martes, 13 de enero de 2015
Es
difícil cambiar lo que no sabemos que existe. Para cambiar tenemos que saber qué cambiar, y para eso
tenemos que tener una experiencia que contraste con nuestro hábito: la experiencia de otra posibilidad.
Pero una vez que tenemos esta nueva experiencia ¿cómo hacemos para hacer
de ella un nuevo hábito? Por lo general, la sola experiencia de la nueva posibilidad no establece
el cambio. Es necesario grabar en el cerebro la nueva opción como una
conexión neurológica más fuerte que el viejo hábito.
Para ello contamos con tres herramientas: el deseo, la inhibición, y la
memoria.
La herramienta del deseo es la que nos mueve a recrear
la nueva experiencia, incluso cuando sería más “fácil y cómodo” hacer lo mismo de siempre.
El cambio es desestabilizante. Por eso tenemos que familiarizarnos con este
poder de “yo quiero”: ¿Qué quiero? ¿Por qué lo quiero? ¿Cómo se logra lo que
quiero? ¿Qué consecuencias trae conseguir lo que quiero?
La herramienta de la inhibición nos permite elegir a
qué acciones darles permiso y a cuáles negárselo. La inhibición está
intrínsecamente ligada al deseo, ya que implica “decirle que no” a lo que ya no
quiero, para poder “decirle que sí” al nuevo deseo. Necesitamos saber “qué
cosas” inhibir. Para ello debemos saber: ¿Qué elementos constituyen mi hábito?
La herramienta de la memoria es la que nos permite
recordar lo que queremos y lo que no queremos cuando realmente importa. Poder reclutar el
deseo y la inhibición para cambiar tus hábitos depende de la memoria. F.M.
Alexander supo decir que nuestro mayor problema a la hora de cambiar nuestros
hábitos es que “nos olvidamos de recordar.”
Recordar lo que queremos depende sobre todo de 2
factores: la fuerza del deseo y condiciones externas que nos ayuden a
recordar nuestro deseo. ¿Cómo puedo tener más presente mi deseo? ¿Cómo puedo
facilitarme cumplir con mi deseo?
En resumen, el primer paso para lograr un cambio de hábitos es familiarizarte
con tus tres herramientas básicas: Deseo,
Inhibición y Memoria.
miércoles, 7 de enero de 2015
On 8:56 by Unknown in Aprender a hacer, Cambio, Dirección, El Uso de Sí Mismo, Hábitos, Inhibición, Principios, Técnica Alexander, Unidad Psicofísica No comments
Para “pensarnos hacia el movimiento” primero debemos aclarar nuestro pensamiento.
Esto significa primero
parar para darnos la oportunidad de “decirle no” (inhibir) a nuestra manera
habitual de movernos y reaccionar. Esta manera habitual está conformada
por nuestros patrones de tensión continuos y arraigados que implican un “punto
de partida” o “set point” ineficiente.
Por eso, luego de reconocer el estímulo a la acción,
nos damos una micro pausa, un poco de espacio para observar y (de ser posible)
frenar nuestra reacción habitual y considerar realmente “cómo” queremos
responder.
Lo que queremos es un mejor punto de
partida; por ello le damos lugar a nuestro “movimiento primario”.
Este “movimiento primario”, que concierne la relación dinámica entre cabeza y
columna, nos deja en las mejores condiciones
posibles para cualquier acción: una situación de equilibrio dinámico.
Pero con esto aún no has ido a ninguna parte. Y es el empezar a moverte, y el continuar
moviéndote en la manera que decidiste lo que está en juego aquí.
Tenés que primero habilitar el
movimiento primario. Pero luego tenés que mantenerlo habilitado mientras entrás
en acción, y es aquí cuando tu cerebro reconocerá lo que querés
hacer y querrá insertar el viejo patrón de tensión.
¿Cómo mantener el movimiento primario habilitado
durante el movimiento? Necesitás usar tu mente: atención
plena en cada movimiento, consciencia de tu cuerpo como un todo durante el
movimiento. En la jerga “Alexandriana” a esto se le llama: “mantener tus
direcciones”. F.M. Alexander dijo una vez, “Ustedes creen que la Técnica
Alexander es algo físico; yo les digo que es la cosa más mental que jamás se
haya descubierto.”
Es un estado persistente y continuo de
monitoreo, de atención plena del movimiento y consciencia de ti mismo en
relación a tu espacios internos y externos. Lo que querés
es atraparte cuando el hábito asoma su nariz, para dejarlo ir antes de que tome
por completo el control de tu sistema. Tu monitoreo continuo le da la fuerza,
la energía a la nueva manera.
Así es como construimos un nuevo “hábito”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)