quiero hacer una limpieza más a fondo.
En resumen, al
considerar tu hábito no es necesario asignarle un momento entero nuevo en tu
día. Si lo “sumás de colado” a otro hábito ya establecido, de repente ya no te “roba”
tiempo de otra cosa, y además usa el “envión” de un hábito senior.
4.
Allanar el camino
Es muy
difícil logar un cambio si todo conspira contra ti, sobretodo la falta de
preparación.
Uno de mis primeros
errores fue no tener los implementos necesarios a mano. Para establecer un
hábito yo necesito que sea una opción fácil de tomar. Esto evita que la
posponga para luego. Por eso me armé rociadores con solución de limpieza y los
puse bien a mano junto con el trapo y los guantes. Ahora, salir de la ducha y
hacer una limpieza-express de superficies ya es casi una sola acción.
Cabe
mencionar que este paso generalmente lo tomamos mucho antes de lograr instalar
el hábito. Hasta que no le agregué los otros 4 elementos, los rociadores
estuvieron ahí, mirándome, recriminándome mi falta de acción. Pero una vez que
puse las otras piezas en su lugar, estuve feliz de tener esta pieza ya pronta.
5.
Que tenga un efecto sensorial claro que
te diga “hecho”
Esto no
tiene nada que ver con el resultado real, sino con algo que te indique que
completaste la acción. Y para eso necesitamos un indicador sensorial: un olor,
un sonido, una visual, una sensación en el cuerpo… algo que nos diga “tarea
cumplida”.
Yo sé que el
olor a limpiador no tiene nada que ver con la limpieza de un lugar. Sin
embargo, ese olor el que me da la sensación de limpieza y por tanto de tarea
cumplida. Si no tengo esa sensación, es casi como si no hubiese hecho la tarea.
Por tanto,
tu hábito necesita de una “sensación” que marque el final de la acción. Aparentemente
el cerebro odia los cabos sueltos, así que ponele moño o broche a la acción y
eso te asegurará que la repitas el día siguiente.
(Volverse
adicto a la sensación tiene sus propios riesgos, por eso es que periódicamente mido
resultados reales … ver punto 2).
En suma … ¿Vale la pena
armarme una lista de metas 2016?
Sin duda la
armaré, y sin duda no lograré el 90% de ellas.
Esto no significa
que me estoy disponiendo para el fracaso. Con cada objetivo no cumplido aprendo
algo sobre cómo cambiar hábitos: lo que funciona y lo que no. Y en definitiva, eso es lo que me importa.
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Muy buena reflexión con ejemplos muy concretos. Gracias por tu aporte a la comunidad. Sin duda que tomaré tu ejemplo para repensar mis objetivos. Gracias otra vez.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Susana. Me alegro que sirva el aporte. ¡Feliz 2016!
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