jueves, 29 de octubre de 2015
On 16:07 by Unknown No comments
A veces, a pesar de los años que llevo trabajando en
el territorio de la “mente-cuerpo”, no sé cómo entrar en diálogo con mi propio cuerpo.
Todo comienza con un síntoma molesto: algo duele, algo
incomoda, algo se inflama, se tensa.
Reconozco la señal como un pedido de ayuda, y trato de
ayudarme. Pruebo con lo que ya conozco, utilizo todos mis recursos, pero no se
soluciona.
Es como si de repente hablara un idioma diferente al
de mi cuerpo, como si fuésemos de culturas distintas. A veces lo imagino como a
un niño que llora y llora y yo no sé cómo calmar. El síntoma se vuelve tan
fuerte que nos quita a ambos la capacidad de ver dónde está el verdadero
desajuste.
Necesito reconstruir el diálogo. Necesito un mediador,
un intérprete. Me acuerdo de la película “The Horse Whisperer” y pienso, “Eso
es lo que necesito: un Body-Whisperer.”
¿Quién puede hablarle así a mi cuerpo? ¿Qué lenguaje
hablaría ese ser?
Contacto y movimiento. Toque. El cuerpo sabe de
contacto, de kinestesia, de calor. Un toque que no impone, no pide, no invade.
Un toque que apenas sugiere, abre un espacio, una posibilidad, recuerda un
trayecto olvidado… y espera. Un toque de infinita paciencia.
Conozco algunas personas que tienen ese toque. Entre
sus manos y mi cuerpo ocurre un diálogo que apenas entiendo conscientemente. Simplemente
noto el efecto profundo de cada espacio recobrado.
¿Qué se dicen? ¿Qué se cuentan?
Muero por entrar en el
diálogo. Pero para ciertos dialectos corporales soy aún muy torpe: me abalanzo,
hablo demasiado fuerte, no sé escuchar ni leer entre líneas.
¿Cómo se aprende este lenguaje?
Reconociendo algunas de sus palabras básicas. El
cuerpo habla en ritmos, tonos, amplitudes, intensidades. El cuerpo habla en
sensaciones y movimientos.
Y parando para escuchar. Todos los días un ratito.
Parar para escuchar, sin esperar entender nada. Crear el espacio para la
escucha.
miércoles, 21 de octubre de 2015
On 15:36 by Unknown No comments
Somos extranjeros en nuestro propio territorio corporal.
Somos el invasor, el colonizador, el foráneo. Somos el tirano; el poseedor y no el poseído.
¿De dónde venimos? De nuestra propia cultura. Somos un
producto de la imaginación cultural. Una historia inculcada que nuestra
sustancia mental se creyó, volviéndose contra sí misma, contra su esencia, su
hogar, su carne.
Pero el cuerpo recuerda, SIEMPRE. El cuerpo no olvida,
el cuerpo está en conexión directa con lo más esencial nuestro.
El cuerpo es a su vez la fuerza y la tierra fértil, donde todo se expresa. La mente brinda
el orden, la dirección, canaliza esa fuerza hacia su destino.
¡Qué fácil es creerse que uno es la fuerza y no sólo
el director! El jinete se cree que el poder del elefante es propio.
Pero el elefante NO OLVIDA.
Hasta que un día, quizás, todo cambia. El sistema del
tirano se revela falible. Un dolor que no se va, un diagnóstico que nos hace
imposible seguir como antes.
Entonces, quizás, llega la humildad de volver al
cuerpo, de lograr el perdón del niño, del perro herido. Recuperar la confianza del elefante. Desaprender los vicios.
Volver a casa.
lunes, 12 de octubre de 2015
On 18:59 by Unknown No comments
Estoy estudiando fisioterapia. No es la primera “ciencia” del cuerpo y el movimiento que estudio, y sin duda no será la última.
Y, sin embargo, en ninguna encuentro vivo el diálogo. Todas me enseñan,
todas me aportan, a todas respeto… pero todas me dejan un sin-sabor de tristeza.
He aquí por qué…
En las “ciencias” del
cuerpo y el movimiento encontré:
- discusiones sobre terminología
- fórmulas que “explican” la realidad sin experimentarla
- análisis de partes desconectadas del todo
- gente que habla del cuerpo, pero que está desconectado del propio, el cuerpo es un “eso”, un “objeto” de estudio
Y me pregunto: ¿Dónde
está la relación con el propio cuerpo? ¿Dónde está el diálogo?
Para las “ciencias”
del cuerpo y el movimiento la postura es:
- una serie de ángulos óptimos
- una serie de tensiones, fuerzas, vectores
- un leve reconocimiento que lo social, cultural, emocional, mental influye
- algo relacionado al equilibrio de músculos, huesos, tendondes, ligamentos y el sistema nervioso
Y me pregunto: ¿Dónde
está lo que el cuerpo “dice” con la postura? El cuerpo no miente, no tiene
máscaras, y los cuerpos se leen entre sí y se entienden… hay un mundo de
conversaciones que ocurre justo debajo de nuestras narices y no nos damos
cuenta.
Me pone triste que en las
“ciencias” del cuerpo y el movimiento No encontré:
- Un cuerpo vivo
- Un cuerpo sensible
- Un cuerpo inteligente
- Un cuerpo integrado
- Un cuerpo respetado y venerado
- Una lectura empática del cuerpo
¿Qué es la postura para
mí?
- Una reflejo del estado de mi diálogo con mi cuerpo
- Un reflejo del estado de mi diálogo con el mundo
- Un juego de equilibrios que tengo que dejar de interferir
- Un juego de equilibrios que tengo que aprender a escuchar e interpretar
- Un movimiento sutil que pasa a través mío y que, como un edificio antisísmico, debo aprender a dejarlo atravesarme y aprender a “surfearlo”
- Un estado de conexión conmigo misma, con mi equilibrio interno, con lo que mi cuerpo me cuenta sobre cómo estamos viviendo las experiencias.
¿Qué es el cuerpo para
mí?
- Un universo a descubrir, un mundo que se me revela sólo cuando me callo para escucharlo
- Mi verdad: no es La Verdad universal, es la Mía, y por eso tengo la responsabilidad de conocerla, honrarla, escucharla, y ante todo, dejar de negarla.
- El gran viaje en el que todos estamos embarcados, y que algún día nos tocará reconocer… y aprender a disfrutar.
Simplemente.
Victoria.
miércoles, 7 de octubre de 2015
On 18:31 by Unknown in Lenguaje Corporal No comments
Hay días que ando con la espalda contracturada: el
cuello y los hombros duros. La situación se da generalmente cuando tengo
demasiadas cosas en el plato: trabajo, estudio, proyectos, clases. Es sumamente
frustrante no estar con la energía al 100% para disfrutar de todo.
En esos momentos lo que más quiero es tiempo y espacio
para mí; pero mi mente no es capaz de dármelos. A veces llego al agotamiento total
y me da fiebre.
Entonces me doy cuenta, que es mi cuerpo y no mi mente quien defiende mis verdaderos intereses.
Es el cuerpo el que me está diciendo, “Frená.” La contractura, la fiebre no son
mis enemigos; son el grito desesperado de un cuerpo que ya no sabe cómo llamar
mi atención. “Escuchame” parece gritar.
Y merece ser
escucharlo. Después de todo estamos juntos en este proyecto de llevar mi vida
adelante, y tenemos que cooperar.
Tuve que
aprender a parar; porque a las corridas y haciendo mil cosas a
las vez es imposible prestar verdadera atención. Tengo una mente hiper-activa,
super inquisitiva, “parar” no me es fácil. Pero se aprende. No soy una experta,
ni ahí, todavía me contracturo cada tanto.
Tuve que
cambiar también algunas ideas que tenía sobre mi cuerpo y cómo funciona.
Ni sabía que tenía esas ideas, porque son como la cultura: no se ve desde
adentro. Es más, muchas de esas ideas son culturales, responden a una manera de
concebir al cuerpo, propia de nuestro mundo occidental donde mente y cuerpo son
consideradas cosas separadas.
Por más que está re de moda esto de lo “psico-somático”
y la influencia que cuerpo tiene sobre mente y mente sobre cuerpo, creo que en
los hechos no somos realmente conscientes de cuán profunda es la simbiosis. Y
en la práctica seguimos poniendo mente sobre cuerpo, no nos tomamos en serio lo
que el cuerpo dice… es más no entendemos lo que dice porque lo interpretamos
desde nuestros preconceptos.
Aprender a
oír y entender lo que el cuerpo dice, es como aprender un nuevo idioma;
al principio no entendemos nada, es todo ruido y jeroglíficos. Pero con un poco
de ayuda, empezamos a comprender palabras, armar frases, conjugar verbos y
eventualmente charlar y escribir. Cuánto más te adentrás en esa nueva lengua,
empezás a captar las sutilezas, los doble-sentidos, a leer entre líneas.
¿Cómo se
desarrolla este primer paso de “escuchar” al cuerpo? Primero tengo que dejar de
hablar y hacer ruido con mi mente.
Nuestras
ideas sobre nuestro cuerpo mantienen un monólogo constante, inconsciente y ensordecedor.
Este monólogo le impone ciertas pautas de funcionamiento al cuerpo que poco
tienen que ver con la realidad funcional-anatómica del mismo.
Lo primero que aprendí fue a sacar a la luz estas
ideas y cotejarlas con la realidad. Me encontré con todo tipo de falacias y
sin-sentidos. Luego viene la parte más difícil de hacer solo: encontrar dónde
se está dando este monólogo mental.
¿Dónde estoy
hablando inconscientemente? Allí donde hay tensión muscular inconsciente. ¿Cómo reconocer lo que no siento? Encontré quien me ayude a callar la tensión por
un instante.
Ese instante de “silencio” de tensión es un bálsamo
para el alma, para el cuerpo y para la mente. Se abre una puerta a nuevas posibilidades.
Obviamente la tensión vuelve… callarme jamás ha sido
mi fuerte.
Pero ahora que soy
consciente de dónde se dan mis monólogos-de-tensión, sé a dónde ir a buscarlos.
Aprendí a encontrar los lugares donde tiendo a “gritar” mi monólogo, o sea donde
la comunicación con mi cuerpo está más interferida. Interesantemente, no son
los puntos obvios: cuello, espalda, hombros… estos resultaron ser tan sólo los
ecos de griteríos que se están dando en otras parte.
Aprender a
callar es un arte en sí mismo. Para muchos es todo lo que
necesitan y quieren: silencio, descanso, espacio; parar para callar y quedar
allí, sin pretensiones, sin expectativas, simplemente siendo. El diálogo con el
cuerpo vendrá luego, con el tiempo.
Conociéndome obviamente quise aprender a hablar
también, lo cual requirió primero aprender a “entender” lo que el cuerpo estaba
diciendo cuando yo callaba. Pero la historia de ese aprendizaje es material
para otro día.
Espero que te haya servido mi historia. Si te interesa probar esto de callar el
monólogo ensordecedor, escribime y arreglamos para que te lo muestre
personalmente. Es difícil transmitirlo por escrito.
Cuidate mucho.
Victoria
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