viernes, 25 de abril de 2014

On 10:01 by Unknown in , ,    No comments
[En mi último blog pasé revista de los 4 grandes maestros que tenemos a la hora de aprender algo nuevo. Voy ahora a comenzar una serie de blogs sobre cómo aprovechar a los maestros 3 y 4: la práctica individual y la ‘vida real’.]

Cuando te decidís a aprender algo nuevo o cambiar un hábito, necesitás experimentar y practicar con las técnicas y herramientas antes de utilizarlas en la ‘vida real’. La experimentación y práctica te permiten: ver cómo funcionan las herramientas, descubrir hasta dónde entendiste y qué partes no quedaron claras, y adueñarte de las técnicas.
Por ejemplo, muchos de mis alumnos vienen a clases para aprender a mejorar su postura y su coordinación. En clase vemos cómo mantener cómodamente la actitud erguida - a la vez estable y flexible - en diferentes actividades. Los alumnos que avanzan más rápido son aquellos que ‘hacen los deberes’: son los que juegan con lo aprendido, lo testean, lo tratan de probar y desprobar… y vienen a la próxima clase con sus dudas, preguntas, quejas y descubrimientos.

El problema es que no siempre tenemos el tiempo y el espacio para practicar. Una vez que el día arranca, parece difícil parar para tomarse unos minutos de práctica formal… siempre hay algo más que hacer, otra cuestión que resolver, y al final del día ya estamos demasiado cansados física y mentalmente como para practicar algo que requiere atención.
Este problema me lo han planteado varios alumnos: no es falta de voluntad o falta de ganas de cambiar… es que no parece posible insertar la nueva práctica en la mitad de los ajetreados días.

Mi solución personal a este problema (porque yo también lo sufro) es crear a conciencia el espacio de práctica, usando tres simples parámetros: lugar seguro, tiempo seguro, contexto seguro.


Lo primero y más importante es crear el espacio de práctica a conciencia, o sea deliberadamente. No sirve decirse, “mañana practico cuando encuentre un espacio”, porque ese espacio no va a aparecer de la nada, tenés que creártelo de antemano. Necesitás saber exactamente cuándo, dónde, y qué vas a practicar.

Lugar seguro: Elegí un lugar en el que tengas privacidad y estés libre de interrupciones durante los minutos que vayas a practicar. La idea es que te sientas libre, segura y cómoda para practicar, sin miedo que te vean y te juzguen.

Tiempo seguro: Tenés que elegir de antemano un momento en el que vas a practicar. Lo mejor es elegir un momento en el que tengas la energía y la privacidad para hacerlo. Yo encontré que el principio del día es mejor que el final, ya que por lo general voy perdiendo energía y fuerza de voluntad a medida que me canso con las cuestiones diarias.

Contexto seguro: Finalmente tenés que saber qué vas a practicar, y en lo posible que sea algo que tenga sentido para ti. La mejor táctica para esto último es “vestir lo nuevo de ropas viejas”, o sea, practicá tu nueva coordinación o tu nueva idea en una actividad que tenés que hacer de todas formas, y así tranquilizás a la parte de la mente que te dice que tendrías que estar haciendo algo de tu lista de tareas del día y no perder el tiempo con “prácticas”.  

Te doy una ilustración de todo esto. Yo descubrí que el baño de mi casa cumple con todos los parámetros. Es un lugar muy seguro: por más poco ortodoxo que parezca practicar en el baño, es un lugar donde nadie me ve, nadie me interrumpe, y tengo un espejo. Es un tiempo seguro: todas las mañanas me preparo para el día en el baño (me baño, me visto, me peino, me lavo los dientes, etc.) por lo que no tengo que decidir cuándo ir a practicar… el momento está asegurado cada mañana. Por último, todas las actividades que realizo cada mañana en el baño me dan miles de oportunidades para practicar algo.

Por ejemplo, si estoy practicando el no apretar mis pies, puedo ducharme pensando todo el tiempo en liberar el espacio entre mis dedos, recordando que estos nacen desde la mitad del pie. Si estoy jugando con mi coordinación e investigando los movimientos y tensiones innecesarias en mis brazos, puedo lavarme los dientes y peinarme con mi mano no dominante y ver qué descubro.

Lo importante no es hacerlo “bien” o “mal”, sino que cada día practico un poco esto de “observarme a mí misma”. De a poquito, y sin darme cuenta, este hábito de auto-observación empieza a instalarse en otras áreas y me encuentro observándome y “practicando” naturalmente en otros momentos del día.

En suma, para avanzar en lo que nos importa, necesitamos hacernos el tiempo, espacio y contexto para practicarlo diariamente, aunque sea un ratito. Es este recuerdo diario de lo que realmente nos importa lo que volverá al nuevo comportamiento un hábito. Y sólo entonces veremos sus efectos en nuestra vida diaria.

Esta semana quiero que busques tu tiempo, lugar y contexto para practicar. Si te divierte, contame (en el espacio para comentarios debajo) cómo hacés tú para practicar las actividades que te importan pero para las que nunca parece haber tiempo en el día.

[Y si te gustaría hacer algo por tus hábitos posturales pero no sabés por dónde empezar a observarte, no dudes en mandarme un email a vstanham@gmail.com, y coordinamos una clase individual donde ver todo esto aplicado a tu situación particular.]


viernes, 4 de abril de 2014

On 9:04 by Unknown in    No comments
¿Te pasó alguna vez que tomás clases con un profesor (o sesiones con un terapeuta) y, aunque vivís grandes cambios durante la clase, te resulta muy difícil traducir esos descubrimientos a tu vida diaria?

Es como que la clase es un mundo, y tu vida real es otro… y son tan diferentes ellos, y tú sos tan diferente en uno y en otro, que parecen universos paralelos.
Una clase es una situación construida para que puedas conectarte con el conocimiento. Pero el mundo real no está armado de la misma manera; en él sos tú la que tenés que activar el conocimiento solita. Y esto no es siempre tan fácil ni obvio: lo que en clase te resultaba evidente, en tu vida real te puede parecer inaccesible o inaplicable.
¿Cómo se hace esta traducción de conocimientos y recursos de una situación a otra?
Existen 4 formas de relacionarse con el aprendizaje de cosas nuevas que ayudan a generar e integrar los cambios. Cada forma cumple su función específica, y facilita a su manera el proceso.
Estos 4 grandes maestros son:
1. El aprendizaje en clase individual (el guía)
2. El juego y experimentación en grupo (los pares)
3. El ensayo y práctica individual en casa (tú)
4. La aplicación en la vida diaria (la vida)
Veámoslas de a una.
1. La clase individual: La función de tu encuentro con el profesor o terapeuta es empujar los límites de lo conocido, o sea, aprender algo nuevo. Esto es de por sí desafiante, y puede dar miedo. Por eso es importante que elijas muy bien a tu guía. Cuánto más tranquila y segura te sientas en la situación de aprendizaje, más rápido vas a avanzar, más vas a aprender, y más involucrada y entusiasmada vas a estar en el descubrimiento de tus potenciales latentes.
En cada clase podrás ver formas concretas de traducir lo aprendido a tu vida diaria. Sin embargo, aprender la teoría no es lo mismo que aplicarla. A veces, los estímulos de la vida real son demasiado fuertes como para que puedas actuar de una nueva manera; lo más cómodo, seguro y conocido es hacer lo mismo de siempre… y si esto ocurre una y otra vez, el proceso de transformación se tranca, y te frustrás.
Y es allí donde la segunda forma de relacionarte con lo aprendido cobra valor.
2. El grupo de práctica: un grupo de práctica puede ser algo formal (un grupo de estudio o terapia) o informal (una amiga o pareja que comparta tu interés). La función de estar en un grupo es practicar el uso de las herramientas que aprendiste en clase en un contexto seguro y con acuerdos claros. El momento de práctica en grupo no deja de ser una situación “construida”, pero se parece más a la vida real en que tenés que relacionarte con otro par, responder a sus estímulos, manejar tus reacciones.
A veces el grupo de práctica es creado específicamente para practicar ciertas herramientas. Pero no necesita serlo. Por ejemplo, si estás tomando clases individuales para corregir tu postura y tu coordinación, podés unirte a un grupo de Pilates o Yoga donde practicar lo que aprendiste en tu clase individual. El grupo de Pilates o Yoga no se creó especialmente para ello, pero por sus características es una situación idónea para practicar las herramientas de la re-coordinación psico-motriz.
3. El rol de la práctica individual: En la seguridad de tu casa, cuando nadie te ve, podés aprovechar para prácticar y experimentar con los detalles (afianzar lo conquistado y revelar lo no comprendido). Esta instancia es análoga a la del músico que ensaya sólo con su instrumento, para conocerle y conocerse mejor, para ver qué preguntas le surgen de ese encuentro.
Esta instancia es básica para pulir zonas ásperas, para experimentar con variantes, para elaborar tus preguntas que llevarás luego a tu clase individual. Aprovecharás mucho más tus clases si practicas en casa… lo sabemos desde la escuela… se lo decimos a nuestros hijos y alumnos… pero por casa ¿cómo andamos?
4. El rol de la aplicación en la vida real: Finalmente te la tenés que jugar y probar tus teorías en la vida real, para comprobarlas o des probarlas. No tenés por qué arrancar probándolas en las situaciones más estresantes. Al igual que en las otras 3 instancias, podés arrancar por situaciones más fáciles, seguras y controladas, y progresar de a poco a las situaciones más complejas emocionalmente.
Por ejemplo, si estás experimentando con una nueva forma de reaccionar y relacionarte con la comida, tratando de comer más conscientemente, quizás no es lo mejor empezar con ello en la mitad del almuerzo familiar de los domingos o en el cumpleaños de una amiga, cuando tu foco va a estar en otras cosas. Empezá mejor saliendo a tomar un café sola (o con tu amiga de práctica), progresá al almuerzo en el laburo mientras te comés tu ‘packed-lunch’ en relativa soledad, y de a poco agregá instancias en las que hay más estímulos para manejar. ¿Se entiende?
No siempre tendrás disponible un guía o un grupo. A veces tenés que, o preferís, empezar aprendiendo de un libro, un video, o un blog, para ver si te gustaría realmente zambullirte en la práctica. Si te convence, tarde o temprano vas a querer ir más profundo, realmente comprometerte con el cambio, y es entonces que el guía y el grupo se vuelven indispensables.
Pero recordá que lo que siempre tenés disponible son la práctica individual y la aplicación a la vida real. Ni siquiera si tenés guía y gurpo estarás eximida de tomar el conocimiento y hacerlo tuyo. Si realmente querés cambiar, esta es tú responsabilidad.

La próxima semana, vamos a ver formas concretas de cómo traspasar lo aprendido en clase a la vida diaria. Empezaré a dar los ejercicios de práctica y observación que les doy a mis alumnos individuales. Te invito a probarlos, hacerme las prguntas que quieras, y contarme si te funcionaron.