jueves, 11 de diciembre de 2014
On 9:52 by Unknown in Aprender a hacer, Dirección, El Uso de Sí Mismo, Hábitos, Principios, Técnica Alexander No comments
Dos de los beneficios
principales de la Técnica Alexander son mejoras en salud
y postura. Sin embargo, estos beneficios no son exclusivos de la
Técnica.
El objetivo de la
Técnica Alexander puede describirse como “lograr ligereza
y libertad de movimiento con el mínimo esfuerzo.” Pero aquí tampoco
tiene monopolio la Técnica Alexander.
Lo que distingue a la Técnica Alexander
de otras disciplinas mente-cuerpo no es el resultado final, sino el énfasis que
se pone en cómo llegamos a ese resultado.
La clave está en el PROCESO DE PENSAMIENTO que se utiliza.
Aunque en las clases de Técnica Alexander aprendes
ciertos aspectos anatómicos y fisiológicos del movimiento, estos conocimientos
no son el verdadero corazón del trabajo. En la
Técnica Alexander, cuando pensamos en las estructuras que moveremos, nos
interesa más la claridad de pensamiento y
la intención detrás del movimiento que el movimiento en sí.
El proceso de aprendizaje en la Técnica Alexander se
centra en clarificar
el proceso de pensamiento que lleva al movimiento. Alexander lo
llamaba “agilizar la mente consciente.” Trabajamos con las capacidades mentales
de razonamiento, discriminación, creatividad y decisión.
Cuando nuestros cuerpos no responden a nuestros deseos conscientes no siempre se debe a un
impedimento estructural, sino a que tenemos deseos
inconscientes que están en conflicto con nuestros deseos conscientes. Estos
“deseos inconscientes” se manifiestan en patrones de tensión muscular.
No nos damos cuenta de esto porque nuestros deseos inconscientes
han estado allí tanto tiempo que ya se han vuelto parte de nuestra “definición
personal.” Para ir en una nueva dirección
consciente tenemos que primero reconocer la dirección en las que ya estamos
yendo inconscientemente… y soltar ese deseo.
De esto se trata la Técnica Alexander: Si deseas ir a
la izquierda, primero debes parar para recordarte soltar tu hábito de siempre
ir a la derecha. Porque si te mandas para la izquierda sin pensar, o sea, sin “inhibir”
tu tendencia de ir a la derecha, acabarás sin ir en ninguna dirección completa
o satisfactoriamente.
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